Thomas Mann había nacido en 1875, en Lübeck, en el norte de Alemania, ciudad que en el siglo XII había sido capital medieval de la Liga Hanseática, importante confederación comercial del norte de Europa. En esa localidad, además nació Willy Brandt, político socialdemócrata y canciller de Alemania Occidental entre 1969 y 1974 y si bien nació en Gdansk, residió en sus últimos años de vida el novelista Günter Grass. Los tres, ganadores del Premio Nobel.
El padre de Mann comerciaba cereales y fue senador. Su madre, de origen brasileño fue escritora y también pertenecía a una familia de acaudalados comerciantes. Como era habitual en las clases altas, Thomas recibió educación primaria en su caso, para luego concurrir a un liceo de enseñanza con orientación comercial, lo que no fue obstáculo para que se interesara en Schopenhauer, Goethe y Nietzche.
Como Kafka y Svevo, trabajó como dependiente en una compañía de seguros y dedicado a incursionar en la literatura, muy joven, en 1901, publicó "Los Buddenbrook. Decadencia de una familia", novela donde con una elevada visión analítica observa a la burguesía cuya riqueza es generada por el comercio y su nombre se refiere al apellido de una familia enriquecida gracias a esa explotación. Transcurre la historia en un período que comprende cuatro generaciones entre 1835 y 1877. Cuando en el año 1929, recibe el Premio Nobel de Literatura, la Academia Sueca fundamenta la concesión del galardón a esta novela.
Como muchos alemanes, tuvo un acercamiento al nacionalsocialismo. En 1918 publicó "Consideraciones de un apolítico", donde "a la civilización occidental le opone su Kultur a la alemana, entendida como espiritualidad, libertad interior y pasión por el arte. Por ello, para él, apolítico constituye un título de mérito intelectual. Será necesaria la derrota alemana en la primera guerra mundial y el posterior ascenso del nazismo para hacerlo cambiar de idea", según expresa Alessia Tagliaventi.
En 1933 deja Alemania. A partir de 1940, en una serie de discursos radiofónicos, intenta poner en guardia a los alemanes sobre la horrible culpa en que incurren al sostener al nacionalsocialismo. En un discurso de enero de 1942 revela la desconcertante noticia de que centenares de judíos holandeses han sido deportados a Alemania y asesinados con gases tóxicos.
En 1912 había publicado "Muerte en Venecia". Una historia que deja al descubierto el drama existencial de un maduro y destacado escritor alemán que en un hotel veneciano persigue la inspiración perdida, mientras se siente atraído por un bello adolescente polaco. Es recordada la actuación de Dick Bogarde como el escritor en la película, basada en ese libro, dirigida por el aristócrata comunista Luchino Visconti, en 1971.
En el mismo año que publicaba "Muerte en Venecia", Mann comenzaba a escribir una novela donde volvía a abordar la decadencia de la burguesía europea. La ubicaba, ahora temporalmente, en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.
"La montaña mágica", historia de cuya publicación se cumple este año el centenario, se inicia con la llegada, inicialmente, como visitante, de Hans Castorp, un joven perteneciente a la burguesía de Hamburgo, a un sanatorio de los Alpes suizos, en un lugar que si bien no lo define el autor, pero podría ser en cercanía de Davos.
Hans había decidido ir a visitar a su primo, Joachim, que se encontraba internado en ese sanatorio, enfermo de tuberculosis desde hace unos meses. Originalmente la intención era quedarse dos semanas pero finalmente, Hans se queda siete años.
Mann, encara una representación minimalista de la realidad europea de comienzos del siglo XX, superficial e indiferente. El escenario que utiliza es un sanatorio de montañas y en ese alejado lugar, con su ambiente enrarecido y la situación de los enfermos en espera de un destino, genera un tiempo ahistórico, casi mítico, que en cierta medida avanza hacia el desgano, la apatía y el aburrimiento. En ese marco, se discierne sobre los grandes temas de la humanidad: la vida, la muerte, el espíritu, el arte, el intelecto.
No se queda en la enunciación de esos grandes temas, sino avanza también sobre la salud y la enfermedad, las relaciones amistosas, el altruismo y la generosidad y considerando las exploraciones filosóficas y políticas, se la ha definido como una novela filosófica. Por otra parte, podría afirmarse que es una novela de aprendizaje espiritual, sobre que, entre otros conceptos, en la vida, la enfermedad nos pone en posible situación de muerte.
Las ideas desarrolladas son encarnadas fundamentalmente por Naphta y Settembrini. Estos dos, si bien mantienen pensamientos diferentes, someten al joven Hans a un acercamiento a sus ideas, permitiéndole aprender conceptos e ideas que desconocía.
Leo Naphta, un judío converso al catolicismo y que se ha incorporado a la orden jesuita, nostálgico del orden medieval y sofista, se manifiesta contrario al Estado, al capitalismo y a la burguesía, y con connotaciones comunistas, habla de una solución provisional a la dictadura del proletariado. En síntesis, representa a los totalitarismos.
Settembrini, escritor, humanista, masón, progresista, filósofo y pedagogo por su parte, rescata a la burguesía y defiende su sistema de valores, fortaleciendo el concepto del trabajo, el impulso de la intención creativa y el desarrollo de la humanidad con foco en la condición humana. Por el contrario de Naphta, Settembrini representa a la democracia liberal.
Los nazis criticaron a “La montaña mágica” por ser un “elogio de la decadencia” y por su crítica al “heroísmo militar” que ellos propugnaban.
Por otra parte, y dándole la importancia que tiene, Mario Vargas Llosa ha afirmado que “puede que la vida de un lector se divida en dos: antes y después de haber leído “La montaña mágica”.
Hay un único film basado en el texto de Mann, dado lo difícil de trasladar a la pantalla su contenido. En 1982, el director alemán Hans W. Geiberdörfer realizó una versión para cine de dos horas y media y una más extensa, de siete horas, para la televisión con Christoph Eichhorn, Rod Steiger, Marie-France Pisier y Charles Aznavour, entre otros.