Alcides Padrón
Nace en Capital Federal en 1951, al poco tiempo se radica en Concordia, Entre Ríos, donde pasa su niñez y gran parte de su adolescencia, realiza sus estudios primarios en la Escuela Vélez Sarsfield y secundarios en el Colegio Nacional Alejandro Carbó. En 1970 se instala en la ciudad de Córdoba, lugar donde comienza su producción artística, en 1978 regresa a la ciudad entrerriana en donde reside hasta el 2000, año en que vuelve a la ciudad mediterránea, donde actualmente vive.
Su obra
En 1986 presenta un �Sdossier⬝ titulado Para los amigos, ilustrado por el plástico concordiense Juan Meneguin.
En 1991 publica 28 Apodos del alma, trabajo en el que expone poesías sencillas pero de alto contenido emotivo.
En 1996 nace De pie, esta publicación que conserva su sello, no hace otra cosa que fortalecer el vínculo entre el lector, que gusta de un estilo donde los versos se dejan correr sin esfuerzo, y el autor.
A finales del año 1998 concreta y publica la Cantata a Concordia, donde se tratan con métricas y rimas algunos hechos históricos y leyendas de esa ciudad y su gente. �0sta obra fue musicalizada por los artistas Gabriel y Omar Kueider e interpretada por el grupo vocal �SCanto Nuestro⬝ en la reinauguración del teatro Odeón de esa ciudad.
Ya en Córdoba, 2003, compone la poesía Agua de mar, que con música de Martín Rodríguez y Daniel Campos, (Los Guaraníes), fue la ganadora del Festival Cosquín de la Canción del mismo año.
En el año 2007 publica El Brocal de la Memoria, libro de poesías homenaje a los desaparecidos de la municipalidad de Córdoba el la última dictadura militar.
En Noviembre del 2011 presenta, junto con el fotógrafo Ramiro Rivera, en la planta baja de la Municipalidad de Córdoba, Comunión, muestra de fotografías con poesías de su autoría.
En Noviembre del 2013, junto al mismo fotógrafo y en igual espacio, exponen Segunda Comunión, muestra compuesta por 8 fotografías, (de 1,00 m. x 0,80 m.), acompañadas por poesías con su firma.
En el año 2021, escribe El Supremo Entrerriano, cantata homenaje a José Francisco Ramírez, obra musicalizada por el músico Omar Kueider.
CARETA Y VEJIGA
Con mi primo Nando éramos gurises cuando vimos y escuchamos a este dúo, en el bar �SEl Barrilito⬝. Los apodaban Careta y Vejiga y hoy voy a rescatarlos, del quimérico baúl de los recuerdos, para colgarlos en este relato.
En improvisados escenarios de boliches ya extinguidos, éstos musiqueros, repartían gastadas melodías, entre parroquianos, alcohol, cigarros y recuerdos.
Careta, el guitarrero, era flaco y alto, se parecía a Edmundo Rivero, eternamente de traje, sonriendo y tomando. Vejiga, el bandoneonista, era petiso y encorvado, de ahí su apodo, incansablemente de traje, hablando y tomando.
Su público era escaso, su paga una sombra, sus canciones exiliadas de otros tiempos, sus aplausos limitados y sus manos semejaban ser parte de los instrumentos.
¿De qué lámpara surgieron estos genios? ¿De qué época sacaban sus canciones? ¿Por qué causa se hicieron musiqueros? ¿Dónde iban después de los conciertos? No hay respuestas, solo una austera evocación.
Careta y Vejiga
deshojaban tangos
en tercos boliches
allá por mis pagos,
no se si están vivos
ni si están tocando,
porque hace cincuenta
ya tenían cien años.
Careta decía,
ni bien se sentaba,
su aplauso señores
es la mejor paga,
Vejiga asistía,
robándole al fuelle,
en un movimiento
un acorde alegre.
Viejas melodías
heridas de muerte,
en sus instrumentos
volvían a ser fuertes,
semejaban duendes,
repartiendo estrellas,
entre los clientes
de todas las mesas.
Careta, guitarra,
bandoneón, Vejiga,
en tan poca cosa
cuanta maravilla,
entre tango y tango,
que el dúo paría,
añejos amores
rejuvenecían
El aire era espeso,
el vino era puro,
las luces lloraban
entre tanto humo
y los parroquianos
sumaban sus tragos,
para que el recuerdo
los pesque borrachos.
A veces en noches
en las que no duermo,
me voy a buscarlos
por aquellos tiempos
y una vez conmigo,
alcohol de por medio,
Careta y Vejiga,
me dan un concierto.
Alcides Padrón
De pie
Porque es triste llegar a la cima, arrastrándote,
porque te atropellan, cuando no te ven,
porque soy una parte pequeña, pero cuéntenme,
por eso estoy de pie.
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Porque cuando el camino se abre, me gusta elegir,
porque de rodillas, no puedo vivir,
porque escojo ser el soberano, de mi porvenir,
por eso estoy de pie.
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Coronando los años que llevo,
esperando los nuevos,
estoy de pie, por la vida,
estoy de pie.
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Como los cipreses
que verdean los soles,
como las quimeras
que animan los hombres,
como las estrellas
que manchan la noche,
estoy de pie.
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Porque sé que ya nadie regala, camino al que va,
porque si me agacho, no veo más allá,
porque quiero ser luz en la noche, de su intimidad
por eso estoy de pie.
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Porque voy a pelearle a la muerte, mi permanecer,
porque si no sigo, no floreceré,
porque sufro mi tierra distante y quiero volver,
por eso estoy de pie.
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Abonando facturas por daños,
herido de engaños,
estoy de pie, por el amor,
estoy de pie.
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Como las montañas
que hieren el cielo,
como la esperanza
que nutre los pueblos,
como el alma rica
de buenos recuerdos,
estoy de pie.
Alcides Padrón