Así que Alain Debray no era francés
Cuando en los años setenta explotó la versión que Alain Debray realizó de “La Cumparsita” pocos se enteraron de la verdadera historia de ese éxito (el simple con “La Cumparsita” y “El choclo” en el Lado B superó los dos millones de ejemplares vendidos).
Resulta que el guitarrista Horacio Malvicino había grabado esas dos versiones a pedido de la RCA francesa para integrar un long play dedicado a la música latinoamericana pero ese álbum nunca se editó en nuestro país. Malvicino le había recomendado a los directivos de la RCA enviar algunos originales de Aníbal Troilo o Juan D’arienzo pero prefirieron enviar versiones for export de esos tangos y así fue que Malvicino hizo esas grabaciones que quedaron archivadas hasta que llegaron algunos ejemplares del disco parisino y un buen día en un aviso de un tocadiscos sonaban los primeros compases de “La Cumparsita” que él había grabado tiempo atrás. Ese comienzo que había grabado Malvicino causó tal sensación que la discográfica decidió lanzarla al mercado y se transformaría en un éxito en ventas. Se decidió ponerle como nombre Alain Debray tomando el Alain por el actor Alain Delon, que por esos años estaba en el pico de su fama, y Debray por el periodista que entrevistó al Che. Con esa marca que sonaba muy afrancesada, y un sonido orquestal absolutamente diferenciado al de las orquestas típicas, Alain Debray se transformó en un éxito de ventas inigualable, llegando a grabar incluso un álbum nada menos que con Los Chalchaleros. Fueron varios que grabó y se vendieron como pan caliente hasta que, poco a poco, se fue difundiendo el dato de que ese músico no existía y que Alain Debray no era otro que Horacio Malvicino (a) Malveta, considerado por Astor Piazzolla como el guitarrista que mejor entendió su estilo y como una de las figuras más significativas del jazz en Argentina.
Malveta ha contado varias veces que cierta vez estaba en una disquería y una señora compró su disco y el vendedor le dijo que si quería el señor Debray se lo podía firmar. “¿Pero no es que era francés?”, preguntó. Dejó el disco y se marchó. Malvicino es el músico que ha grabado con más figuras del pop argentino e inventado nombres de fantasía para vender montañas de discos. En la época de la explosión de la llamada música beat estuvo a cargo de las orquestas de estudio que acompañaron a Donald, Tormenta, Juan Ramón, Violeta Rivas, Ginamaría Hidalgo y tantos más. Y lo hacía con buen gusto, cualquiera que escuche los éxitos de Donald aprecia el exquisito estilo de orquestación que lo acompaña. Eran tiempos donde la industria discográfica estaba en su mayor apogeo y generaba muchísimo trabajo para músicos que por un lado descollaba haciendo jazz y música muy delicada pero que pagaba las expensas gracias a sus horas como sesionistas en los estudios de la RCA, la CBS o la Phillips.
Claro, hoy le cuesta a cualquier joven entender todo lo que se movilizaba en la industria de la música medio siglo atrás. No es muy imaginable ver a L-Gante en los estudios de la vieja RCA. En aquellos años cada instrumento se grababa en vivo, por eso una vez el “Zurdo” Roizner llegó a grabar dieciséis horas seguidas para distintos discos en un sólo día. Pero no sólo Alain Debray inventó Malveta, también inventó a Don Nobody (Don Nadie) que se cansó de vender discos interpretando Boogie woogie, Ragtime, Sambas y Rumbas. También dirigió la orquesta de Canal 11 y fue gerente de la RCA (aunque la pasión de su vida han sido por lejos los burros).
¿Está mal esconderse en un nombre de fantasía para realizar música pasatista? Se me ocurre que no. Que hay muchos otros asuntos condenables más que hacer música para hacer feliz a la gente. Pero hay un desafío que sigue siendo habitar ese espacio del medio entre el jazz y las músicas populares en sus expresiones más elaboradas y la música para el jolgorio y el baile. Alguna vez se entenderá que si una música o un género no trascienden el microclima de los músicos el problema no es que las masas sean brutas sino que está ausente un trabajo de divulgación y educación de la oreja popular. (Gerardo Fernandez)