Crónicas regionales entrerrianas
Con el título de esta nota, la editorial Kraft Ltda. publicó en el año 1950 un libro del historiador concordiense Antonio P. Castro. Dentro de los más 4000 ejemplares que conforman la biblioteca del Museo Regional Municipal Palacio Arruabarrena, contamos con un ejemplar de ese texto.
Con el título de esta nota, la editorial Kraft Ltda. publicó en el año 1950 un libro del historiador concordiense Antonio P. Castro. Dentro de los más 4000 ejemplares que conforman la biblioteca del Museo Regional Municipal Palacio Arruabarrena, contamos con un ejemplar de ese texto.
En esa publicación, el autor describe minuciosamente sobre “aquellas pequeñas cosas”, es decir, en palabras de Castro “lo olvidado: lo que pasaba en el campo, lo que pensaban los hombres de la región, lo que vivía, lo que soñaban (…) una contribución a los humildes, sacándolos del olvido en que yacen (…)”.
El escritor plantea en las primeras páginas las diferencias que a su entender se pueden establecer entre la labor del historiador y del cronista. En este sentido, la misión del historiador, enfatiza, es encontrar valores y sentidos, mediante la proyección de nuestras actividades de cultura. El cronista, en cambio, no analiza los hechos que narra y su labor es dar a conocer, con base a documentos, si fuera posible, los acontecimientos que sucedieron en distintas épocas y en diferentes pueblos. Castro, señala que: “el cronista no hace filosofía de la historia, ni le corresponde desmenuzar el sentido de lo que narra. Esa delicada tarea es precisamente la del historiador. Tarea difícil, engorrosa, en que es necesario mucho estudio, gran talento y sana rectitud moral para su docta interpretación”.
Castro se posiciona como cronista y asume esa tarea en cada una de las partes de ese libro. En el capítulo XXX, titulado Esclavos – Un incendio, relata “dos episodios desconocidos” ocurridos en Concordia en 1849 y 1850. El primero, involucra a una familia tradicional de Entre Ríos. El segundo, a vecinos más representativos de Concordia.
Comentaremos en este espacio el primer relato; donde el autor, indica aspectos de la esclavitud, esbozando que: “pese a la época de libertad en que se vivía (los papeles públicos debían ser fechados en el “Año de la Libertad”), todavía había esclavos en el libre territorio argentino en 1849”. Castro enuncia brevemente la historia de esta atroz práctica. En 1503 se introdujeron los primeros esclavos africanos en América. En el territorio del Río de la Plata comenzó en 1702, bajo el gobierno de don Alonso Juan de Valdivia Inclán, que permitió su entrada. El gobierno revolucionario de 1810 sostenía los principios de la abolición de la esclavitud, aunque recién en 1812 se prohibió el ingreso de esclavos en las Provincias Unidas del Río de la Plata, mediante el decreto del 6 de abril que tiene las firmas de Rivadavia, Chiclana y del secretario Nicolás Herrera. La Asamblea del año 1813, el 2 de febrero declaró “libres a todos los niños nacidos esclavos en el país, desde el 1° de enero de 1813 en adelante”, y en la sesión del 4 de febrero se amplió, declarando que “todos los esclavos de países extranjeros que vengan al nuestro, quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la Provincias Unidas”. Dichas normativas, lamentablemente, no emancipaban a los cientos de esclavos que existían en el país, dado que el erario del gobierno de ese entonces carecía de recursos para compensar lo que habían pagado por ellos. Esto, explica la existencia de esclavos por larguísimos años, y ese es el motivo por el cual en Concordia en 1849, todavía había personas en esa infame situación.
Según Castro, la familia Parera – Soler era respetada y querida en nuestra ciudad. Mateo Parera había sido uno de los fundadores y ocupaba el cargo de administrador de rentas. Esta familia poseía varios esclavos y esclavas que iba liberando. La última de las personas en esta atroz situación se llamaba Cipriana Coll y Soler (era costumbre que los esclavos llevaran el apellido de sus “dueños”). Castro poseía en su archivo personal el acta que frente al alcalde de la Villa se extendiera, otorgándole la libertad a Cipriana, que expresaba: "Viva la Confn. Argentina!! Mueran los Salvs. Unitarios!! La Concordia Enero cinco de mil ochocientos cuarenta y nueve. Queda en completa libertad, Cipriana Coll y Soler, habiendo entregado en esta fecha la cantidad competente, con la particularidad, que la hace recomendable, que con su trabajo personal solo, ha satisfecho y entrado al goce de sus Derechos, no dependiendo desde hoy de persona alguna. Y para su satisfacción y fines consiguientes le doy el presente, para que lo representando una parte por mi Sra. madre Da. María Soler de Parera y autorizado por mi tío Dn. Francisco Soler, le doy este certificado que le sirva de suficiente carta de libertad.- Mateo Parera.- Como testigos: Juan P. Barceló y Pascual Artigas. – Es copia. Francisco Pons – Alcalde Mayor Interino”.
¿Conocían este aspecto de la historia de Concordia?
Nos volvemos a encontrar en una semana para descubrir más historias del pasado de Concordia y la región.
Museo Regional Municipal Palacio Arruabarrena, dirección: Entre Ríos y Ramírez.
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