La construcción social de la masculinidad
El hombre es lobo del hombre, con la salvedad que la fiera detiene su agresión cuando un congénere, ya vencido, le muestra el cuello. El capitalismo alienta al predador que hay en el hombre. En este sistema, como decía Niezctche, busca el poder aún más que la felicidad. En él se deshumaniza, es violencia y cosificación del otro. El semejante es convertido en objeto, instrumento, mercancía. La violencia sigue la misma forma piramidal que las relaciones de poder, decía Franz Fannon. El patrón somete al empleado, este a su subordinado, que maltrata a su esposa, ésta a su hijo y así. El más fuerte al más débil. El sistema fomenta la competencia, convierte al prójimo en un rival, una amenaza. El hombre es lobo de la mujer. Construye su identidad en base a mandatos culturales a los que se ciñe rigurosamente, a riesgo de sentirse castrado. Cercena su sensibilidad, los hombres no lloran dicen. Debe ser fuerte, aguantársela, tiene que ser dominante. El macho se afirma en el dominio de �Ssu mujer⬝. Ella pierde su individualidad, se cosifica. Ella olvida su libertad, �Ses de él⬝. Son las condiciones de la violencia de género, más que patología, derivaciones de una construcción cultural. Ella ordena un vínculo �Samoroso⬝ en el que la mujer es objeto, pertenencia, propiedad, posesión del hombre. Una cosa, una parte de él, una prolongación. Es suya. Esta violencia penetra el lenguaje amoroso. �SSoy tuyo, sos mía⬝ susurran los amantes. La separación es una tragedia en estas estructuras narcisistas, donde no hay discriminación entre yo y el otro. En estos vínculos indiscriminados se convierte en una amenaza insoportable. Por decisión, por un tercero, por la causa que fuere. En el vínculo violento esa circunstancia apremiante activa el sentido competitivo de la posesión. La amenaza castratoria del tercero. �SSos mía o de nadie⬝ es la fórmula dramática que emplea el varón, que suele inaugurar un ciclo enfermo. Es necesario que la sociedad y el estado comprometan esfuerzo en la ayuda, la protección de la mujer, en el prevención, el tratamiento y eventualmente el control de la violencia de género. Pero es aún inexcusable un cambio cultural que resulte de la desnaturalización de las relaciones de violencia en general y las de género en particular. De la deconstrucción de los patrones de violencia edificados desde el paradigma del machismo y el patriarcado. De un cuestionamiento y crítica profunda a las estructuras violentas naturalizadas e incorporadas, legitimadas y validadas, a las formas banalizadas de la �Sdominación masculina⬝, tal como las desarrolla, magistralmente, Pierre Bordieu en su libro homónimo. Y para ello es necesario un cambio cultural, para lo cual es imprescindible la educación que promueva, categóricamente, un pensamiento crítico de ese sistema de dominación. Y procure además, en los niños y en los jóvenes, la comprensión y el entendimiento de que las formas de las relaciones amorosas, de los noviazgos, de cualquier vínculo amoroso, requiere en su esencia, la preservación del respeto, la libertad y la dignidad del sujeto amado. Para eso, para la ESI (Educación Sexual Integral), tiene un rol insustituible la escuela como institución, abriendo esos espacios de discusión, de pensamiento, de reflexión crítica sobre los vínculos y la construcción de las estructuras socio-culturales de los géneros que determinan la violencia. Desarmar, desmenuzar, esos procesos, transformarlos. No solo la Educación sexual integral, tan resistida por sectores reaccionarios, establece la necesidad de trabajar en la dirección de estos cambios, sino también la ley 27.234 (2015), establece educar en igualdad, para la prevención y la erradicación de la violencia por motivos de género, dispone la obligatoriedad de realizar al menos una jornada anual en toda las instituciones educativas de nivel primario secundario y terciaria, sean de gestión estatal o privada, con el objetivo de que los estudiante y docentes desarrollen, afiancen, actitudes saberes, valores y prácticas que contribuyan a prevenir y erradicar la violencia por motivos de género. Nos toca a todos, comunidad educativa, medios de comunicación y sociedad en general, ponernos a la tarea de lograr esos objetivos.