SAN ANTONIO DE PADUA: 264 años de su presencia en la región
Si nos detenemos a observar mapas políticos-geográficos de los países del continente americano, encontramos poblaciones, ríos, arroyos, parajes con el nombre de San Antonio, con abundancia en los de origen hispano y portugueses. Más tarde la inmigración italiana, devota del Santo bautizó con su nombre a capillas y ermitas. Los mismos sacerdotes de la orden franciscana, fueron propagadores, desde el sur de Estados Unidos hasta Tierra del Fuego; algo parecido, pero más adelante en el tiempo, lo hicieron los salesianos con San Juan Bosco.
En nuestra región el antecedente, demostrado con documentación, data de 1757 cuando el Gobernador Pedro Ceballos, hizo levantar un Fuerte al norte de la actual Salto que tuvo, además de las instalaciones propias, una Capilla con el patronazgo de San Antonio de Padua. La finalidad del emplazamiento fue servir de base de lanzamiento y abastecimiento de fuerzas españolas que, conjuntamente con las portuguesas, luchaban contra la rebelión indígena conocida por �SGuerra Guaranítica⬝, originada por la firma del Tratado de la Permuta entre España y Portugal por el cual Portugal devolvía la Colonia del Sacramento a España, a cambio de los pueblos misioneros de Río Grande. El Fuerte continuó hasta 1763. En 1768 volvió a erigirse así como su capilla. La razón de la nueva habilitación fue para que sirviese de base de operaciones a la comisiones hacia los pueblos misioneros para el apresamiento de los sacerdotes jesuitas, por orden de Carlos III que había determinado la expulsión por consejo de sus ministros y como castigo por haber apoyado a los guaraníes en la rebelión. Los sacerdotes fueron traídos a Salto y embarcados hacia Buenos Aires y luego a España.
En 1769 el Fuerte sufrió una tempestad que levantó las aguas del Uruguay, inundando y destruyendo las instalaciones. También la poca población existente en las cercanías sufrió las consecuencias. Ese mismo año el Cabildo de Yapeyú ordenó levantar otra población en la ribera de la actual Concordia, en lugar alto, profundidad para puerto, con la ayuda desde Yapeyú que mandó operarios y guaraníes para las tareas portuarias. También se levantó una linda capilla con piso y paredes de piedra, con el techo cubierto de paja. Tuvo sacerdote temporario y hasta uno permanente que dependía de Mandisoví. El único altar era presidido por San Antonio de Padua.
En 1821 terminó la existencia de San Antonio del Salto Chico, a raíz de las guerras y la debilidad del comercio. Los pocos pobladores quedaron dispersos en el lugar y alrededores, todas familias guaraníes que siguieron con la devoción a San Antonio. La capillita siguió más allá de 1824. En ese año, el P. del Castillo, viajó a caballo a esta región, visitó las familias dispersas, bautizó, hizo casamientos y celebró la Misa en la capilla. Cuando esta se derrumbó, la imagen de San Antonio fue recogida y cuidada por esas familias guaraníes, hasta que en 1832, el P. del Castillo la requirió para que su patronazgo en la nueva Villa de la Concordia. Cuando se construyó el primer rancho-templo, donde hoy está la Catedral, San Antonio fue entronizado en esa primera iglesia, bendecida por el mismo P. Mariano José del Castillo. Desde ese momento, el 13 de junio se celebró su fiesta patronal, dentro de la humildad y pobreza inicial de Concordia y en los años que siguieron hasta nuestros días. San Antonio acompañó a la población en momentos difíciles, de progreso y en las grandes epidemias. Hoy soportamos esta pandemia del covid-19, muchos trabajan sin descanso para combatirla, muchas familias sufren las fatales consecuencias y recurren al auxilio humano. Más que nunca, creo, debemos aferrarnos a la oración. San Antonio de Padua nos llama, siguiendo lo que Jesús dijo �SVenid a Mí⬝, ⬝Pedid⬝, �SLlamad⬝, poniendo de nuestra parte la fe necesaria.