Uader: 20 años de una política de Estado
Cuando asumí mi tercer mandato como gobernador, junto a mi compañero Pedro Guillermo Guastavino, teníamos un diagnóstico de la situación. No viene a cuento hablar sobre las razones o los porqués, pero lo cierto es que estábamos en crisis como gran parte del país.
Pese a las fuertes disputas políticas y electorales que mantuve durante más de dos décadas con el exgobernador Sergio Alberto Montiel y a la caótica situación económica en que me entregó la provincia en 2003, en aquel momento creímos que era nuestro deber continuar con dos buenas iniciativas impulsadas durante su segundo gobierno: Sidecreer y Uader.
En la campaña electoral ya habíamos anunciado que no veníamos a destruir todo lo hecho.
Que lo que nos parecía correcto, continuaría. En el caso de Sidecreer, en esos años la tarjeta ya se había consolidado como el pago más conveniente por los beneficios que brindaba a los entrerrianos y por poseer los costos más bajos del mercado. La tarjeta continuaba la filosofía del Gobierno: solidaridad, compromiso y responsabilidad social.
Y en lo referente a la Universidad Autónoma de Entre Ríos, siempre expresamos que era una buena creación pero la realidad era dolorosa. La Uader no contaba con carreras reconocidas por el Ministerio de Educación de la Nación; la mayoría de las carreras estaban suspendidas en su tramitación y había fuertes objeciones de la Coneau, responsable de acreditar a las universidades.
En ese momento recuerdo que trabajamos codo a codo con Ernesto Villanueva, actual rector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, y que entonces era el responsable de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria.
También tuvo un rol relevante Mario Mathieu, quien se desempeñaba como rector normalizador de la Uader.
Ahí pusimos nuestro primer acento para normalizar la educación. Y así es que durante aquella gestión logramos la aprobación de decenas de tecnicaturas, traductorados, profesorados y licenciaturas.
La totalidad de las carreras de grado obtuvieron el reconocimiento oficial y la validez nacional para nuestros estudiantes de cada rincón entrerriano.
Hubo también una evolución notable de ingresantes; se aprobaron decenas de proyectos de investigación y desarrollo; se firmaron convenios con 19 universidades nacionales y 8 universidades extranjeras, entre tantos otros logros. Y por resolución todas las carreras que se dictan en la Uader deben incluir obligatoriamente la cátedra de Derechos Humanos.
Por estos días la Uader celebra veinte años de rica historia, en la que miles de entrerrianos, oriundos de las ciudades cabeceras o de los parajes rurales más pequeños, han pasado por sus aulas, teniendo la posibilidad de desarrollar su vida universitaria y de formarse profesional y humanamente.
Cuando parece que la política se rige por la inmediatez y lo coyuntural, bien vale la pena rescatar estos ejemplos de decisiones tendientes a mejorar o transformar una situación pública problemática, que se han mantenido a través de los años. Acá hubo estabilidad, consenso, largo plazo y continuidad.
En el discurso que brindé ante la Asamblea Legislativa el 12 de diciembre de 2003 lo puse de manifiesto: �SNos comprometimos con los comerciantes a continuar la tarjeta Sidecreer, y lo haremos.
����Y nos comprometimos con los docentes y estudiantes de la Uader a enderezar esta institución, dándoles validez a sus títulos que hoy no lo tienen, excelencia a su educación y reformular su perfil para que sea una universidad federal, social y comprometida con la actividad productiva de la provincia⬝.
Con satisfacción hoy puedo decir que nuestra gestión cumplió sobradamente con esos dos propósitos. Ha sido un largo camino que continuó luego de 2007 y en ambos casos se fueron consolidando como políticas de Estado; en lo puntual de la Uader, un compromiso que afianza la importancia central de la educación pública, gratuita y de calidad.