EN BUSCA DE UN SUEÑO
“Lento, pero viene, el futuro, despacio, se acerca pero viene” (Mario Benedetti)
La modernidad inventó la adolescencia y con ella un momento de la vida en el que “elegir” una “vocación”.
Eso significa que, al final de ese período de “tormenta y agitación”, el adolescente debe “descubrir” el “llamado del destino” (vocación significa, etimológicamente “acción de llamar”).
Tantas comillas descubren que la detección de ésta voz que revelaría el ser predestinado, es un mito, que se expresaría en el hallazgo de un “qué hacer” para definir un “quién ser”. Como sea, aproximadamente a los 17 años, con la culminación de los estudios secundarios, a los adolescentes se les presenta el dilema (que tienen que transformar en problema),de “descubrir” su identidad vocacional.
Este concepto que equipara la identidad a un destino predeterminado, supone que las personas “nacen” para ser médicos, abogados o ingenieros. Sin embargo hace tiempo sabemos que la elección de una identidad vocacional o profesional, constituye una construcción que atraviesa la vida de los individuos y cuyas motivaciones, conscientes e inconscientes lo trascienden. Comienzan como mínimo, con las expectativas, los deseos y sueños que los padres proyectan sobre los hijos, incluso antes de su concepción. “María será la exitosa bailarina que no pude ser” fantasea, en medio de ensoñaciones una mamá, o “José el gran futbolista que debería haber sido” anhela, en la tierna espera, su papá.
Son deseos necesarios, constitutivos, que el futuro niño deberá saber eludir como mandatos. Para construir su propio deseo, para no vivir a través de los sueños de Otros. Y así, en su elección de vida, pesarán múltiples motivaciones, como su ubicación social, sus experiencias que, desde la infancia, en el tránsito de las trayectorias escolares y las vivencias sociales, van perfilando un universo de gustos e intereses que la orientarán. En un período en el que aun la identidad no está definida, en el que los “síntomas normales” de la adolescencia están en plena vigencia, en el que está lejos de conocerse y mucho menos de reconocer el mundo que lo rodea, en ese contexto, los adolescentes son intimados a decidir, en el mejor de los casos, qué hacer, estudiar o trabajar. Digo en el mejor de los casos porque, penosamente, nuestra sociedad deja afuera de esa posibilidad, a una enorme cantidad de jóvenes, marginalizados, que cierta jerga sociológica ha definido como Ni-Ni (porque no han tenido acceso ni posibilidades, por sus condiciones de carencia económica a elaborar un proyecto de vida a través de la elección de un trabajo, un oficio o una carrera). Es una de las grandes injusticias y, además, uno de los enormes riesgos en esta etapa de la vida. Un adolescente imposibilitado de construir un proyecto para su existencia, es empujado por la sociedad, potencialmente, al delito, las drogas, la depresión o el suicidio. En ese sentido, acompañar a los jóvenes en éste proceso de búsqueda de una identidad profesional, es decir, brindarles una orientación vocacional, se constituye en un fundamental factor en la protección de su salud mental. Ayudarlo a conocerse, a explorar sus intereses, y también, a conocer las ofertas educativas, existentes y posibles.
Es que se da la paradoja que, la elección, debe realizarse en un momento de confusión personal y desconocimiento del universo de posibilidades a elegir. Es como verse obligado a escoger un plato, sin conocer el menú. Eso implica que para poder tomar decisiones es imprescindible conocer las opciones existentes. No se puede elegir sin saber. Es en ese contexto que deseo contar una interesante experiencia que estamos llevando a cabo, desde el año 2022, en conjunto con la Escuela “Francisco Ramírez” de los charrúas, que posee un enorme compromiso con el proceso educativo y vital de sus alumnos. . Se trata de la visita, en varias etapas, a las instituciones educativas de la ciudad de Concordia. En esa práctica, hemos recorrido esta semana, cuatro casas de estudio que han abierto, generosamente sus puertas, para que los chicos logren interiorizarse de sus propuestas. En primer lugar asistimos al I.S.E.E.F (Instituto superior de especialidades en Educación Física), donde a través del juego, las explicaciones y los recorridos, contagiaron su amor por esa actividad tan noble y hermosa. Con prodigalidad su Rector, Mario Legarreta, Profes y alumnos de distintos niveles, respondieron las dudas y preguntas de los adolescentes, en una jornada plena de diversión y aprendizaje. La segunda institución visitada fue la “Escuela técnica 3, centro de formación profesional”, también conocida como “Escuela de oficios”. Allí descubrieron, los estudiantes, un mundo fascinante, donde aprendizaje, ciencia, arte y oficios, se combinan con una armonía que une, lo útil y lo estético. Guiados con generosidad por su Director, Martín Piriz, los chicos descubrieron los diferentes oficios que pueden forjar posibilidades laborales a futuro. Profesores de carpintería, mecánica del automotor, electricidad, albañilería, soldadores, torneros, tapiceros, modistas y confeccionistas de ropa, entre otros, fueron trasladando su pasión a los gurises. Luego pudieron indagar en las carreras que se estudian en la U.A.D.E.R sede Concordia, como acompañamiento terapéutico, psicogerontología y Música, a través de las claras explicaciones del Director Esteban Taubas. La última visita, antes de la despedida, correspondió al I.P.C (Instituto de profesorado Concordia), que a través de Brisa Leonardelli, ofreció una amplia mirada de las ofertas educativas de la institución: Profesorados de Psicología, Filosofía, Biología, Tecnicatura en Comunicación, entre otras, fueron absorbidos por los estudiantes, que culminaron la jornada con un cúmulo de conocimientos que los ayudarán en la difícil tarea de elaborar un proyecto profesional, es decir, un proyecto de vida. Esta propuesta es ideada por la Escuela Francisco Ramírez de “Los Charrúas”, representados fundamentalmente por su Asesora pedagógica, Jésica Wallingre, conjuntamente con el “Programa Municipal de Prevención del suicidio” que coordino en esa hermosa localidad. Obviamente que es el producto de muchas voluntades y esfuerzos, de directivos y profes que en este año y ocho meses que tiene el Programa de salud mental, han mostrado un enorme compromiso, no solo con la educación, sino también, con el acompañamiento en la vida emocional de sus adolescentes.
Quiero agradecerles a ellos y a las instituciones que nos recibieron, por hacerme parte de esta enriquecedora experiencia, que me pareció importante compartir, en ésta columna, con los lectores.