Sándor Márai. Un pequeño burgués, testigo de su tiempo
Sándor Márai, cuyo nombre real era Sándor Grosschmid, nació el 11 de abril de 1900 en Kassa (hoy Košice, Eslovaquia), una ciudad perteneciente, en esos tiempos, al imperio austrohúngaro. Perteneció a una familia acomodada. Durante los años 20, vivió en Liepzig, Alemania y en París, Francia, donde estuvo en contacto con las vanguardias intelectuales y estéticas.
En esos años estuvo dedicado al periodismo. Retornó a Hungría y alcanzó, durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, una gran popularidad como periodista y novelista. Con la ocupación soviética de Hungría, aprovechó unas jornadas literarias en Suiza para exiliarse y nunca regresó a su país de origen.
Residió unos años en Nápoles, donde compartió la ideología liberal con Benedetto Crocce y después en Salerno. Terminó sus días en 1989 en los Estados Unidos. Márai en su trashumancia, adquirió un espíritu multicultural sin renunciar a su identidad húngara.
Kassa, desde antes de su nacimiento pertenecía al imperio austrohúngaro. Márai al residir en Liepzig, Alemania comenzó a escribir en alemán para años más tarde hacerlo en húngaro, un idioma que no se identifica con ninguna otra lengua europea vecina, salvo con el finlandés.
Ejerció un valioso cosmopolitismo manteniéndose fiel a su lengua, a pesar de que de haber optado por seguir expresándose en otra, como la alemana, en su momento, o inglés, hubiera tenido más notoriedad en vida, porque, estaba convencido de que la verdadera patria es la lengua de la infancia.
Póstumamente fue conocido por sus novelas. Muchas de ellas valiosas, como �SLa mujer justa⬝. Sin embargo en sus autobiografías se preocupó por reflejar el tiempo que le tocó vivir.
Así, en �SConfesiones de un burgués⬝, que publicó en 1934, con un lenguaje propio de la semántica periodística, se interesó por mostrar su ciudad, su familia, la clase a la que pertenecía; de forma tal de trazar un cuadro que abarca tanto su propia personalidad como el ámbito que lo rodeaba.
En función de esa posición se asume como perteneciente a la burguesía con lo que tal clase implicaba en ese momento en Hungría.
Entre los conceptos característicos de la burguesía que consideraba positivos estaban la preocupación por la literatura. Decía Márai que en la calle principal de su ciudad se discutía más de literatura que de otras cuestiones.
Y las librerías congregaban a quienes se reunían a interiorizarse por las novedades. La burguesía, agregaba, necesitaba los libros como el pan de cada día.
En el ejercicio del periodismo consideró al avance del nazismo como un elemento inconciliable con las ideas de la burguesía europea. Estuvo en el Palacio de los Deportes en 1933 cuando Hitler en su discurso evidenciaba la inminencia del avance de su política antisemita y racista.
Frente a ello, Márai proclamaba celebrar la razón por encima de los instintos y aspiraba a la preeminencia de la fuerza y la resistencia de la inteligencia y el espíritu.
Desencantado por una realidad que veía dramática, incierta y peligrosa, comenzó a volcar su preocupación en la novelística, sin dejar totalmente el periodismo. En sus novelas, con un estilo realista comparable con el de Thomas Mann y Stefan Zweig, la burguesía es vista desde una posición más abiertamente crítica, matizando sus variantes más negativas. Sobre todo la incapacidad de vincularse con el resto del espectro de la sociedad, manteniendo un status sectario.
Y remarcaba la decadencia de la burguesía en el marco de una Hungría que conocía muy bien.
De todas maneras, en 1969, quiso volver a dejar constancia de su preocupación por los momentos históricos que vivió en otra autobiografía, �S¡Tierra, tierra!⬝. En ese libro cuenta el final de la ocupación nazi en su país, la liberación por parte de la Unión Soviética y la construcción del régimen comunista en Hungría que se convirtió en un satélite de los soviéticos.
Martín Kohan en un artículo publicado en revista �, dice, acertadamente, respecto al tema de las novelas de Márai que, �Ssiempre el mismo: la manera en que cierto hecho que sucedió en el pasado, o mejor: algo que en el pasado debió suceder y no sucedió por alguna cosa que en un tiempo ya lejano se dijo o no se dijo, o que se dejó entrever pero no acabó de manifestarse, mucho después, al cabo de los años, vuelve.
Y al volver asume la tremenda tristeza de las miradas retrospectivas, la desorbitada intensificación de un presente donde por fin se comprende todo, y la desolación sin futuro de entender qué es lo que hay que hacer cuando ya no queda nada que hacer⬝.
Así, en �SLa mujer justa⬝, uno de sus más novelas más emblemáticas, se cuenta una historia de un triángulo amoroso, relatado desde los diferentes puntos de vista de los tres personajes principales. Es una profunda reflexión sobre los sentimientos y el efecto que las relaciones provocan en cada persona.
En �SEl último encuentro⬝, se revela la complejidad del alma humana, las debilidades y los temores de las personas. Los miedos adquieren sustancial importancia.
Los personajes, un general y un camarada de armas, habían sido mejores amigos, tuvieron una infancia y juventud común, pero hubo un hecho que los alejó. En el reencuentro se pone en juego las preguntas y las dudas del pasado. Márai suma suspenso con un lenguaje refinado y seductor que crea un clima de tensión creciente.
�SDivorcio en Buda⬝, uno de sus primeras novelas, gira en torno de una conversación entre un juez que debe tramitar un divorcio y uno de los integrantes de la pareja. El juez siempre había tenido interés en la mujer que se está divorciando, pero eso no impide que los temas recurrentes del autor: las relaciones humanas, el ascenso social de algunos de los miembros de la sociedad, y la decadencia de la burguesía sean fundamentales en la trama que desnuda las verdaderas intenciones de los personajes y el barniz que le aporta la clase social a la que pertenecen.
Márai, luego de una larga vida, se manifiesta preocupado por la vejez, la que, según él, llega poco a poco. Agrega que implica al cuerpo y al alma, se expresa con el aguzamiento del sentido de la realidad y se hace real e irremediable cuando ya no hay esperas y todo se vuelve previsible, desde el cambio de las estaciones hasta el acontecer de los eventos. Dolorido por las muertes de sus tres hermanos, la de Lola, quien fuera su mujer durante 60 años y la de su propio hijo, en el término de un año y medio, se suicidó el 22 de febrero de 1989 en San Diego, California, Estados Unidos, dejando una obra literaria de singular valía.