Reflexiones sobre el cierre de las cuentas de Donald Trump
Académicos, analistas y dirigentes políticos, entre otros, quizás excesivamente influenciados (con motivos valederos de sobra) por la antipatía que les genera el cuadragésimo quinto presidente estadounidense, celebraron el cierre de su cuenta de Twitter luego de los patéticos hechos ocurridos en el Capitolio el 6 de enero.
Subidos a esa ola anti Trump, lo que seguramente muchos no alcanzaron a sopesar es la gravedad del hecho de censura que se cometió: Mark Zuckerberg, pope de una corporación que maneja las redes sociales, se auto-atribuye la potestad de juzgar y acallar por �Sprocedimiento sumarísimo⬝ al presidente de la nación más poderosa del mundo, que además acaba de ser votado por setenta millones de personas. Es preciso abstraerse por un instante de Trump y cabe preguntarse: ¿dónde está el poder realmente?, ¿quiénes son los subalternos?
Andrés Manuel López Obrador, un líder político que poco o nada tiene en común desde lo ideológico con Donald Trump, fue acaso el primer presidente que advirtió sobre los riesgos de que las plataformas decidan quién debe y quién no debe tener voz.
�SNo puede ser que una empresa particular se erija en la institución mundial, por sus alcances, de la censura, como la santa inquisición de nuestros tiempos, en lo que corresponde a las redes sociales, eso no se puede aceptar, eso no se puede permitir, porque eso va en contra con la libertad⬝, expresó AMLO, plenamente consciente de que el afectado de hoy es Trump, pero el día de mañana puede ser cualquier otro que moleste o irrite a estas corporaciones que regulan la palabra.
La canciller alemana, Angela Merkel, tal vez una de las dirigentes políticas de mayor envergadura mundial en las últimas décadas, también puso las �Sbarbas en remojo⬝ y, a través de su vocero, manifestó lo problemático de esta situación: �SEs posible interferir en las libertad de expresión, pero según límites definidos por el legislador, y no por la decisión de una dirección de empresa⬝.
El cierre de la cuenta de un presidente democrático y en ejercicio, que evidentemente marcará un antes y después, nos tiene que llevar a la cuestión de fondo, que sin duda deberá ser objeto de debate, y que es cuánto de la regulación de estas redes sociales le compete al Estado y cuánto a estas corporaciones globales.
Los estándares internacionales de derechos humanos en materia de libertad de expresión siempre tendrían que considerarse como un faro que guíe esta controversia, teniendo en cuenta que las normas de una empresa jamás pueden estar por encima de las leyes de un país.
Por lo pronto, soy un convencido que la única manera de evitar el ascenso al poder de personajes misóginos, xenófobos y chauvinistas como Trump es a través de las urnas y de ningún modo por medio de la censura.