«Algunas de las noticias más importantes de arqueología de los próximos 20 años surgirán en Ecuador»
Un equipo de la Universidad de Alcalá, dirigido por Manuel Castro y Lauro Olmo, investiga junto con el INPC ecuatoriano qué ocurrió con la cultura manteña cuando llegaron los españoles.
Desde su salida de Panamá en noviembre de 1524, una serie de calamidades e infortunios había acompañado a los conquistadores españoles en el Pacífico. El hambre, las enfermedades y los intentos de desembarco en las costas colombianas y del norte de Ecuador habían mermado sus filas. Hasta el propio Francisco Pizarro y Diego de Almagro habían estado a punto de morir. Por eso, cuando el navío del piloto Bartolomé Ruiz se topó frente a la costa del Cabo Pasado (Manabí) con una gran balsa repleta de mercancías el 26 de septiembre de 1526, aquel encuentro constituyó la primera buena noticia en casi dos años.
La carga que llevaban en esa enorme embarcación hecha de cañas tan gruesas como postes impresionó a los conquistadores, «no solo por la presencia de metales preciosos, sino por el amplio conjunto de productos entre los que destacaban dos mantas de lana y algodón, y especialmente, conchas marinas, el conocido "Spondylus" o "mullu"», relata el arqueólogo español Manuel Castro Priego. Este profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y el catedrático de Arqueología Lauro Olmo Enciso dirigen desde 2018 un proyecto de investigación de la UAH en aquel remoto lugar de Ecuador que tanto fascinó a los primeros españoles que llegaron y los resultados, avanzan, «han sido ya sorprendentes».
Los comerciantes-mercaderes que navegaban en la balsa formaban parte de la cultura manteña y aquellas conchas coloradas a los que los indios daban tanto valor simbólico, religioso y económico, la Spondylus Princeps, eran la «moneda» que empleaban las élites andinas a lo largo de toda la costa pacífica americana y que alcanzaba, incluso, las sociedades Olmecas y Aztecas. «Es el precedente del real de a ocho, está por todo el Pacífico, y el mejor Spondylus era el rojo que se producía allí», resume Lauro Olmo.
«Gente de mucha policía»
A los españoles pronto les asombró también la organización y complejidad de las poblaciones manteñas que conocieron en aquellos primeros años de contacto, entre 1526 y 1530. «Tienen los pueblos muy bien tracados de sus calles, tienen muchos géneros de hortalizas y tienen mucha horden y justicia entre sy; y es gente de mucha polizia» (sic), escribieron en sus crónicas.
«Los manteños tenían casi el monopolio del comercio marítimo entre lo que hoy es la mitad de Chile hasta México» e incluso durante el Imperio Inca, esta cultura extendida a lo largo de la costa mantuvo gran parte de su autonomía, debido a su control de la producción de Spondylus. «Eso sí, pagando impuestos», según indica Olmo.
Tampoco con la llegada de los españoles parece que la situación cambiara drásticamente. Los arqueólogos señalan que hubo una presencia demográfica europea «limitada» y que los manteños mantuvieron en buena medida su modo de vida hasta el siglo XVIII, hasta el periodo borbónico, aunque fuertemente integrados dentro de la colonia. «Hay caciques manteños que vinieron a ver a Felipe II para reclamar su reconocimiento como caciques y pedirle marquesados, que el monarca les concedió», apunta Castro.
Intrigados con qué ocurrió tras la llegada de los españoles en esta área periférica dentro del Imperio, los arqueólogos de la Universidad de Alcalá impulsaron en 2018 el proyecto «Perduraciones, continuidad y ruptura. Nuevas realidades de desigualdad en la costa ecuatoriana central (ss.XVI-XVII)», junto con el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de Ecuador y el apoyo financiero del Ministerio de Cultura español y de la Fundación Palarq.
«Aquí nos encontramos con un estado muy potente en el que el paisaje colonial se impone, pero dentro de una debilidad aparente y no porque no hubiera interés en la zona, sino porque hay un proceso de integración que funciona», subraya Castro, interesado en descubrir cómo se produce ese intenso mestizaje hasta el siglo XVIII y cómo ha perdurado hasta hoy el legado manteño en diversas áreas como la alfarería, que se sigue realizando con técnicas prehispánicas (aunque toda la terminología es castellana), o en la arquitectura en bambú, que aún continúa (con términos españoles de carpintería).
Los corrales marinos de Ligüiki
Tras una amplia prospección arqueológica del área costera situada al sur de la ciudad de Manta, el equipo de este proyecto de cooperación científica hispanoecuatoriano comenzó a excavar con ayuda de la habitantes de la zona en Ligüiki, un importante asentamiento manteño hasta ahora desconocido que se extiende en un acantilado sobre el Pacífico. Allí han documentado un enorme complejo pesquero de más de 12 kilómetros formado por tres líneas de corrales marinos que permitía un sofisticado sistema de pesca pasiva. A través de un sistema de drenaje, el mar invadía estas terrazas de U invertida durante la marea alta y cuando ésta bajaba el pescado quedaba retenido en ellas. Aún hoy la población local emplea estos corrales para el marisqueo y la pesca de pulpo, a pesar de que parte de ellos ahora está sumergida bajo el mar debido al cambio climático.
En Chiloé (Chile) o en Chipiona y Rota existen corrales marinos similares. «Es un contexto de extracción que conocían los españoles, que ya entonces dicen que los manteños eran grandes pescadores y que tenían "pesquerías", refiriéndose probablemente a estos corrales», apunta Castro Priego, antes de añadir que el sistema continuó en época colonial aunque el Spondylus, ese elemento ritual y económico de la cultura inca y manteña, desapareció.
Durante la última campaña en Ligüiki, los arqueólogos se han centrado en una gran «tola» o edificio sobreelevado manteño del siglo XV, similar a un zigurat, del que están obteniendo datos sobre cómo se estructuraba la sociedad manteña que se encontraron los españoles. «Hemos hallado un espacio doméstico, con espacios funerarios próximos, y la enorme cantidad de materiales encontrados nos va a permitir empezar a seriar correctamente la secuencia cultural material manteña, porque hoy se identifica lo que es manteño, pero hay una nebulosa de cuándo empieza y hasta dónde llega», explican.
Frente al estudio de otras sociedades andinas, el de la cultura manteña «ha permanecido en un segundo plano», según afirma Castro. La primera aproximación científica se produjo hace apenas un siglo cuando el arqueólogo estadounidense Marshall Howard Saville desembarcó en la costa ecuatoriana con el propósito de obtener piezas para museos norteamericanos. Saville localizó el yacimiento de Cerro de Hojas-Jaboncillo y encontró un importante conjunto de sillas monumentales en piedra, las famosas «sillas manteñas» que forman parte de la colección del Museo del Indio Americano (Instituto Smithsonian, Washington). «The New York Times» se hizo eco de esos descubrimientos en 1907, dando a conocer al mundo la aparición de «una nueva civilización», que posteriormente estudiaron los arqueólogos ecuatorianos Jacinto Jijón y Emilio Estrada, identificando diversos yacimientos y profundizando en la idea de la existencia de una «Liga de Mercaderes» formada a partir de varias ciudades.
«Jaboncillo era uno de los grandes centros, si no el gran centro ceremonial y político del Estado manteño», subraya Olmo Enciso. Precisamente en la excavación de ese yacimiento van a participar los expertos de la UAH. Gracias al empleo del Lidar, un escáner láser 3D aerotransportado con dron que permite conocer lo que se esconde bajo la vegetación, han podido comprobar que la ciudad manteña se extendía por 3.500 hectáreas, con sus aterrazados y sistemas de captación de agua entre asentamientos. «Diez veces Machu Picchu», comentan.
Área de actuación en Ecuador
De momento ya han comenzado a estudiar la ciudad que está justo a los pies de Jaboncillo, Portoviejo, la primera fundación española en la costa ecuatoriana (1535). Si hasta ahora sus pasos se habían encaminado a excavar yacimientos prehispánicos para ver qué pasó en esos sitios indígenas con la llegada de los españoles, esta investigación permitirá asomarse a este momento histórico desde el otro lado, estudiando los materiales coloniales y observando si existe una continuidad de la cultura manteña.
«A pesar de su potencia, de su conformación como un Estado, es una cultura de la que sabemos muy poco», afirman los investigadores españoles, convencidos de que «Ecuador tiene una arqueología por descubrir».
«Parte de las noticias importantes de arqueología en Latinoamérica de los próximos 20 años surgirán posiblemente en Ecuador», auguran sin dudar. Quizá sean ellos mismos quienes las desvelen. Su método de excavación en área promete arrojar más datos sobre esta misteriosa cultura y sobre el periodo colonial.