El aporte de la ciencia en medio de la guerra informativa por el conflicto en Ucrania
En diálogo con Télam, el analista del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia (GEUS), Tine Larsen, señala cómo los datos duros permiten combatir la desinformación y la guerra informativa inherente a los conflictos bélicos.
El conflicto en Ucrania es también una guerra de desinformación y acusaciones cruzadas, pero entre tantos señalamientos políticos existe también un trabajo científico que ayuda a entender la situación en el terreno y alrededores, como ocurrió con las explosiones del año pasado en los gasoductos Nord Stream o, más recientemente, la destrucción de la represa de Kajovka.
“El 26 de septiembre se descubrieron unas grandes burbujas de gas en la superficie del Mar Báltico cerca de la isla danesa de Bornholm y rápidamente nos dimos cuenta de que teníamos eventos en nuestros sismógrafos que podrían relacionarse con esto”, narró a Télam Tine Larsen, analista del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia (GEUS), primera agencia en detectar las detonaciones en los ductos que conectan Rusia y Alemania e inoperativos como parte de las sanciones contra el Kremlin por la invasión.
“Tuvimos dos eventos, con 17 horas de diferencia y en dos lugares diferentes, y rápidamente pudimos ver que no eran terremotos. Debido a la naturaleza de las señales de onda, definitivamente se trataba de explosiones”, añadió tras participar en Viena de una conferencia realizada por la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (Ctbto, por sus siglas en inglés).
Los sistemas de vigilancia de esta organización, repartidos en todo el planeta con la función principal de detectar posibles testeos atómicos, jugaron un rol fundamental para obtener datos en tiempo real de las detonaciones.
Esas estaciones, junto a las de las agencias científicas de Dinamarca, Suecia, Noruega y Alemania permitieron geolocalizar los puntos exactos de las detonaciones y determinar que no era un evento natural, como un sismo.
“Nos dimos cuenta de que se trataba de los gasoductos Nord Stream y entonces la vida se nos complicó un poco porque, de repente, estábamos en medio de una investigación criminal y nosotros éramos simples científicos haciendo nuestro trabajo”, contó Larsen.
“Nos quedamos en el instituto las 24 horas del día durante casi dos semanas, trabajando en los datos con un pequeño grupo. Quedó claro que el primer suceso fue una sola explosión en el gasoducto Nord Stream 2, y un segundo suceso registrado por el Ctbto que fueron tres explosiones, separados entre 7 y 10 segundos, en el Nord Stream 1”, precisó.
El único consenso es que fue un sabotaje, pero las acusaciones sobre su autoría apuntaron en todas las direcciones: Rusia, Estados Unidos y grupos pro ucranianos fueron señalados como responsables.
Algunos de los países europeos más cercanos a las detonaciones pusieron en marcha sus propias investigaciones, de las cuales el Kremlin descree por no poder participar, mientras que el pedido de Moscú de abrir una pesquisa internacional fue rechazado en el Consejo de Seguridad de la ONU.
“No tenemos en absoluto la responsabilidad de decir quién lo hizo. Sólo somos científicos”, manifestó Larsen y comentó que están trabajando para precisar con exactitud la equivalencia entre la magnitud cercana a dos en la escala Richter que mostraron los sismógrafos a kilotones de TNT, medida que cuantifica la energía liberada en las detonaciones, algo que “tiene gran interés en la investigación”.
Pese a la resonancia del caso, la sismóloga dijo que “no hay ninguna presión” en la labor que hacen para aportar más precisiones sobre lo que ocurrió.
“Las únicas limitaciones fueron al principio, cuando no sabíamos lo que estaba pasando. La primera explosión fue dentro de la zona económica exclusiva danesa, así que existía la preocupación de que el país estuviera bajo ataque, por lo que podíamos hacer todos los análisis, pero se nos dijo que no compartiéramos nada fuera de nuestro pequeño grupo. No hablábamos ni siquiera con los colegas de las oficinas de al lado”, recordó.
Por su parte, el 6 de junio pasado y pese a estar a más de 1.500 kilómetros de distancia, el instituto de sismología noruega Norsar detectó con sensores ubicados en Rumania y Ucrania otra “explosión”, pero esta vez procedente de la región ucraniana de Jerson, con un rango de 30 kilómetros a la redonda de la ubicación de la represa de Kajovka.
“Monitoreamos Ucrania para ver si algunos de sus reactores nucleares están comprometidos, por lo que tenemos datos continuos. Vimos que a las 2:54 de la mañana hora local hubo una señal clara que correspondía a la distancia y la dirección de la presa”, narró a Télam Ben Dando, jefe del departamento dentro de la agencia que se ocupa de que se cumpla el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.
El investigador indicó que “las señales recibidas no son de calidad suficiente para poder analizar con fiabilidad la magnitud sísmica y la potencia del explosivo”.
“Podemos decir que la magnitud está entre 1 y 2 en la escala Richter, lo cual es una incertidumbre bastante grande” y por eso señaló que es “imprudente” intentar sacar su equivalencia en cantidad de toneladas de TNT.
El ataque a la represa inundó la localidad ucraniana de Jerson
Pese a estos problemas, la agencia noruega concluyó que “las señales indican que fue una explosión”, lo que afianza la hipótesis de que el dique hidroeléctrico situado en una zona bajo control ruso no cedió por los daños causados en bombardeos de meses anteriores.
“Todo lo que podemos decir es si vemos una explosión, no podemos decir nada más, por ejemplo, sobre el tipo de explosivo que se utiliza”, explicó Dando, en medio de acusaciones cruzadas que continúan entre Rusia y Ucrania sobre la responsabilidad de la destrucción de la presa que inundó localidades en ambas orillas del Dniéper. (Corresponsal Télam).