El magnicidio de Entre Ríos. El vil asesinato de Justo José de Urquiza y sus hijos
Por Juan Ignacio Garasino. 1870 fue un año que sucedieron hechos trascendentes como el ocurrido el 4 de enero cuando el expresidente Bartolomé Mitre fundó el diario La Nación que continúa siendo uno de los más prestigiosos medios de información del país, o seis días después cuando John D. Rockefeller fundó la Standard Oil, iniciando la vanguardia de empresas trasnacionales con capitales norteamericanos. O el 1 de marzo cuando el presidente paraguayo Francisco Solano López muere en el combate de Cerro Corá, que llevó a la rendición de los guaraníes en la Guerra de la Triple Alianza, luego de más de 6 años de sangrientos combates.
La visita del presidente Sarmiento a Urquiza
En aquel funesto año, Domingo Faustino Sarmiento gobernaba el país, Urquiza era el gobernador de Entre Ríos. Ellos habían sido aliados en Caseros, para romper luego de la huida de Rosas, además de la triunfal y resistida entrada de Urquiza en Buenos Aires. El vencedor de Caseros invitó al presidente a visitar la provincia en 1869, el cuyano alborotador aceptó el convite para el próximo año, donde aprovecharía una gira presidencial. Sarmiento llegó en la mañana del 3 de febrero de 1870 a Concepción del Uruguay, a bordo de un vapor de nombre Pavón, en clara alusión a la batalla conocida con ese nombre ocurrida en 1861. Las consecuencias del abandono de Urquiza del campo bélico marcaron la posterior pacificación entre Buenos Aires y la Confederación Argentina. 18 años después de la batalla de Caseros, sellaron en un abrazo, procurando cerrar años de desencuentros. Sarmiento expresó que luego de tan importante encuentro con el gobernador entrerriano, por fin se sentía presidente de todos los argentinos.
El magnicidio del gobernador Urquiza
El lunes santo cayó el 11 de abril de 1870, el día en el cual el gobernador de Entre Ríos seria asesinado por una horda de forajidos, que respondían a las ordenes emanadas por el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán. La tarde era apacible, sin embargo, Urquiza subestimó una serie de sucesos que para muchos federales fueron el motor que los movilizase para la conspiración contra la familia del patriarca entrerriano. Se habían iniciado en 1861 luego de Pavón, más tarde hubo recelos cuando el hombre fuerte de la provincia de Entre Ríos apoyó al gobierno en la guerra del Paraguay, culminando cuando no se solidarizó en favor de las sediciones de los caudillos del interior.
La conjura fue planeada en una estancia en Arroyo Grande perteneciente a López Jordán. La sorpresa seria clave en el ataque sobre San José. En principio no se buscaba asesinarlo, sino obligarlo a renunciar y el exilio sería una de las posibilidades, pero los hechos acontecidos a la misma hora en Concordia con dos de sus hijos, desmentirían esta conjetura. Para reforzar esta apreciación de los hechos históricos podemos afirmar que dos conspiradores como los hermanos Querencio y Robustiano Vera querían que la sangre llegara al río. Los asesinos de Urquiza eran liderados por el coronel Simón Luengo, secundado por el mayor Robustiano Vera y por José María Mosqueira. Otros integrantes de la horda conspiradora fueron los capitanes Facundo Teco y Ángel Álvarez; el teniente Agustín Minuet, Pedro Aramburú y Juan Piran. Ambrosio Luna y Nicomedes Coronel, se sumarian con posterioridad a los atacantes. Coronel tenía la particularidad de ser mayordomo en la estancia San Pedro que era propiedad de Urquiza. La ejecución de las acciones fue realizada entre las 19 y las 1930 horas por grupos que tenían que cumplir con diversos objetivos. El palacio era inmenso, el ataque debería contar con la sorpresa y la potencia para prevenir un contraataque de las tropas de Urquiza. La casa contaba con 38 habitaciones, tres patios, dos grandes jardines, una capilla y un lago artificial. Un grupo de hombres al mando del mayor Vera, deberían controlar a decenas de soldados en uno de los costados del palacio; el grupo liderado por el capitán Mosqueira controlaría la parte posterior de la casona, mientras que el resto de los bandidos comandados por capitán Luengo, entrarían por el frente del palacio San José. El anochecer favoreció al encubrimiento y avance de los bandidos La guardia fue abordada por los atacantes, en el interior del palacio se escucharon los galopes de los jinetes, algunos disparos y gritos de los conspiradores: ¡Abajo el tirano! ¡Viva el general Ricardo López Jordán!”.
El general Urquiza supo que las amenazas que en el pasado cercano había desestimado eran una cruel e injusta realidad por todo lo que había hecho por la nación y su provincia. Ingresó a una de las habitaciones y pidió un arma a su esposa Dolores Costa. Ella le dio un rifle, en el patio se respiraba caos, gritos, tiros y sadismo en procura de la presa y sus descendientes. Urquiza se defendió a balazos, alcanzó a herir a uno de sus atacantes, pero fue alcanzado por un disparo arriba de su labio superior que lo hizo caer al piso. Coronel vio que el gobernador moribundo era abrazado por su esposa y una de sus hijas del mismo nombre que su madre. La adolescente quiso defenderlo con una pequeña espada, hasta que el mayordomo Coronel le asestó 5 puñaladas que terminaron con la vida del primer presidente constitucional de la república.
El final de sus dos hijos en Concordia
Waldino y Carmelo de Urquiza fueron ultimados el mismo día y aproximadamente a la misma hora en la ciudad de Concordia. Es estremecedor pensar en la sincronización de la conspiración en una época que las comunicaciones eran realizadas mediante el uso intensivo de chasquis, y con a la aparición reciente del telégrafo. Waldino estudió en Buenos Aires, y en 1843 fue incorporado al Ejército de Reserva, teniendo una importante performance militar en la batalla de Caseros. En 1870 era el comandante militar de Concordia, y su medio hermano, el coronel Justo Carmelo, era el jefe político de la ciudad, una especie de intendente. Waldino fue atrapado enfrente de la plaza principal, donde vivía, (actualmente el “Gran hotel Colon”). Lo torturaron, llevándolo arrastrado por las calles tirado por un caballo. El final de su vida fue en el cementerio viejo, donde quedó su cuerpo colgado en uno de los muros, como el final de Juan Moreira. Finalmente, fue sepultado días más tarde.
Justo Carmelo fue asesinado en el hotel La provincia por sus compañeros de naipes, donde jugaba por las noches. Los verdugos fueron Federico Averasturi, el propietario del hotel y Mariano Queréncio, director de aduana, quien había sido nombrado por el padre del desdichado Justo Carmelo. Urquiza fue apuñalado en una cama, mientras conversaba con los mencionados compañeros. El muerto fue llevado en un carretón hacia el arroyo Yuquerí, siendo arrojado y descubierto el mismo en los meses posteriores.
El final de Lopez Jordán
Luego de que la conspiración triunfara, López Jordán fue nombrado gobernador por la legislatura de la provincia. El presidente de la nación, intervino la provincia, envió tropas y lo acusó de sedición. El conflicto entre la provincia y la nación se extendió hasta diciembre de 1876 cuando Ricardo López Jordán fue encarcelado. El 12 de agosto de 1879 se fugó de la cárcel de Rosario, buscando asilo en el Uruguay. El 22 de junio de 1889 en Esmeralda al 500, en la ciudad de Buenos Aires, el traidor y conspirador López Jordán fue ultimado con dos balazos en su cabeza. Había pasado diez años exiliado, siendo indultado por el presidente Miguel Juárez Celman. Intentó rehacer vida personal y profesional, buscando infructuosamente recuperar su grado militar de general.
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