40 años del “Partenón de los libros prohibidos”
A finales de 1983, Argentina comenzaba a escribir una nueva etapa social, histórica y política. El retorno de la democracia se convirtió en un hecho permanente. Aquel 10 de diciembre, Raúl Alfonsín dió inicio a un período de Gobiernos elegidos por el voto popular.
La antesala de ese 10 de diciembre representa la historia más cruenta del país. Y en ese frente colectivo que pedía democracia, los artistas –como ocurre en todo el mundo– cumplieron un rol fundamental: interpretar, canalizar y expresar lo que la sociedad vivía.
En ese colectivo de referentes culturales se encuentra Marta Minujín, una exponente artística de la Argentina, de talla internacional y una creadora sin fronteras.
Si hubo una obra artística que marcó el retorno de la democracia, sin duda lo es el Partenón de los libros prohibidos, una intervención a gran escala, participativa y magnánima, que ideó y levantó ella, en una Buenos Aires, que entonces, despertaba en libertad. A cuarenta años –también– de ese happening, Marta Minujín nos concedió un tiempo de su agenda llena de viajes y muestras, para hablar de arte y democracia.
—40 años del Partenón de libros, ¿cómo se creó esta obra?
—Decidí hacerlo porque, como estaba por asumir la presidencia Alfonsín, pensé en el primer monumento de la democracia, el Partenón de Grecia. Y entonces dije que había que hacer esto: recolectar libros que habían sido prohibidos para construir este monumento a la democracia.
—Además hay algo que también completa este happening, que es esa producción, conseguir el permiso, los libros, el montaje…
—Sí, claro. Primero conseguimos el lugar, en ese entonces Pacho O’Donnell (que revestía el cargo de secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires), me dió la autorización para hacerlo en la Avenida 9 de Julio y Santa Fe. Y allí mismo empezamos a recibir libros que nos traía la gente, que había guardado y escondido durante los años de la dictadura. Pusimos unos containers para que la gente pudiera dejarlos ahí. Yo misma tenía libros escondidos y muchos que tuve que quemar porque me amenazaban por tenerlos. Y las editoriales también nos trajeron cientos de ejemplares que tenían en sus depósitos.
Una vez ideado el Partenón, cuenta Minujín, la empresa Estructuras Sacro, se encargó de materializarlo, gracias también al aporte de empresarios que apoyaron la realización del proyecto. Eso sí, todo el resto del montaje, el embalaje de los libros en las columnas, la organización del espacio, todo se hizo gracias a decenas de voluntarios que se acercaron a la 9 de Julio, agrega Marta mientras detalla cada punto de producción de esta obra, que de libros solamente pesó treinta toneladas.
—¿El trabajo de montaje en qué consistía?
—Las columnas eran rígidas, entonces se ubicaban los libros envueltos en alambre tejido, y se embolsaba, es más en esos días tuvimos una de las tormentas más fuertes de la época y no se mojó ni un solo libro.
—Hay un momento en que el Partenón se levanta, ¿por qué ocurre eso?
—Claro, como yo tengo el punto de vista de que todo cambia según cómo veas las cosas, que también tiene que ver con la democracia, tenía unas grúas con un engranaje que levantaba el Partenón y lo bajaba. Como el peso era demasiado no logramos acostarlo del todo. El motivo es ese, todo cambia, el mundo es oblicuo.
—¿Y percibiste ese cambio en ese momento de nuestro país?
—Sí, de hecho cuando yo volví de New York a finales de los setenta, vi al argentino tan fragmentado, que hice las esculturas de la cara cortada. Y ahí comencé a cortar todos los mitos griegos. Hice La Libertad Cayendo, La Victoria Cayendo, y como yo estaba enloquecida con la idea del Partenón, y con los monumentos “ombligo” de cada ciudad, como el Arco del Triunfo en París, nació el Partenón de los libros prohibidos.
Una manera de encontrar al arte con la política
Primero los artistas, después los políticos. El arte no es limitado.
Durante varios días, el Partenón estuvo emplazado en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires. Paralelamente y a raíz de la asunción del nuevo presidente de la democracia, una gran cantidad de medios internacionales se encontraban en la capital argentina cubriendo el evento histórico, y desde ya, no pasó para nada desapercibida la obra de Minujín, que dió lugar a cientos de artículos y crónicas en todos los idiomas. “Alfonsín pasó, lo vió y desde el auto me saludó”, y es que –comento– la idea fue increíble, “todo mi arte es increíble”, me contesta.
No fue su primera intervención monumental, en 1979 presentó el Obelisco de Pan Dulce, una obra de 30 metros de altura que marcó –también– la corriente del arte contemporáneo. En este caso, El Partenón en Buenos Aires tenía 35 metros de largo, por 17 metros de ancho y 12 metros de alto.
En 2017, muchos años después de su primera vez en Argentina, el Partenón de los libros prohibidos se volvió a hacer en el festival de arte contemporáneo Documenta, en la ciudad de Kassel, Alemania.
En esta oportunidad duplicó su tamaño y albergó a más de cien mil libros provenientes de todo el mundo. “Es que, por ejemplo, Caperucita Roja, por ser roja, fue prohibida en la España franquista, y Alicia en el País de las Maravillas también fue prohibida en China, porque las personas no podían hablar con los animales, y así con todos esos libros que fueron prohibidos, se hizo el Partenón en la misma plaza donde los nazis había quemado libros” sostiene Minujín, que recientemente regresó de Nueva York, donde presentó su obra La escultura de los sueños, en el epicentro de Manhattan.
—Movilizaste el centro de una de las ciudades más importantes del mundo
—Es que puse una escultura inflable, La escultura de los sueños, y la gente que pasaba en pleno Times Square entraba dentro de esta escultura que tenía cantos de pájaros y pedía sus sueños y deseos. Fue un éxito rotundo, y ahora parte de mi obra se presenta en una muestra exclusiva en el Jewish Museum de New York.
—Cada vez que llegás a Nueva York, ¿tenés aún más presente a Andy Warhol?
—Al principio yo decía “si él está en New York, en New York no hay nadie más, y si no está, New York está vacío”. Ya pasó mucho tiempo.
—Es una ciudad donde además los argentinos dejan su marca, vos sos una, y también Charly García, Astor Piazzolla…
—Sí, justo inauguraron la Charly García Corner un día antes que yo llegara, y te digo más, en Times Square estaba yo, con La escultura de los sueños, y rodeada de pantallas gigantes que mostraban a Messi continuamente.
De Buenos Aires a New York, pasando por las principales capitales de Europa y ciudades del mundo, Marta Minujín representa una vanguardia cultural que abre la posibilidad del arte a la gente, masivamente.
Esa característica, lo popular y amplio, con un sentido que invita a pensar, soñar y sorprenderse, hacen trascender las obras de ella, se vuelven hitos urbanos y memoria colectiva. El Partenón de los libros prohibidos, como la democracia misma, forman parte de la identidad nacional.
Fotos: Archivo del Partenón de los libros prohibidos llevada a cabo en Alemania, Reuters y AFP.
Fuente: Infobae