Según Mará Inés Moraes lo señala, el lugar de la producción de cueros para la exportación dentro del producto agrario de la región. La autora demuestra que el aporte de esa actividad llegó a superar el 50% del total de lo producido en valores, por la economía agraria regional en las décadas de 1770 y 1780.
También se demostró que la importancia de cueros vacunos dentro de las exportaciones del Río de la Plata, radicaba en el hecho de que estos se producían en la región, en cambio los metales preciosos que se enviaban a Europa eran el resultado de transacciones realizadas dentro del virreinato (Fernando Jumar 2012)
Por eso es interesante estudiar con detenimiento toda la cadena de actividades que intervenían en la producción y comercialización del cuero de un animal y trasladarlo parece relativamente sencillo. Sin embargo, esta tenía sus complejidades.
PRODUCCIÓN DEL CUERO Durante todo el siglo XVIII existieron dos formas de producir cueros en la campaña rioplatense. Una era la denominada “vaquerías corambreras” y la “ganadería de rodeo” que difieren en muchos aspectos: su localización geográfica, sus objetivos, el tipo de mano de obra que se utilizaba y la organización de las tareas.
Las “vaquerías corambreras” eran expediciones de caza de ganado vacuno salvaje, que en esa época se denominaba “cimarrón”, con la finalidad de extraer la mayor cantidad de cueros posible. La ubicación geográfica del ganado fue cambiando a medida que los pueblos crecían y se expandía la ocupación de tierras y la otra era la “ganadería de rodeo”.
Durante las décadas finales del siglo XVIII, los focos corambreros se habían concentrado al norte del río Negro en la Banda Oriental. Ese ganado era en realidad originario de las que fueron estancias jesuíticas administradas luego por la Junta de Temporalidades y a cargo de capataces. Una tremenda epidemia de viruela produjo una enorme mortandad de sus cuidadores, quedando ese ganado en libertad volviéndose cimarrón y se fueron desplazando hacia el sur en busca de pastos. Como resultado de las vaquerías cobró importancia un embarcadero en el Paso Sandú (Paysandú)
El acceso legal al ganado cimarrón era otorgado por el Cabildo de Buenos Aires.
Las vaquerías eran empresas que requerían organización y especialización en los trabajos. El corambrero proporcionaba las herramientas de trabajo y raciones de yerba y tabaco. Los vaqueros y peones trabajaban a destajo, es decir por la cantidad de cueros se pagaba y utilizaban sus propios caballos. Recordemos que la hacienda cimarrona cubría 40.000 leguas cuadradas.
Las tareas se dividían en: vaqueros, desjarretadores, peones desolladores, barraquero, severo y peón caballerizo. En cada vaquería había un promedio de dos o tres vaqueros y de tres a diez desolladores. Los vaqueros se encargaban de desjarretar y acodillar al animal. Los peones desolladores cuereaban al vacuno y procedían a estaquear y marcar el cuero. Luego el barraquero recogía, desgarraba, clasificaba, apilaba y prensaba el cuero (Saguier, Eduardo 1991)
Este filoso instrumento se utilizaba para cortar el tendón del animal (desjarretar).
La ganadería de rodeo en cambio, aprovechaba el hecho de que el vacuno es un animal que se desplaza poco y permanece en el mismo sitio, es decir que se aquerencia. Una vez recogido el ganado era trasladado hasta una aguada de la estancia, cuando se distanciaba, era rodeado y llevado al lugar elegido y en unos tres o cuatro meses, ya tendía a volver a su querencia.
En las estancias se realizaban gran cantidad de actividades. La parición tenía lugar de marzo a septiembre, la yerra se realizaba a mediados del invierno y la doma de machos de febrero a abril. También la castración de los machos jóvenes, la esquila de ovejas, la cría de mulas y el exterminio de los perros cimarrones, que proliferaban por las osamentas de las vaquerías que quedaban en el campo.
La exportación de cueros vacunos obtenidos en esas vaquerías alcanzó la colosal suma de 1.445.000 en 1785. Estos cueros que aquí se pagaban a 7 reales cada uno, en Europa se vendían a 35 reales.
En el Río de la Plata no existía la necesidad de conservar la carne dada su abundancia. En otras regiones se producían el charque, el tasajo y los embutidos. A principios del 1600 se exportaba un tipo de carne conservada conocida como cecina, que se elaboraba en tiras delgadas, saladas y secadas al sol. El comprador más importante era Cuba y más tarde se le sumará Brasil para alimento de los esclavos de las plantaciones.
Pero era necesario encontrar una forma de aprovechar la enorme cantidad de carne que se desperdiciaba en el aprovechamiento del cuero y no continuar dejando el resto a los caranchos y perros cimarrones.
Pero en 1777, a un año de creado el virreinato del Río de la Plata, los regidores de la Audiencia consideraban que se podía exportar 100.000 quintales por año. Pero para poner en marcha la industria saladeril, era necesario construir barricas para envasar y la construcción de depósitos en Buenos Aires y Montevideo. Se hicieron varios ensayos enviando barricas de carne salada a la Patagonia y a Las Malvinas. El empresario saladerista más importante fue a fines del siglo XVIII don Francisco Medina con saladero en la Banda Oriental, en las cercanías de Colonia del Sacramento, con flota propia para el comercio con España. Tenía un puerto natural en la desembocadura del arroyo del Sauce. Un visitante al saladero realiza un comentario que nos demuestra la importancia de la industria: “observé en los más elevados de ella una gran fábrica nueva hecha de ladrillos, sostenida de arcos por su frente y una extensión espaciosa en todas sus dimensiones y entrando a inspeccionar sus oficinas vi una muy grande y aseada dispuesta con artificios de bastante ingenio y curiosidad para prensar las carnes y darles los principales beneficios de la salazón en el que estaban trabajando con el mayor primor varios operarios de dicha oficina…También advertí una portentosa multitud de barriles llenos de carnes saladas, tan excelentemente beneficiadas que habiéndolas gustado crudas, aseguro por verdad que mi paladar no las distinguió del jamón (…) después pasé a otra oficina que está a continuación en que vi varias calderas de gran tamaño en que verificaban las salmueras y en seguida vi otros talleres de tonelería y carpintería en que trabajaban una multitud de menestrales rodeados de utensilios de sus respectivas oficinas”. Un problema a resolver era el de la sal. Esta era traída desde la Patagonia. Su producción tuvo un gran retroceso con el fallecimiento de don Francisco Medina. No obstante ese contratiempo, los demás ganaderos sabían que el saladero era un gran negocio y, en consecuencia, informaron que estaban en condiciones de enviar a España casi 400 embarcaciones con 250 a 300 toneladas de carne salada cada uno. Para ello era necesario traer de Irlanda maestros en el arte de salar. Así, entre 1803 y 1805 se exportaron 250.000 quintales de carne salada.
Ref: MEMORIA ACADÉMICA UNLP– FaCE Nicolás Biangardi – Maximiliano Camarda. El Negocio del cuero en el Río de la Plata a fines del siglo XVIII Vol 10
COSAS DEL CAMPO BONAERENSE Carlos Moreno Edic. 2008.- EL PRIMITIVO BUENOS AIRES- Héctor Adolfo Cordero. 1986 Plus Ultra pág 116.
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