La vigencia de Louis Armstrong
La reciente publicación de "Por qué escuchamos a Louis Armstrong" de Sergio Pujol, volvió a instalar la figura del gran músico más de cincuenta años después de su muerte.
Louis Daniel Armstrong nació el 4 de agosto de 1901, en una casilla de madera, donde vivía una familia inmersa en la extrema pobreza del Back Town, en Battlefield, un barrio marginal de Nueva Orleans, ciudad desde ya, muy musical por su integración de culturas española, francesa, afroamericana y anglosajona y el principal puerto sobre el río Misisipi. La fecha de su nacimiento es un dato constatado por el historiador musical Thaddeus Jones, en el registro bautismal de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Nueva Orleans.
Sin embargo, el propio Armstrong, se encargó de sembrar dudas sobre la verdadera fecha de nacimiento, declarando que habría nacido un año antes. Su padre al poco tiempo del nacimiento de Louis, abandonó la familia. Su madre salía a trabajar y Louis fue criado por un tío y por su abuela, que hasta hacía algunos años atrás había sido esclava.
En su infancia y juventud tuvo que colaborar con los ingresos familiares como cartonero y cadete de prostíbulos y se vio involucrado en algunos disturbios callejeros que le valieron algunas visitas a los reformatorios. Trabajó también para una familia de judíos lituanos, los Karnofsky, que le abrieron la puerta de su casa. En esa convivencia notaba similar discriminación racista que la comunidad hacía tanto con él, por ser negro como con los inmigrantes judíos.
A los doce años descubrió la corneta. Utilizaba una que había pertenecido a un militar músico participante de la Guerra de Secesión. La aprendió a tocar gracias a Peter Davis y fue el líder de la banda de música del Hogar de Nueva Orleans para niños negros abandonados. Inicialmente se interesó por el ragtime y el blues.
Luego, apadrinado por Joe "King" Oliver se sumó a las bandas que tocaban en los típicos vapores de ruedas que transportaban a los pasajeros por el Misisipi, como también en los típicos y conocidos desfiles por las calles de la ciudad, a la vez que lo hacía en el prostibulario barrio Storyville, con más de 200 burdeles, vecino al histórico Barrio Francés, donde floreció el Jazz, haciendo que se consolide como un género de música popular. Incluso Pujol en el libro mencionado hace referencia que "en 1917 un grupo de músicos blancos llamado Original Dixieland Jazz Band grabó los primeros temas catalogados como "jazz" o "jass"". El Storyville, fue demolido en ese año por las reyertas frecuentes entre los parroquianos y fue reemplazado por un proyecto urbanístico, Iberville.
Con el cierre de los prostíbulos y concomitantemente la imposibilidad de continuar con las actuaciones musicales, los intérpretes, entre ellos Louis Armstrong, buscaron su destino en Chicago y Nueva York.
En 1922 Armstrong, que reconoció un gusto por la música clásica, la ópera y las orquestas melódicas, se unió en Chicago a la Creole Jazz Band, la mejor y más influyente agrupación de swing. Utilizaba el córnete y al llegar a Nueva York se unió a la Fletcher Henderson Orchestra, una banda afroamericana, y comenzó a usar la trompeta, instrumento con el cual logró las interpretaciones más recordadas.
Al poco tiempo, creo las Hot Five y Hot Seven, dos orquestas con las cuales, en la década del ´20, grabó varios discos, incluso compartiendo protagonismo con el pianista Clarence Williams, el renombrado músico Sidney Bechet y la cantante de blues Bessie Smith. También participaba de las orquestas de Erskine Tate y Carroll Dickerson. Más adelante le sumaría como un sello indeleble su inconfundible, carrasposa y peculiar voz.
Cuando luego de alguna temporada en Los Angeles, donde incursionó en el cine, desde “ExFlame” (1930) interpretándose a sí mismo y en más de treinta películas, incursionó en Europa en 1932, provocando tal atracción y, por otra parte, recelo, que motivó que los músicos locales pidieran revisar y analizar su trompeta para verificar que no existiera ningún artilugio que generara sus maravillosos despliegues sonoros.
Armstrong fue el gran intérprete y la gran figura del swing. La crisis del crack financiero de la Bolsa de Wall Strett que se produjo en 1929, fue el telón de fondo ante el cual se expandió el universo cultural de ese género que permitió soportar con alguna dosis de entretenimiento la dureza de la crisis. Por otra parte, publicó una primera autobiografía en 1935, “Swing that Music” y más adelante, “Satchmo: My life in New Orleans”.
Algunos de los grandes artistas como Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Barbra Streisand, Benny Goodman, Duque Ellington, Jimmy Dorsey, Oscar Peterson, entre tantos otros fueron compañeros y compañeras de Armstrong. A la vez que se destacó en el cine, desde los cortos animados con Betty Boop, la sexy de los años ´30 y en films como “Cabin in the Sky” (1943), “Jam Session” (1944), “High Society” (1956) y “Hello Dolly” (1968).
La influencia en las generaciones posteriores de “Satchmo”, seudónimo de Armstrong, por aquello de Satchelmouth –hombre de boca grande- apreciación que algunos racistas la usaron despectivamente, fue reconocido como creador tanto por Wynton Marsalis, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Nicholas Payton, Miles Davis.
En octubre de 1957 con los All Stars, Armstrong actuó en el Teatro Opera de Buenos Aires. Fueron 10 conciertos y una visita conmocionante por el gran nivel de embelezo y fanatismo que sus seguidores le profesaban. En el libro “Grandes del jazz internacional en Argentina (1916-1979) Claudio Parisi narra las anécdotas de esa visita.
Entre otras anécdotas, en Buenos Aires participó de ágapes en restaurantes como en la Cantina Di Napoli que luego derivó en una jam sessions. También, fiel a su historia de admiración por la tradición judía, estuvo en la casa de un baterista argentino, Leo Vigoda, en un almuerzo disfrutando de la comida de esa colectividad. En otro sentido, Paloma “Blackie” Efrom, en su programa en canal 7 lo entrevistó y su último recital fue transmitido por radio El Mundo. Y la visita fue tan célebre que la revista Life dedicó su tapa de diciembre de 1957 a la repercusión de la misma.
Louis Armstrong siempre ha tenido una preocupación por los chicos pobres, en particular los negros y ha tomado partida en contra de la segregación racial. Creó una fundación no lucrativa para la Educación Musical de niños discapacitados y donó su casa y sus archivos de escritos, libros, grabaciones a la City University del Queen College de Nueva York.
Valorando la repercusión que Armstrong ha tenido en otros grandes del arte, Julio Cortázar ha dicho que Armstrong era un “enormísimo Cronopio” y, según cuenta Sergio Pujol en el libro citado, “los primeros discos de jazz que llegaron a sus manos eran de Morton, Armstrong y Ellington, en ese orden” y agrega que en “Louis enormísimo Cronopio” incluido en “La vuelta al día en 80 mundos” es “una encantadora reseña del concierto que Armstrong y sus All Stars brindaron en el teatro de Champs Elysées en noviembre de 1952”. Por otra parte, en una definición cargada de admiración, Woody Allen ha dicho en “Manhattan” que “Potato Head Blues” de Armstrong es una de las razones por las cuales vale la pena estar vivo.