Cinco alpinistas han fallecido en la montaña salvaje
No había empezado a bajar de la cima el grupo de nepalíes que acababa de coronar el K2 por primera vez en invierno cuando la montaña salvaje ya se había cobrado su primera víctima mortal de la temporada, el español Sergi Mingote. Un trágico desenlace que ha tenido su luctuosa continuación semanas después, cuando en el segundo ataque a la cumbre perdían la vida otros cuatro alpinistas, convirtiendo en una pesadilla esta temporada invernal en el Karakórum.
Allí descansarán para siempre John Snorri, Muhammad Ali Sadpara y Juan Pablo Mohr, cuyos cuerpos no han podido ser recuperados por la operación de rescate lanzada el pasado fin de semana.
Los tres decidieron lanzarse a por la cima el sábado, objetivo que seguramente consiguieron según uno de sus compañeros de cordada, que decidió abandonar el intento por un problema en su respirador de oxígeno.
«Lo más probable es que llegaran a la cima y tuvieran un accidente en el descenso», explicaba Sajid Ali Sadpara �hijo de uno de los fallecidos�, que pasó una noche solo a 7.000 metros esperando a sus compañeros. A pesar de que los helicópteros han hecho varios vuelos por encima de esa altura, no han podido dar con los tres alpinistas, que se unen a Mingote y a Stanas Skatov en la trágica lista de muertos en el K2 este invierno.
El búlgaro sufrió una caída mortal durante el descenso desde el campo 3 de la montaña salvaje, donde había dormido junto a otros diez alpinistas la noche del pasado viernes. La falta de previsión �que aún no ha sido explicada� hizo que todos tuvieran que dormir en apenas dos tiendas y que la mayoría apenas pudieran descansar la noche antes de intentar hacer cumbre.
Eso hizo que casi todos, incluido el propio Skatov, decidieran abortar el ataque a la cima, aunque esa prudencia no les salvó de un descenso tortuoso y, en algunos casos, mortal. La falta de fuerzas y las congelaciones provocadas por la ausencia de cobijo a más de 7.200 metros se llevó por delante la vida del alpinista búlgaro y estuvo a punto de hacerlo con la del griego Sykaris, rescatado en el campo 1 por varios sherpas. Un «sueño convertido en pesadilla», como reconoce Tamara Lunger, que tras ver cómo moría en sus brazos su amigo Mingote a mediados de enero asistía estos días a la muerte de su último compañero de cordada en el K2, el chileno Mohr.
«Estoy sin palabras, con lágrimas en los ojos y con muchas preguntas», señala la italiana, experta alpinista, que no entiende aún cómo pudieron pernoctar en el campo tantas personas ese viernes por la noche.