La Escuela rural de Salto, elegida entre las mejores del mundo
Se encuentra en Pueblo Olivera, a 120 km de la capital departamental. No tiene acceso a la ruta, las casas son precarias y la escuela es el único refugio y punto de referencia para la comunidad.
Se encuentra en Pueblo Olivera, a 120 km de la capital departamental. No tiene acceso a la ruta, las casas son precarias y la escuela es el único refugio y punto de referencia para la comunidad.
Aldana Antúnez se levanta bien temprano en la madrugada todos los días y toma un ómnibus. Baja en la Ruta 4 y camina un par de kilómetros. Allí, tiene estacionada su motito con la que atraviesa 10 Km por un camino hasta llegar al lugar donde 24 niños la están esperando. Aldana es directora de la escuela N° 67 de Pueblo Olivera, en Salto, y este jueves no fue un día más. Hoy “está cayendo” que su escuela fue seleccionada como una de las mejores del mundo.
La escuela Nº67 de Pueblo Olivera es finalista de los World’s Best School Prizes 2023, los premios educativos más prestigiosos del mundo. Compite en la categoría a Mejor Escuela del Mundo por apoyar vidas saludables, debido a que el trabajo en conjunto de los dos docentes, la Universidad de la República (Udelar) el plan Ceibal y el gobierno departamental permitieron que solventaran un serio problema de contaminación de agua que padecía todo el pueblo.
Escuela pública de Salto, que solo tiene dos maestros, seleccionada entre las mejores del mundo
“Las acciones que tomamos siempre son con base en las cosas que les pasan o les preocupan a los niños. El año pasado veíamos que los niños tenían constantes problemas de vómitos y diarrea. Algunos llegaban así a la escuela, otros se iban a sus casas en ese estado. Al tratarse de una escuela rural, solo hay visita de pediatra una vez al mes y la doctora estaba preocupada porque todos los niños tenían parásitos y tener que medicarlos para ello a largo plazo también es perjudicial para la salud”, cuenta Aldana a El País.
Así, junto con el maestro Pablo Santurio, solicitaron ayuda al laboratorio de la Intendencia de Salto para tomar muestras del agua, ante la sospecha de que esa pudiera ser la fuente del problema.
Y es que Pueblo Olivera, un pueblo de apenas 200 habitantes de contexto socioeconómico “grave”, según detalló la directora, se abastece de agua del mismo pozo, cuya ramificación central procede de la escuela.
“Las muestras concluyeron que el agua no era apta para consumo humano. Tenía coliformes fecales debido a la cercanía de los desagües hacia los pozos negros. Por eso rápidamente en la escuela accedimos a una partida para brindar agua potable a los niños y comenzamos a trabajar en mecanismos para solucionar el problema en el agua del pozo”, detalla la docente.
El primer paso fue comenzar a hervir el agua. Luego, con la ayuda de la Udelar, la escuela compró un clorador para colocar en la bomba del pozo de agua. “Nos enseñaron, tanto a los maestros como a los niños a medir en nivel de cloro cada 15 días”, explica Antúnez.
Sin embargo, el problema no tuvo solución del todo. “El proyecto sigue adelante. En la zona hay muchas tormentas y con cada corte de luz el clorador deja de funcionar y dependemos de ello para garantizar que el agua siga siendo apta para tomar. Queremos ver de qué forma más segura podemos dejar de depender del clorador”, cuenta.
Para el pueblo, la escuela es mucho más que un centro de estudios; es el principal centro de referencia de sus habitantes. Allí los niños van todos los días, se efectúan los pagos de asignaciones familiares y es el núcleo de la comunidad.
“Según la última encuesta, el contexto socioeconómico de los estudiantes está situado en el quintil uno. Muchos de los niños viven en casitas de 3x3, con el baño afuera, y duermen todos en una misma pieza con paredes y techo de chapa. Es un contexto muy grave. A veces las mamás llaman y dicen que los niños se sienten mal de la panza y, con estos fríos, es difícil saber si es producto de un solo problema”, lamenta la docente.
Por eso, su objetivo desde que está al frente de la escuela, desde hace un par de años, es conseguir que la escuela tenga el máximo de necesidades cubiertas. “Hoy tenemos clases de inglés todos los viernes con una profesora nativa. Desde el año pasado participamos de la feria de clubes de ciencia, ganamos el primer premio con el primer ciclo y los niños fueron a pasar cuatro días a Piriápolis. También participamos del concurso de clases de Salto Grande, con el proyecto de una maqueta de cómo imaginan la escuela del futuro. Los niños hicieron una maqueta con microbits, sensores de movimiento, placas solares, lectores de código QR... Ganaron el primer premio y fueron unos días a Montevideo. Me emociona ver todo lo que han hecho”, detalla Antúnez, quien resalta la labor de su compañero, maestro de la escuela desde hace cuatro años, quien se forma para brindar clases a los niños en áreas que no son su especialidad como robótica e inglés. Este jueves no fue un jueves más. Los 24 niños —desde inicial 3 a sexto de primaria— pueden decir que están en una de las mejores escuelas del mundo. Si la Escuela Nº67 de Pueblo Olivera gana el Premio a la Mejor Escuela del Mundo por apoyar vidas saludables, valuado en US$ 50.000, lo invertirá en el diseño de dispositivos que aseguren agua potable segura y la construcción de un espacio comunitario multipropósito para reuniones, talleres, deportes y otras necesidades, convirtiéndose en un centro de referencia para las actividades locales. (Fuente: ‘‘El País’’ - R.O.U.)