ACTO HOMENAJE A BATALLA DE CASEROS
Palabras del presidente de la �SAsociación Justo José de Urquiza⬝, Dr. Bernardo I. Salduna pronunciadas en el acto de homenaje a Batalla de Caseros
Nos convoca hoy recordar la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
Ese día en el Palomar de Caseros, cerca del arroyo Morón en las cercanías de Buenos Aires, el llamado Ejército Grande comandado por los gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, Justo José de Urquiza y Benjamín Virasoro derrotaron a las fuerzas porteñas dirigidas por el gobernador de Buenos Aires, brigadier Juan Manuel de Rosas, poniendo fin al gobierno dictatorial que este último ejercía desde hace más de veinte años.
Si nos limitamos a considerar lo sucedido como un acontecimiento estrictamente militar, casi podríamos decir que no hubo batalla: se enfrentaron un ejército de 25.000 hombres (el de Urquiza) con uno de aproximadamente 20.000 soldados.
Y sin embargo los muertos no pasaron de cien. Es decir, no llegaron ni al uno por ciento.
Sarmiento, el boletinero del ejército, que escribió el parte de la batalla �Spara el público⬝ dice que era una �Snovela muy interesante que hicimos Mitre y yo⬝.
Yo creo que casi no hubo combate, es muy probable que el propio Juan Manuel de Rosas comprendiese que su hora había pasado y se retirase del campo de batalla⬦
LA BISAGRA EN LA HISTORIA
No, lo importante de Caseros no es lo militar.
Se trata de lo que algunos han llamado una bisagra de la Historia.
La bisagra es el mecanismo que sirve para abrir o cerrar una puerta.
Se la abre para entrar a algo o salir de algo.
Se la cierra para dejar algo del otro lado.
¿Qué se abrió y se cerró el 3 de febrero de 1852?
Lo de antes: una nación en proyecto.
UN PROYECTO DE NACIóN
Que nació en 1810, pero que se desangró en luchas internas durante medio siglo sin lograr conformar un Estado nacional.
Porque nos separamos de España. Pero, con matices, la dirigencia porteña pretendía mantener el mismo sistema impuesto por la Colonia española: el manejo exclusivo del puerto y la aduana y el tratar a las provincias del interior como meras dependencias administrativas.
Trece provincias-catorce si contamos la Banda Oriental, quince el Paraguay- encerradas en si mismas.
Manejadas por caudillos-gobernadores, con barreras interiores, que mantenían ejércitos particulares, con los que peleaban entre sí y contra Buenos Aires.
A la que podían ganarle en las armas, como ocurrió en el primer Cepeda, con Ramírez, pero perdían en la diplomacia y el dinero.
Un vasto territorio ocupado en buena parte del Sur y el norte por pueblos originarios en estado primitivo y no sometidos.
Una población mal distribuida, incomunicada, en condiciones de pobreza y analfabetismo en casi un 90% .
«Ranchos de barro y paja, llenos de vinchuca y sin un médico en el pueblo», como describiría Juan Martín de Pueyrredón a San Luis.
Chile, Brasil y hasta Paraguay tenían más habitantes que nosotros.
Y algunos, hasta ferrocarriles y barcos a vapor.
Sin una moneda nacional ni leyes civiles y comerciales comunes. Lo que era ley en una provincia no lo era en otra.
Que no producía casi nada, hasta la harina con que se fabricaba la galleta era importada.
LA NUEVA REALIDAD
Eso fue lo que dejó atrás en Caseros.
Significó el punto de partida de la convocatoria de un Congreso que plasmó en 1853/60 una Constitución Federal.
Que dio forma organizativa al Estado Nacional, se pusieron marcha las instituciones que hasta hoy nos rigen.
Urquiza tiene el mérito de ser el hombre que lograra lo que en su momento buscaron Ramírez, Bustos, y principalmente Artigas, en su lucha por una Federación de pueblos libres.
Que obró como disparador de las potencialidades hasta entonces sofocadas y colocó a Argentina en pocos años entre las seis primeras economías del mundo: primer exportador mundial de trigo y carne; dueño de la red ferroviaria y telegráfica mayor de Sudamérica; con mayor nivel de educación y cultura, con una población sextuplicada y aportes de inmigrantes de todo el mundo nuestros padres y abuelos.
La grandeza del entrerriano no está sólo en ser quien dio impulso a este proceso, sino en dirigir sus esfuerzos a superar enconos y divisiones: la grieta⬝ como llamaríamos hoy.
Vencedor en Caseros, volteado y exiliado Rosas, llama a los gobernadores rosistas.
Y con ellos acuerda en San Nicolás las bases de la Constitución.
Más adelante su acuerdo con Mitre en Pavón, salva la unidad nacional, logrando que Buenos Aires se incorpore y las rentas del puerto y la Aduana porteña se nacionalicen.
Nuestra decadencia posterior proviene de haber abandonado ese camino.
El punto de partida para recuperar lo perdido debe ser retomar el camino de la vigencia plena de la ley, del respeto a las instituciones, y la separación de poderes.
OTROS ANIVERSARIOS
Saliéndome un poco del libreto recordaré que en este año conmemoramos también dos eventos: el bicentenario de la batalla de Cepeda y el Tratado del Pilar. El primer triunfo federal que, lamentablemente se frustró por las peleas posteriores de Francisco Ramírez con Artigas y de Estanislao López con Ramírez.
Y, por otro lado, coincidente, el bicentenario de la desaparición de Manuel Belgrano, uno de los más grandes patriotas, austero, honesto y sacrificado que muere precisamente en esos días amargado por el triste espectáculo que ofrecía su Buenos Aires natal.
Como lo dijera el editorial de un matutino porteño:
«Las honras que, seguramente, se tributarán no pueden quedar en el terreno de las declamaciones, sino que deben llevar implícitos la convicción y el deseo de imitar a estos grandes hombres, actualizando el mensaje de su existencia ejemplar con el objeto de erradicar de una vez y para siempre las rémoras que impiden el crecimiento moral y material de los argentinos»