Aniversario 192° de la fundación de Concordia 2023
Decir que celebramos el centésimo nonagésimo segundo aniversario del Decreto Fundacional de la ciudad de Concordia, suena protocolarmente correcto, pero es la dimensión humana la que le da sentido histórico.
Ella se evidencia en la figura del cura de Mandisoví, Fray Mariano José del Castillo, adalid del proyecto Carriego de 1824 para el traslado de ese pueblo, tan castigado por las guerras internas y los ataques portugueses, a las proximidades del Río Uruguay. Con la idea de recuperar su progreso, era necesario acercarlo al río y dotarlo de puerto. La convicción de su conveniencia impulsó sus actos hasta concretarlo, con el cumplimiento del Decreto de la Legislatura entrerriana del 29 de noviembre de 1831.
El compromiso adquirido con los habitantes de Mandisoví puso a prueba su espíritu estoico, adquirido en la fragua de su misión en un medio natural agreste, al que sumó un trajinar constante y el sentido de la oportunidad, cuando participó como diputado por Mandisoví, en la Asamblea Extraordinaria de 1831.
Que ésta culminara con la solicitud a la Legislatura para la fundación de una Villa en el lugar del Salto, fue el resultado de su perseverancia y sólo puede explicarse por su tesonera insistencia con la idea, ante los diputados de los otros departamentos. También tuvo presencia ante las nuevas autoridades, para exigir el cumplimiento del Decreto, que ya tenía fuerza de ley, conforme al Estatuto Provisional de 1822.
Resultado de sus gestiones fue la orden de hacer efectiva la fundación como estaba establecido, en la margen derecha de la barra del Yuquerí y junto al Río Uruguay, misión que le fuera encomendada al mismo Padre del Castillo, como comisionado especial, misión que cumplió hasta octubre de 1833. Cuando llegó el Cnel. Antonio Navarro como Comandante Militar. Fue baluarte de la estabilización y proyección de la Villa, seguido por Manuel Urdinarrain, Juan Quinteros, Francisco Requena, Federico Báez, Manuel Martínez y Santiago Artigas.
El Padre del Castillo se retiró a Paraná, cumpliendo su misión sacerdotal en el Cementerio “La Trinidad”, con la memoria de todo su pasado en el norte de Entre Ríos y la indefensa de los ataques lusitanos que constantemente sufrían los mandisoveños. Llegaron los días aciagos de la vejez y la espartana austeridad de su vida se tornó escasez de recursos para subsistir, valoró esta realización, en una carta de 1860 , como LA GRAN OBRA DE SU VIDA
¿Qué implicancias tiene todo esto para nuestro presente? Podemos señalar, en primer lugar, el nombre Concordia, símbolo de la paz entrerriana luego del agitado período de anarquía, que encierra todo un mensaje de proyección a nuestros días, para las generaciones de hoy y del futuro. Segundo, su ubicación, con la cercanía al río como condición necesaria, no sólo generó una cultura fluvial esencialmente propia, también conectó con todo lo que el tiempo traía como mandato del ayer en esta región.
En ese ayer, la creación del cabildo de Yapeyú, San Antonio del Salto Chico, en 1769, huella indeleble de un proyecto portuario exitoso. Con las familias instaladas junto a él, además de su función económica y de comunicación, valorada por el Gobernador Intendente de Yapeyú, Don Juan de San Martín, al pasar por este puerto, en viaje para tomar posesión de su cargo. Su reconocimiento en terreno derivó en la creación de las estancias de rodeo, como la Inmaculada Concepción de Mandisoví, origen del pueblo de nuestro fundador, que no sólo atendió espiritualmente a quienes seguían dispersos en los alrededores de lo que fuera ese puerto, también reconoció la devoción a San Antonio, siempre vigente en la región.
Al proceder al acto fundante de marcar el sitio de la Plaza Principal y su equidistancia respecto del Uruguay, quedó definitivamente señalado el vínculo indisoluble de Concordia con el río. Fue gracias a él que la Villa devino en ciudad, al adquirir una dinámica particular de nodo y referente económico a nivel de una amplia región, que superaba los límites provinciales e internacionales. Su puerto fue llave de entrada y salida de un dinámico movimiento comercial y de pasajeros, que lo ubicó entre los primeros del país. También fue la puerta de ingreso de tantas familias de inmigrantes que explican la presencia de muchos de nosotros, quienes surcaron esta vía fluvial antes de arribar a su destino.
En el imaginario concordiense, la relación con el río está en su esencia, como potenciador de energía y sosiego, y como portador del ímpetu de su fuerza. Las dos facetas están en el ser concordiense desde siempre, porque se retroalimentan y se cimentaron en el tiempo. Entre sus manifestaciones, quizás la más vigorosa fue y son las inundaciones con su carga dramática. Una de tantas ocurrió en 1888, calificada en ese momento como la primera calamidad fluvial. Pero aún en esos momentos de destrucción, la cultura fluvial generó una respuesta que sigue vigente, la solidaridad entre las familias y de muchas instituciones. En aquel lejano momento del siglo XIX, fueron los fondos recaudados por las Damas de la Sociedad de Beneficencia, con destino a obras del Hospital de Caridad, quienes sumaron sus aportes en auxilio de los hermanos perjudicados por la creciente.
Pasa el tiempo y a un paso del bicentenario de la ciudad, el río repite su cíclico desborde, y el concordiense continúa sus vínculos con él, con parecidas características y sin romper esa relación tan íntima y tan inherente a él.
El destino junto al río que tuvo Concordia, fue soñado por arriesgados protagonistas, especialmente del Castillo cuando compartió aquel proyecto de 1824 con su tío Evaristo Carriego y el Cnel. Pedro Espino, del traslado de Mandisoví al Rincón del Salto. A esa esencia de la relación con el rio, hasta nuestros días quedó sin cumplir con el Tratado argentino-uruguayo de 1846, ya que la obra hidroelétrica de Salto Grande, adeuda la irrigación de fértiles tierras y la navegación mayor hasta Monte Caseros.
Estamos alegres de celebrar la trascendencia que ha tenido la humilde Villa de 1831, gracias al esfuerzo de tantos olvidados por el afán de perpetuar nombres de nuestros tiempos. Debemos ser consecuentes con el nombre de CONCORDIA. ¿Tiene vigencia hoy entre nosotros? La unión de corazones, que es su significado, no está cumplida. Siguen las diferencias, la envidia, la avaricia, rupturas en la sociedad, espontáneas o causadas, por las dirigencias. Necesitamos nuestros corazones limpios para empezar una nueva etapa de fuerte unidad entre nosotros. Lamentablemente, pocos lo creerán. Las ideologías y el materialismo nos han alejado de nuestro Supremo Creador; los valores transmitidos que hicieron fuerte a las generaciones pasadas, van dando paso a antivalores. Un ejemplo basta: la mentira ha superado a la VERDAD, pesar de que sabemos que ésta “nos hará libres”.
Prof. Rosa Reissenweber y Prof. Heriberto Pezzarini