Ubicada en la Isla Seymour-Marambio, la base fue la primera en el continente en contar con una pista de aterrizaje permanente de tierra compactada. Este avance fue un punto de inflexión, ya que permitió la llegada de aviones de gran porte, facilitando no solo la logística para las operaciones argentinas, sino también la cooperación científica internacional. Su construcción no estuvo exenta de desafíos: soldados y científicos enfrentaron temperaturas extremas y condiciones climáticas adversas para establecer esta plataforma de investigación y defensa.
Hoy, a más de cinco décadas de su creación, Marambio sigue siendo un centro de actividad científica y un símbolo de soberanía nacional. Desde allí, año tras año, se desarrollan investigaciones sobre cambio climático, biología, glaciología, y se monitorean cambios en el ecosistema antártico, temas que cobran relevancia mundial en el contexto de la crisis climática. La base ha forjado también un sentido de comunidad, en donde las misiones científicas y el personal militar conviven en un espacio de aprendizaje y colaboración.