Durante el bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955 murieron más de 300 personas aquel 16 de junio
Corría el año 1955, gobernaba por entonces Juan Domingo Perón.
Concordia, ciudad de frontera, sufría las consecuencias de que los puertos uruguayos estaban cerrados para los argentinos..
Los orientales, en general, no simpatizaban con el gobierno de Perón.
La mayoría de políticos argentinos opositores exiliados, vivían en Montevideo.
Y, desde allí desarrollaban una activa campaña antiperonista.
En muchos casos con tolerancia y hasta apoyo del gobierno uruguayo.
Mucha gente en Concordia era afecta a escuchar las radios de la otra banda, que trasmitían noticias que acá no se podían difundir.
Y, las uruguayas se escuchaban con dificultad porque una insistente señal sonora las interfería.
Tengo presente, como si fuera hoy, un mediodía de junio de 1955, en aquel armatoste que eran las radios de entonces, al locutor de Radio Carve de Montevideo, anunciando con voz grave:
�SEn BuenosAires, aviones de la Marina de Guerra, bombardean la casa de gobierno⬝.
Yo iba a tercer grado de la Escuela Mitre, por entonces colegio mixto, regenteado por monjas españolas, de la orden Escolapias.
Lo bueno es que ese día nos permitieron faltar a la Escuela.
Pero tampoco nos dejaron salir a la calle. Los chicos no sabíamos bien que pasaba, parecía algo grave. Uno se asomaba a la ventana y la ciudad semi desierta, marcaba un ambiente lúgubre.
El retorno a la escuela Mitre dos o tres días después trajo aparejada una sorpresa: un policía de uniforme custodiaba la entrada.
Antes de ingresar a clase, las monjas nos llevaron a rezar a la capilla del Colegio.
Hablaban entre ellas en voz baja, casi susurrando.
Alguien se animó a preguntar qué pasaba, y una monjita joven casi llorando dijo algo así como: �S¡horrible! ¡en Buenos Aires están quemando Iglesias!
Creo recordar que otra dijo �SComo en España⬝.
Algún tiempo más tarde llegué a un conocimiento más objetivo de lo ocurrido aquel trágico día: por la mañana, aviones rebeldes de la Marina de Guerra y aviación naval llevaron a cabo un bombardeo demencial contra la Casa Rosada, plaza de Mayo y alrededores.
El objetivo era matar a Perón. No lo consiguieron, pero las bombas caídas provocaron infinidad de víctimas, la mayoría gente civil que andaba por las inmediaciones y no tenía nada que ver.
Nunca se supo el número exacto de muertos. Algunos dicen doscientos, otros más de quinientos.
Y miles de heridos o mutilados.
Desde el año anterior el gobierno de Perón mantenía un conflicto con la jerarquía de la Iglesia Católica, que se fue agravando con el correr del tiempo.
Los aviones atacantes llevaban en el fuselaje la inscripción +V �SCristo Vence⬝ (en contraposición a la sigla oficial �SPV -Perón Vence⬝).
Esa noche, en represalia, grupos adictos al gobierno, y con la pasividad de las autoridades, atacaron e incendiaron una docena de Iglesias, todas ubicadas en el radio céntrico porteño.
Llama la atención que en barriadas obreras, donde se supone el peronismo tenía mayoría no se registró un solo acto de violencia similar.
Sin duda que si hacemos un balance de los hechos, lo de la mañana fue mucho más grave que lo de la noche: un templo quemado, se puede reconstruir, una vida humana, no.
Sin embargo, no creo faltar a la verdad si sostengo que, en ese momento, a la gente le impresionó más la quema de las iglesias que los cientos de muertos.
Dicen que el diputado John William Cooke le propuso al presidente Perón hacer un gran velatorio, colocando los cadáveres en fila, en la Avenida 9 de Julio.
Perón, creo, con buen criterio, se opuso al macabro espectáculo.
Más aún, el propio gobierno trató de atemperar los ánimos con relativa discreción. Los medios de prensa, casi todos oficialistas, fueron cautos y prudentes al brindar las noticias, nunca se informó con exactitud el número de víctimas, que, en general, fueron enterradas discretamente.
En cambio las ruinas de las Iglesias quemadas permanecieron visibles durante meses.
Las propias autoridades eclesiásticas rechazaron la ayuda ofrecida por el gobierno para restaurarlas.
Eran visitadas a diario por miles de fieles compungidos que no dejaban de impactarse a la vista del �Ssacrilegio⬝.
El presidente Perón reaccionó con mesura: hizo un llamado a la pacificación, permitió el uso de las radios, hasta entonces prohibidas, a los partidos opositores.
Hablaron Arturo Frondizi de la UCR, Solano Lima, del Partido Demócrata, Alfredo Palacios del socialismo. Este último pidió la renuncia del Presidente.
Es interesante destacar también que, ni en esa ocasión, ni cuando el anterior levantamiento del general Menéndez, en 1951, el presidente Perón ordenó, ni permitió aplicar penas de muerte a los vencidos.
Cosa que no ocurrió con la Revolución Libertadora en junio del 1956.
Que dispuso fusilamientos del general Juan José Valle y otros militares y civiles que lo acompañaron en aquel levantamiento.
Jornadas dolorosas, sin duda.
Prolegómenos de inmensas tragedias posteriores que esperaban al pueblo argentino.
Más que eso, origen de aquello que hoy llamamos �Sgrieta⬝.
Yo prefiero llamar �Smuralla⬝: que dividió a nuestra sociedad, y cuyas remezones llegan hasta hoy.
Y que debemos superar si queremos tener futuro.
Asociación �SJusto J. de Urquiza⬝
Concordia (E.R.)