El escandalo y el lenguaje
Hace un poco más de un mes, en medio del tratamiento de la llamada “Ley ómnibus”, fui invitado a un programa de radio a hablar de prevención del suicidio.
Una de las panelistas me preguntó cómo estoy y le respondo que muy preocupado por esa ley que pretendía arrasar con todos los derechos conquistados por los trabajadores. Ella, enojada, me dijo “estuvieron 4 años calladitos con los desastres del gobierno anterior, ahora no podés hablar”. Podría haber dejado pasar esa idea elaborada por un troll y repetida acríticamente, pero le aclaré que siempre había tenido una posición crítica, ante todo gobierno que profundizara las injusticias y las desigualdades, pero que independientemente de eso, no me parecía una actitud democrática pretender limitar la libertad de expresión de nadie, pensara como pensara. Creo aún más, le dije, que es necesario escandalizarse cuando somos testigos de situaciones tan graves, obscenas y crueles. Mientras hablaba recordé que ese término había surgido de las lecturas de Fernando Ulloa, un psicoanalista argentino que me gusta mucho, con el que alude a la” capacidad de escandalizarse e incluso de ser éticamente escandaloso. Frente a la escandalosa desigual y obscena distribución de la riqueza, por ejemplo, importa que uno se escandalice, y no zozobre a la costumbre”. Si uno no se escandaliza, puede zozobrar a la costumbre, caer en el cinismo de la justificación y naturalización de situaciones espantosas, e incluso, como se dice ahora, en ese mecanismo de renegación frente a un desconcierto abrumador que consiste en “fingir demencia”, que es lo contrario a escandalizarse, ya que supone la evasión de la realidad cruel, la sustracción del compromiso, y –como en aquel cuadro senil- la pérdida de la memoria, no solo de lo que pasó, sino del acontecimiento actual, no saber lo que pasa. . “Fingir demencia”, término de moda, significa simular que la violencia abrumadora del desconcierto, no afecte mi equilibrio mental. Significa que, en el marco de un ajuste brutal de un proyecto de “miseria planificada” (Rodolfo Walsh) de saqueo de los trabajadores y clases medias de recursos que son transferidos a los grandes grupos económicos, el gobierno no envíe alimentos a los comedores, reprima salvajemente a quienes manifiesten su descontento y deje de asistir con medicamentos a las personas que padecen cáncer, entre cientos de medidas crueles, a las que asistimos azorados día tras día. Naturalizar esos actos criminales sin escandalizarse, es decir, naturalizarlos en beneficio de la insensibilidad, es una actitud similar a la que Anna Arendt refirió como banalización del mal que condujo a experiencias catastróficas de la humanidad. Poco a poco se fue naturalizando el horror, poco a poco se fue justificando y fingiendo demencia.
Otra de las medidas escandalosas, anunciadas de una manera intencionalmente atosigante, fue la prohibición del lenguaje inclusivo, patético anuncio del vocero presidencial que vocea siempre con un paupérrimo vocabulario, pero no sin una acentuado impudor como cuando se solaza con el anuncio de la “desaparición” del programa de las Madres de Plaza de mayo, y omite en el mismo acto el lenguaje atroz, perverso y discriminatorio con que el Presidente se burla y ataca a las personas con Síndrome de Down, sus familias y la comunidad toda que nos vimos afectados por tamaña violencia y crueldad.
Hay toda una historia de la prohibición del lenguaje por parte de las Dictaduras, que pone en contexto esta medida que, absurda, no deja de ser grave. En breve resumen, porque lamentablemente nuestro país ha sido pródigo de brutos, recuerdo que en la década del 30 los decadentes golpistas prohibieron el lunfardo. Este bellísimo dialecto, argot o vocabulario, creación lingüística de nuestro pueblo profundo , marginalizado, fue perseguido y censurado por el Poder que pretendía preservar el orden puro de la lengua, expulsando el cocoliche de los inmigrantes, encargo que por ejemplo cumplió Lugones, así como la ley de residencia preservaba el orden injusto del Poder Oligárquico, expulsando a quienes podían amenazarlo. Los tangos, subsidiarios de ese lenguaje maravilloso, fueron obligados a cambiar sus letras que adquirieron así una perdida extravagante de su estética arrabalera. De un modo disparatado, los déspotas, forzaron a “Mi noche triste” a decir “Muchacha que me dejaste”, en lugar del atronador “Percanta que me amuraste”, del mismo modo el conmovedor “Yira yira”, perdía su encanto en un abstruso “Camina camina”, perdiendo así su esencia. El objetivo era ligar al pueblo a la indecencia y la inmoralidad, descalificando su lenguaje, impidiendo la expresión misma de sus raíces, imposibilitando que se nombre, que se represente.
De un modo notable, quienes también se reconocían libertarios, la fusiladora del 55 prohibió nombrar a Perón y Evita y todos los símbolos del peronismo, siendo “el Presidente depuesto” y “Esa Mujer”, como la nombró Walsh en el cuento que lleva ese nombre, lo que les pareció mucho más grave que vejar su cuerpo.
Por supuesto que la Dictadura Genocida que este gobierno reivindica, aquella que produjo el horroroso número de30 mil desaparecidos y con los que el vocero presidencial disfruta de hacer juego de palabras, fue la más brutal en la censura, aplanamiento del cerebro de muchos a los que se les prohibió pensar, que era esencial a sus objetivos. Una muestra de su vaciamiento intelectual se expresa en la prohibición de, nada menos, la teoría matemática de los conjuntos porque su connotación colectivista les parecía subversiva. Ahora se pretende, en esta misma línea, exterminar la representación de aquelles que están anulados por un lenguaje machista y patriarcal que los excluye. La creación del lenguaje inclusivo surge de un modo extraordinario de la necesidad de dar existencia esas diversidades dentro de un esquema violentamente masculino, un lenguaje que incluyera otras identidades de género : mujeres, no binarios, intersexuales y otras personas a las que el Poder negara su presencia, ya que la realidad no es lo dado, sino una dimensión creada, precisamente por el lenguaje, la realidad, es siempre simbólica, es decir, una convención social basada en la visión, en este caso , masculina de esa realidad .
El lenguaje inclusivo es una forma de resistencia al poder invisibilizador del lenguaje patriarcal, premisa básica para la opresión de aquello que no nombra, aquello que da invisibilidad, aquello que desde su lógica pretenden que pidamos permiso a la Real Academia Española para poder expresar nuestro lenguaje, aquella institución anacrónica que García Márquez denominaba la policía del idioma, cuyo criterio-denunciaba- es “que ellos se asumen como los depositarios de la pureza del lenguaje, entonces ellos tienen preso el idioma, es como una policía del lenguaje, lo tienen preso y no lo dejan que fluya, que vaya por la calle y se pervierta, que es lo estupendo de los idiomas vivos”. De ese modo repudiamos a los que les duele la rebelión de las “e” y al mismo tiempo agreden cruelmente a las personas con discapacidad y sus familias, con quienes quiero profundamente solidarizarme, porque ambas actitudes, son una y la misma, y nos obliga a escandalizarnos.