El relato del príncipe Harry sobre la noche en la que el rey Carlos III le informó la muerte de su madre
En su autobiografía que salió a la venta en el Reino Unido, el menor de los hermanos detalló cómo su padre le contó aquella madrugada de 1997 el accidente de Diana Spencer en París.
Cada uno de los párrafos de �SSpare, en la sombra⬝ permite adentrarse en los pasillos más estrechos de la vida del príncipe Harry. Es una catarsis continua de momentos de sus 38 años que quedaron grabados fotográficamente en su memoria y que ahora el exiliado heredero volcó en forma de palabras para la editorial Penguin. Entre tantas vivencias que ya salieron a la luz, una particularmente sirve para ilustrar la bisagra en su cronología: la muerte de su madre, Lady Di. Ese hecho lo marcaría hasta el presente.
En el capítulo �SDesde la noche que me envuelve⬝, Harry explica los laberintos que debió pasar desde temprana edad para superar la muerte de su madre. Esa noche quedó grabada para siempre en su memoria y la transcribe detalladamente. Fue en Balmoral, uno de los lugares preferidos por él y por su hermano William para pasar las vacaciones, su �SDisney⬝. Esas semanas eran fantásticas y las de 1997, particularmente. Habían estado con su madre y su �Samigo⬝ poco antes en Saint-Tropez y lo habían pasado de maravillas jugando peligrosamente con las motos de agua que este hombre había puesto a su disposición.
Pero siempre retornar a Balmoral era insuperable. �SLo que intento decir es que allí fui feliz. A decir verdad, es posible que nunca fuera más feliz que aquel fatídico día dorado de verano en Balmoral: el 30 de agosto de 1997⬝. Esa �Snoche fatídica⬝ su padre, el entonces príncipe Carlos, debía atender en el castillo una velada formal. Se colocó su esmoquin y pasó a saludar a sus hijos que estaban comiendo en una de las innumerables habitaciones que tenía ese edificio.
�SSean buenos, niños⬝, recuerda Harry que les dijo a ambos. �SSí, papá⬝, respondieron. �SNo estén despiertos hasta muy tarde⬝, fue la orden final de Carlos antes de descender las escaleras para atender a los invitados.
Luego de relatar algunas travesuras que compartió de la mano con su hermano �SWilly⬝, Harry se adentra en la máxima oscuridad del relato de aquella �Sfatídica noche⬝:
Mi cama era alta. Tenía que saltar para subir a ella, después de lo cual rodaba hasta su hundido centro. Era como encaramarse a una librería y luego caer dando tumbos a una trinchera. La ropa de cama estaba impoluta, no tenía ni una arruga y presentaba varias tonalidades de blanco. Alabastro para las sábanas, crema para las mantas, cáscara de huevo para las colchas (muchas de las piezas llevaban estampadas las letras ER, «Elizabeth Regina»). Todo estaba alisado y tirante como la piel de un tambor, con tanta maestría que resultaba fácil detectar los remiendos de todo un siglo de agujeros y rasgones.
Yo me tapaba hasta la barbilla con las sábanas y las mantas, porque no me gustaba la oscuridad. No, miento: aborrecía la oscuridad. Mi madre también, me lo había confesado. Eso lo había heredado de ella, pensé, junto con la nariz, los ojos azules, su amor por la gente y su odio a las ínfulas, lo falso y todo cuanto oliera a pijerío. Me veo bajo esas mantas, mirando fijamente a la oscuridad, escuchando los chasquidos de los insectos y el ulular de los búhos. ¿Imaginé que unas formas se deslizaban por las paredes? ¿Contemplé la franja de luz del suelo, que siempre estaba ahí porque yo insistía en que dejaran la puerta entreabierta todas las noches? ¿Cuánto tiempo pasó antes de que me venciera el sueño? En otras palabras, ¿cuánto me quedaba de infancia, y cuánto lo disfruté, lo saboreé, antes de, todavía adormilado, descubrir a⬦?
� ¿Papá?
Estaba plantado junto a la cama, mirando hacia abajo. Su bata blanca hacía que pareciera un fantasma en una obra de teatro.
� Sí, mi querido hijo.
Me dedicó una media sonrisa y apartó la mirada.
La habitación ya no estaba a oscuras. Tampoco había luz. Era una extraña penumbra, casi parduzca, casi como el agua de la vetusta bañera.
Me miró de un modo extraño, con una expresión que nunca le había visto antes. Con⬦ ¿miedo?
� ¿Qué pasa, papá?
Se sentó en el borde de la cama y me puso una mano en la rodilla.
� Mi querido hijo, mamá ha tenido un accidente de autos.
Recuerdo que pensé: «Un accidente⬦, vale. Pero está bien, ¿no?».
Recuerdo como si fuera ayer que eso fue lo que se me pasó por la cabeza. Y recuerdo que esperé con paciencia a que mi padre me confirmarse que, en efecto, mamá estaba bien. Y recuerdo que no lo hizo.