– Evángelos Goumas –
“No te conocieron mis ojos de niña. Quedó suspendido en mitad del tiempo mi ademán de mano buscando tu mano. Y aún retiene el aire que viene del norte recuerdos de un cuento que hubiese querido oír de tus labios. Pero soy lo mismo, nieta de tu sangre. Siembra de ese sueño que tuvo por cuna la proa de un barco y en lento camino hacia raíces hondas extravió los mares, resumió distancias y ahogó soledades bajo la ancha sombra de los paraísos” … “Y es dulce saber que esta tierra mía, toda pampa y cielo, te brindó una cuna para que descanses del largo camino… Abuelo lejano, tan griego y tan argentino”.
Hay que ser muy valiente para emigrar. Salir del propio lugar para emprender rumbo a lo desconocido.
En el mes de septiembre, pero de 1954, pisaba suelo argentino Evángelos Goumas, junto a su esposa e hijo. Había nacido el 25 de febrero de 1917 en Karditsa, Grecia. Con sus jóvenes, pero ajetreados 37 años vividos, arribó a Concordia y se unió a sus hermanos Theodoro y Pericles reconocidos fotógrafos de la Plaza de nuestra ciudad de Concordia, a quienes no veía desde su niñez, en su Grecia ya lejana. (Como anécdota, hermanos con apellidos diferentes (Goumas – Guouman), gracias a las autoridades portuarias que escribían lo que entendían… (tema interesante para otro escrito…) Atrás quedaba la tierra con aroma a olivos, tierra de filósofos, de Dioses.
Con un cuerpo castigado por la guerra, la pobreza, los pesares del alma por tantas pérdidas y con la pena del desarraigo, se dispuso a recomenzar. Trabajó incansablemente, día y noche en su querida peluquería de calle Brown y se dedicaba a todo tipo de trabajos que le permitieran salir adelante; zapatero, retocando cuadros fotográficos, etc. Como si todo esto fuera poco, construyó su hogar con sus propias manos. Aprendió a comunicarse en un idioma tan diferente al griego como lo es el castellano y estableció así, fuertes lazos de amistad y afecto con quienes compartía día a día, quienes destacan su solidaridad y actitud servicial.
Amado por su familia, supo ser un hombre bondadoso, afectuoso y siempre atento a su familia y a todos los que lo rodeaban. Buen padre, abuelo y un tío cálido y cercano con sus sobrinos que lo recuerdan por su brazo siempre extendido para ayudar, por su cariño y por las charlas llenas de enseñanzas.
Lamentablemente, en el año 1981, su vida se apagó trágicamente. Pero su luz, la luz de esa su alma tan maravillosa, sigue brillando fuerte e intensamente en todos quienes lo recuerdan, porque su ausencia aún se siente y su presencia está en todas partes.
Un inmigrante que como tantos otros, brindó un aporte invaluable a nuestro país. Es por ello, que debemos tenerlos presente y tomar su ejemplo como estandarte.
Hoy, en este Día del Inmigrante, quise recordarte en estas páginas, abuelo, para compartir con toda la ciudad quien fuiste y aunque las palabras no alcanzan para tanto por expresar, rindo un humilde homenaje a tu persona y renuevo mi compromiso diario de honrarte en cada paso.
Georgina Goumas