La Patagonia rebelde y la primavera cultural del ’73 y ‘74
Hubo un tiempo en que el cine argentino podía emprender proyectos ambiciosos en cuanto a reflejar la historia y comprometerse con la realidad vigente de esos días. Al asumir Héctor J. Cámpora la presidencia de la Nación el 25 de mayo de 1973 dispuso que el Instituto Nacional de Cine fuera conducido por el talentoso director de cine Mario Soffici y por el actor y director Hugo del Carril. Por otra parte, por decreto del Ministro de Cultura y Educación Jorge Taiana se lo inviste a Octavio Getino (director junto con Pino Solanas, entre otras de “La hora de los hornos” (1968) a cargo del Ente de Calificación Cinematográfica.
Los antecedentes: En el año 1947 se sanciona la Ley 12.299 de fomento a la cinematografía y en 1968 se crea el Instituto Nacional de Cine. Pero en 1963 con la creación del Consejo Nacional Honorario de Calificación Cinematográfica, perfeccionado con el Ente de Calificación Cinematográfica en 1968, se perfecciona la censura en el país, imponiéndose cortes en las películas, tanto argentinas como las de cualquier origen.
Retornando a 1973, la nueva gestión avanza, en particular con la creación de una comisión asesora integrada por personalidades de distintos ámbitos culturales, en proyecciones y debates en público para algunas calificaciones, autorizaciones a películas previamente censuradas, y en lo vinculado con la realización, en autorizar películas que marcaron una impronta significativa y convocaron a multitudes en los cines.
A propósito, Getino en su libro “Cine argentino entre lo posible y lo deseable” que fuera publicado por DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) y la Fundación CICCUS, dice: “a partir de estas nuevas conducciones se inició una política radicalmente diferente. El Instituto –a cargo fundamentalmente de Soffici- estimuló un trabajo de organización gremial que condujo a revitalizar todos los sindicatos de la industria, particularmente el de los técnicos (…) y el de los productores independientes (quienes constituyeron una nueva agrupación, donde participaban Solanas, Kuhn, De la Torre, Ríos, Saderman, etc.).
De tal forma que en 1974, en un marco de una augusta primavera, se estrenaron, entre otras: “La tregua”, basado en la novela homónima de Mario Benedetti, dirigida por Sergio Renán, con Héctor Alterio, Ana María Picchio y Oscar Martinez, y que fuera la primera película argentina que oficialmente participó del quinteto de nominados al Premio Oscar como Mejor Película Extranjera, en la edición que ganara nada menos que “Amacord” de Fellini.
También fue el año en que se estrenaron: “Quebracho”, de Ricardo Wullicher sobre la persecución a los trabajadores en la empresa inglesa de explotación del quebracho colorado en el norte de Santa Fe y el sudeste de Chaco, con Héctor Alterio, Lautaro Murúa y Juan Carlos Gené. Según cuenta Florencia Eva González en su libro “Fantasmal. Inventario crítico del cine argentino de 1897 a la actualidad”, “retrata el nacimiento de la conciencia sindical de los trabajadores de La Forestal, un latifundio británico dedicado a la explotación del quebracho en suelo argentino”; “Boquitas pintadas” de Leopoldo Torre Nilsson basada en el libro homónimo de Manuel Puig, sobre la vida cotidiana del donjuán Juan Carlos y su vinculación sentimental con tres mujeres ante la mirada escrutadora de pueblo en el General Vallejos ficticio que oculta el General Villegas real, localidad natal de Puig. Y también fue el año de “La Patagonia rebelde”.
“La Patagonia rebelde” fue una película dirigida por Héctor Olivera, basada en la obra de Osvaldo Bayer “Los vengadores de la Patagonia trágica”. Alguna vez se dijo que Olivera había tomado conocimiento del tema por “Los dueños de la tierra”, libro de David Viñas publicado en 1958. Esa versión fue descartada por el director en su libro de memorias, “Fabricantes de sueños”, al afirmar “Cuando leí los dos primeros tomos de su investigación titulada Los vengadores de la Patagonia trágica tuve el deslumbramiento de un hecho deliberadamente silenciado por nuestra historia oficial y de inmediato imaginé una película épica con un tema riesgoso, no encarado antes por el cine argentino.”.
Cabe acotar que Osvaldo Bayer había investigado los acontecimientos de la huelga y posterior represión y asesinatos por parte del ejército en la Patagonia, durante más de 10 años. Fue publicando una serie de artículos en la revista de Félix Luna, “Todo es historia” y posteriormente compiló su obra en cuatro tomos de “Los vengadores de la Patagonia trágica”.
Héctor Olivera conjuntamente con Fernando Ayala, habían constituido Aries Cinematográfica Argentina S.A. en 1956. Era una productora cinematográfica que había conseguido tener una trayectoria combinando películas redituables en términos económicos como las protagonizadas por Alberto Olmedo y Jorge Porcel, con otras de marcada calidad como “El candidato” (1959) de Fernando Ayala, “Tiempo de revancha” (1981) de Adolfo Aristarain y las películas “El muerto” (1976) sobre un cuento de Borges y “Los viernes de la eternidad” (1981) dirigidas por Héctor Olivera.
Para realizar “La Patagonia rebelde”, Olivera elaboró el guion conjuntamente con su socio Fernando Ayala y con Osvaldo Bayer. Contó también con la colaboración de David Viñas, a partir del conocimiento de éste de las circunstancias históricas referenciadas.
Los sucesos a que se refieren tanto los libros de Bayer como la película se desarrollaron entre 1920 y 1922. La Primera Guerra Mundial había hecho subir significativamente el valor de la lana lo que había incentivado la explotación lanar en la Patagonia. Al finalizar la contienda y paulatinamente ir normalizándose la producción en los países que habían sido partícipes del conflicto, sumado a las prácticas inescrupulosas en la comercialización por parte de los productores argentinos, se provocó una disminución en la demanda con la consecuente baja del precio de la lana.
Eso trajo como consecuencia que los estancieros despidieran personal y modificaran las condiciones laborales, generando en respuesta una serie de huelgas convocadas por organizaciones sindicales anarquistas. Ante ese conflicto, el presidente Hipólito Yrigoyen envía tropas del ejército para normalizar la situación. Inicialmente se consigue una tregua, pero sin que se obtenga una solución, incrementándose las huelgas, con toma de establecimientos por parte de los obreros. La represión por parte de la Liga Patriótica y el ejército a partir de esos hechos tiene como colofón el asesinato de, entre 1000 y 1500 obreros. El 1° de enero de 1922, en la Sociedad Rural de Río Gallegos se festejó la cruenta finalización de la contienda felicitando al coronel Héctor Varela, quién había encabezado la violenta acción represiva.
La muerte del coronel Varela (Zapata, en la versión cinematográfica) el 25 de enero de 1923, a la salida de su casa, en el N° 2463 de la calle Fitz Roy por parte del anarquista alemán Kurt Wilckens, en represalia por los asesinatos de la Patagonia, es la escena que da inicio a la película de Olivera.
A propósito, la acción de Wilckens generó una serie de asesinatos. En principio, el nacionalista Jorge Ernesto Pérez Millán Temperley, miembro de la Liga Patriótica Argentina y familiar de Varela, unos meses después del asesinato de éste, se hizo pasar por un guarda cárcel y mató a Wilckens en su celda. A Millán Temperley se lo hizo pasar por insano y fue internado en el Hospicio de la Merced. Era asistido por el yugoslavo Esteban Lucich.
Un anarquista ruso Boris Wladimirovich, preso en el penal de Ushuaia, buscó vengar la muerte de Wilckens. Se hizo pasar por loco y fue, entonces, trasladado al mismo Hospicio que Millán Temperley. Allí convenció de su propósito a Lucich, quién termino siendo el brazo ejecutor de la muerte del joven nacionalista.
La filmación de “La Patagonia rebelde” se vio sometida a varios bemoles que la complejizaron. Ellos fueron, desde la misma aridez del suelo y el clima, pasando por las circunstancias políticas y sociales e incluso el tamiz de la censura que, como se verá, la tuvo a mal traer. Dice Florencia González en el libro mencionado, “la decisión de filmar la historia en los mismos escenarios que ocurrieron, el minucioso trabajo de documentación visual y la contratación como extras de ciento cincuenta mineros de Rio Turbio, hace del filme un alegato vigoroso y desde el punto de vista narrativo, una película atractiva y verosímil.”
El detalle de los lugares donde se filmó, los recrea Olivera en su libro ya mencionado, desde la convocatoria en Puerto Deseado, “el rodaje comenzó en unas serranías cercanas y continuó en la estación de ferrocarril de Puerto Deseado. Siguiendo la vía férrea llegamos a Pico Truncado, donde tuvimos que alojarnos en carromatos formados en U que pertenecían a YPF. El rodaje estaba paleado en las estaciones de ferrocarril Tehuelches y Jaramillo (…) Regresamos a Puerto Deseado (…) y luego fueron a Río Gallegos. (…) Terminado el rodaje en Río Gallegos la caravana partió para Rio Turbio. (…) En Río Turbio nos alojamos donde pudimos –obviamente no había hoteles- y las mujeres fueron a parar a una mezcla de posada con prostíbulo llamado El Gato Negro”.
A pesar de los tiempos, el Ente de Calificación Cinematográfica (ergo, censura), si bien modificado, moderado y en cierta medida, contemplativo, todavía existía. Vale decir que recién con la Ley N° 23.052 del 22 de febrero de 1984, en el gobierno de Raúl Alfonsín, se derogó la Ley que había creado el mencionado Ente. Por lo que, en 1974, estaba vigente.
Presentada “La Patagonia rebelde”, como todas las películas debían serlo, el Ente no la calificó. La razón era que el Comandante en Jefe del Ejército, Laureano Anaya, sobrino de Elbio Carlos Anaya, un capitán que había participado de los asesinatos en la Patagonia, en desacuerdo con el enfoque dado al tema y a la forma en que se expresaba la intervención de su tío, se oponía a calificar la película para su exhibición.
El Presidente Perón acostumbraba a ver películas en la Quinta de Olivos. Según cuenta Olivera, el Dr. Carlos Seara, uno de los médicos de Perón, estuvo presente cuando se le presentó “La Patagonia rebelde” al Presidente. “Un par de veces El General (narra Olivera) comentó en voz baja: -Fue así, fue así, y a la salida: -La película está muy bien, pero la tengo que censurar porque no se puede dar esta imagen del Ejército, precisamente en este momento”. No obstante, días después ante una declaración de Anaya que Perón interpretó como una versión que “estaba revuelto el avispero de las Fuerzas Armadas. El General que le tenía poca simpatía al comandante, agregó: -¿Cómo era esa película de la Patagonia en la que aparece el tío de Anaya? –La Patagonia rebelde, le contestó Abras (secretario de Prensa y Difusión del gobierno), -Que se dé en todos los cines del país”.
Así, el 13 de junio de 1974 se estrenó “La Patagonia rebelde”. Fue un gran éxito de público. Se exhibió en muchos cines durante semanas. Obtuvo el Oso de Plata del Festival de Berlín de manos de Giulietta Massina, la esposa de Federico Fellini, el 1° de julio de ese año, el mismo día del fallecimiento de Juan Domingo Perón. En Octubre, a pesar que continuaba exhibiéndose con notable repercusión, fue censurada por el gobierno de Isabel Perón y sus actores, entre ellos, Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi, Franklin Caicedo, Pepe Soriano, fueron perseguidos por la triple A y algunos de ellos, para salvar su vida, debieron exiliarse.
Esa primavera del ´73-´74, duró muy poco. En fin, fueron unos meses en los cuales el cine argentino se revitalizó y demostró lo creativo y asertivo que podía ser en cuanto a la temática nacional. Las películas permitieron una bocanada de testimonios, visión y sentido social. Luego, la triple A y la dictadura más tarde, sepultaron la idea de libertad que se había insinuado en esos pocos meses.
Con el advenimiento de la democracia, la eliminación del Ente de Calificación Cinematográfica y la voluntad democrática del Presidente Raúl Alfonsín, se pudo comenzar a transitar aquel camino de creación y liberación cultural que se había avizorado en la primavera del ´73-´74. Incluso, “La Patagonia rebelde”, como otras películas nacionales y de otro origen, fueron o re-estrenadas o estrenadas varios años después de su realización, para beneplácito de los que somos amantes del cine.
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