La Revolución de Mayo
Uno podría preguntarse con todo derecho: ¿la Revolución de Mayo fue un acto económico, un acto político, un acto militar? Y responderse: no, fue un acto escolar. Así atraviesa nuestras vidas el hecho fundador de nuestra nacionalidad, como un recuerdo agridulce de pastelitos, corcho quemado y vendedores ambulantes (...)
Los hechos de Mayo son absolutamente inexplicables sin una comprensión necesaria de la situación europea, porque son el resultado de una compleja serie de causas entre las que la situación externa se torna determinante (…)
Estaba claro que la suerte de estas colonias dependía de las vicisitudes de la guerra europea y de la política de Napoleón y los ingleses. Los porteños estaban en vilo esperando las noticias sobre la situación española, que llegaba por barco con dos o tres meses de retraso, y muchas veces la imaginación popular remplazaba la falta de información con rumores y fantasías, animando el clima tranquilo y aburrido del virreynato:“Fernando fue asesinado”;“Napoleón se rindió”;“Volvió Fernando”;“Cayó la junta de Sevilla”. El 13 de mayo de 1810 llegó al puerto de Montevideo la fragata inglesa John Paris trayendo al Río de la Plata una noticia grave: el 13 de enero Sevilla había caído en manos de Napoleón. (…)
En un principio el virrey trató de ocultar las novedades incautándose de todos los periódicos que traía el barco. Pero, según cuenta Mario Belgrano, uno de ellos llegó a manos de Belgrano y Castelli, que se encargaron de difundir la noticia. Desde entonces, Cisneros no tuvo más remedio que dar a conocer la información (...)
La Semana de Mayo estuvo muy lejos de ser un apacible tránsito de vendedores ambulantes y damas antiguas, como se nos enseñó prolijamente en nuestras tiernas infancias. Estaban en juego muchos intereses, nacionales y extranjeros, y las pasiones, en algunos casos legítimas y en otras unidas directamente a los bolsillos, se desataron. Pese a las ilusiones del virrey de que todo transcurriera según su voluntad, la misma noche del 18 de mayo, los partidarios del cambio se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle a Cisneros la convocatoria a un Cabildo Abierto (…)
El día 21 de mayo a las 9 de la mañana se reunió el cabildo como todos los días, para tratar las cuestiones de la ciudad. Pero a los pocos minutos, los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres con pistolas y puñales. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Berutti, se agrupaban bajo el nombre de “Legión infernal”, y desconfiando de la palabra empeñada por el virrey, pedía a gritos que se concretara la convocatoria
al Cabildo Abierto para el día siguiente. Los cabildantes accedieron al pedido de la multitud (…)
De los 450 sólo pudieron llegar 251. Los muchachos de la Legión Infernal usaron para la tarea, más que las míticas cintitas de color incierto, convincentes cuchillos, trabucos y fusiles. Cuenta un testigo de los hechos cómo los muchachos de la Legión Infernal, parapetados estratégicamente en las esquinas del cabildo, bajo la cercana supervisión de sus jefes, French y Berutti, ejercieron el “derecho de admisión”(…)
Decía Castelli aquél memorable 22 de mayo de
1810:“A mí me toca contestar al señor Obispo y si se me impide hacerlo, acudiré al pueblo para que se respeten mis derechos”.
Castelli fue interrumpido por el obispo: “Asombra que hombres nacidos en una colonia se crean con derecho a tratar asuntos privativos de los que han nacido en España (…)”
Haciendo uso de una maravillosa ironía, (Castelli) señaló: “Si el derecho de conquista pertenece, por origen, al país conquistador, justo sería que la España comenzase por darle la razón al reverendo Obispo abandonando la resistencia que hace a los franceses y sometiéndose, por los mismos principios con que se pretende que los americanos se sometan a las aldeas de Pontevedra (…)”
El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas revolucionarias “mientras que a los que no votaban contra el jefe (Cisneros) se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les chiflaba”.
Mientras tanto Manuel Belgrano, apostado en una de las ventanas del cabildo, había montado con los chisperos instalados en la plaza, un sistema de señales. Si la cosa se ponía muy complicada, debía agitar un pañuelo blanco y los muchachos irrumpirían en la sala capitular. No hizo falta, porque aquél 22 de mayo casi todos los asistentes aprobaron la destitución del virrey, aunque no se ponían de acuerdo sobre quién debía asumir el poder y por qué medios.(…)
La mañana del 25, grupos de vecinos –algunos con paraguas y otros sin paraguas, porque si bien los había, eran un artículo de lujo–, se congregaron en la plaza con el apoyo de los milicianos encabezados por French y Berutti (…)
Cuando las sesiones parecían demorarse demasiado, irrumpió en la sala el jefe de los chisperos Antonio Luis Berutti, que dijo en tono amenazante: “Señores del Cabildo, esto ya pasa de juguete, no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes para venir aquí (…)”
Los cabildantes tomaron muy en serio las amenazas y anunciaron la formación de la Primera Junta de Gobierno (…)
Días después del 25 de mayo, el cura párroco de Soriano, en la Banda Oriental, que seguía en manos españolas, asentaba en el libro de defunciones la siguiente partida: “El día 25 de mayo de este mes de mayo, expiró en esta provincia del Río de la Plata, la tiránica jurisdicción de los virreyes, la dominación déspota de la península española y el escandaloso influjo de todos los españoles (…)” A los pocos días, el cura Gomensoro fue separado de su parroquia (…)
La revolución estaba en marcha. Quedaba ver qué caminos tomaría.
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