La verdad sobre el «genocidio» español: cuando los virus mataron al 95% de la población de América
Se estima que el 95 % de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón.
Hay muchas razones por las que resulta anacrónico y fuera de lugar llamar genocidio al desplome demográfico que vivió la población indígena en América a la llegada de los primeros europeos en el siglo XV y XVI. Para empezar el propio concepto de genocidio, esto es, el exterminio sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad, hace referencia a un fenómeno del siglo XX y no encaja con las leyes dictadas por la Corona española para la defensa de los indígenas americanas.
Ningún país de Europa hizo tanto por combatir los excesos en los procesos de poblamiento y colonización como esa España de los Reyes Católicos y luego los Austrias, entre otras razones porque entendían que lo importante era la conversión al cristianismo de estos indios por encima de razones políticas o económicas.
No obstante, para los más pragmáticos, como el hispanista Joseph Pérez, la principal razón por la cual no tiene ni pies ni cabeza que los conquistadores organizaran un exterminio sistemático de los indios no está relacionado con la religión o los derechos humanos, sino con el hecho obvio de que «España no podía matar a la gallina de los huevos de oro». La expansión en América y la explotación de recursos por parte de un grupo tan pequeño de personas como eran los españoles que viajaron al nuevo continente necesitaba de la cooperación de los locales para tener éxito.
España necesitaba a los indios, y dado que la llegada de los europeos resultaba inevitable, ellos también acabaron necesitando de las herramientas que los españoles crearon, como las repúblicas de indios o las leyes de Indias, para sobrevivir a largo plazo al desastre que cayó sobre ellos.
Una caída del 95%
Más allá de buenas o malas intenciones, lo cierto es que la población indígena sufrió un descenso drástico en pocas décadas causado por enfermedades que para ellos eran desconocidas. Antes de la llegada de los españoles se ha estimado tradicionalmente que la población del continente se encontraba entre los 40 millones y los 100 millones. No obstante, el hispanista venezolano Ángel Rosenblat argumenta en su estudio «La población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos» (1967) que la cifra no pasaría de 13 millones, concentrándose los principales grupos en las actuales regiones de México y de Perú, ocupadas por el Imperio azteca y el Inca respectivamente.
Si bien el debate sobre cuál era la demografía original sigue abierto, sí consta que la disminución demográfica fue dramática: el 95% de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón, según el investigador estadounidense H. F. Dobyns.
La sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos poblacionales) y sobre todo las enfermedades. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico. Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de muertes frente a la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas.
El resultado fue la muerte de un porcentaje estimado del 95% de la población nativa americana existente a la llegada de Colón debido a las enfermedades, según los cálculos del ecólogo Jared Diamond.
Las epidemias contra aztecas e incas
Fueron las grandes epidemias las que provocaron el mayor impacto. Cuenta Jared Diamond en su libro «Armas, gérmenes y aceros» que los indios de las islas de las Antillas, cuya población en el momento de su «descubrimiento» se calcula que superaba el millón, fueron exterminados rápidamente por la enfermedad, el expolio, la esclavitud, la guerra y el asesinato ocasional. De las islas las epidemias saltaron, con los españoles, al continente.
Una epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519 acabó con prácticamente toda la población local. Esa misma epidemia fue introducida por los hombres de Hernán Cortés en México a través de un esclavo infectado y devastó a los aztecas justo tras el fracaso del primer ataque español en 1520, causando además la muerte de Cuitláhuac, el emperador azteca que sucedió brevemente a Moctezuma.
Tras arrasar Guatemala, la viruela bajó hasta el corazón del Imperio Inca en 1525, donde diezmó a la mitad de la población.
Precedido por esta epidemia, la llegada de Francisco Pizarro a Perú fue el golpe final a un imperio que se encontraba colapsado por las enfermedades y las guerras internas. Hacia 1526 la enfermedad mató al emperador Huayna Cápac y a su sucesor designado, de manera que se abrió una lucha por el trono entre otros dos hijos del monarca fallecido. Atahualpa y Huáscar se enzarzaran en una guerra civil que benefició especialmente a Pizarro.
Si Atahualpa y su ejército estaban en Cajamarca cuando fue capturado por los españoles es porque acababan de vencer a su enemigo y trataba de reorganizar sus huestes. Pizarro se dio cuenta rápidamente de esas divisiones y las aprovechó para asestar un golpe rápido a la cabeza del imperio. De no haber sido por la epidemia, un centenar de españoles habrían tenido que enfrentarse a un imperio unido con millones de súbditos y miles de guerreros.
La epidemia de viruela en América fue seguida por la de sarampión, entre 1530-31; el tifus, en 1546; y la gripe, en 1558. La difteria, las paperas, la sífilis y la peste neumónica también golpearon fuerte en la población. Incluso la malaria y la fiebre amarilla, que se suponen de forma errónea como naturales de América pero están causadas por microbios originarios de los trópicos del Viejo Mundo, fueron introducidos en América por los europeos y los esclavos. Abces