Las campanas hablan por ti. Ernest Hemingway y la Guerra Civil Española
Ernest Hemingway mantuvo una relación intensa y permanente con España. Desde principio de la década del ´20 se vinculó con su pueblo, sus costumbres y finalmente con su realidad social y política. Fiel representante de su época, le fascinaba -entre otras cosas- la tauromanía y en virtud de ello en sus visitas participó de numerosas corridas de toros. Su experiencia en Pamplona, la volcó en “Fiesta”, su primer y consagratorio libro, y en “Muerte en la tarde”.
Se ha dicho que ningún escritor estadounidense se ha involucrado tanto con la guerra en el siglo pasado como Hemingway. Había participado activamente de la primera guerra mundial. En ésta, a pesar de que había sido exceptuado de formar parte de las fuerzas norteamericanas por su mala visión, se sumó a una convocatoria de la Cruz Roja y fue chofer de ambulancias en Italia. Redactó comunicados desde los mismos frentes de guerra y utilizó a ésta, como marco de varias de sus obras. Volcó su experiencia en la Primera Guerra Mundial en la formidable “Adiós a las armas”.
Pero la intrínseca conexión con España se perfecciona a partir de la guerra civil española. En 1937, respondiendo a su vocación de periodista llegó a España como corresponsal de una agencia de noticias norteamericana. Una vez allí se sumó como guionista al proyecto del director de cine holandés Joris Ivens que rodaba “Tierra de España”.
Además en su afán de documentar la realidad que iba conociendo, Hemingway se vinculó también con el famoso fotógrafo Robert Capa, apareciendo en muchas de las fotografías, algunas emblemáticas, que plasmaron el horror de esa guerra fratricida. Robert Capa que participó, en ese luctuoso acontecimiento, con su esposa Gerda Taro, es el autor de una famosa imagen del periodismo de guerra: “Muerte de un miliciano” que revela el momento exacto que un republicano es asesinado de un disparo en la cabeza.
Al poco de arribar a España, Hemingway se involucra con la causa republicana, compromiso que le valió numerosas críticas, pero lo hizo porque -dijo- “no tenía más partido que un profundo interés y amor por la República. Políticamente yo estuve siempre del lado de la República desde el día en que fue declarada y desde mucho tiempo antes”. Se mantuvo cerca de las escaramuzas bélicas y fue uno de los últimos cronistas en abandonar la zona donde se llevó a cabo la Batalla del Ebro, la que se libró hasta la destrucción casi total de la localidad de Tortosa en la provincia de Tarragona, Cataluña.
Esa posición y el desencanto que le produjo la derrota del bando republicano lo llevó a redactar una novela “Por quién doblan las campanas” que habla de un profesor universitario norteamericano, Robert Jordan, un voluntario que se había incorporado, como tantos otros extranjeros, a la Brigada Internacional, un grupo de arriesgados que intentaban defender la República frente a la avanzada franquista. Toda la trama se desarrolla en tres días. El marco referencial es mayo de 1937 y los alrededores de Segovia. Se involucra con un grupo de guerrilleros que estaban en la Sierra de Guadarrama. El norteamericano era especialista en explosivos. Había ejecutado acciones haciendo explotar trenes, redes eléctricas y depósitos de armas. Le encomiendan destruir un puente para evitar el avance del ejército franquista y su acción permite que un pelotón pueda evitar caer abatido. Queda herido y su acción lo convierte en héroe.
La virtud de Hemingway radica en, “Por quién doblan las campanas”, con un lenguaje ágil y asequible, trasmitir la tragedia de una guerra, el valor y la entereza de quien defiende ideales y la resistencia de un grupo de guerrilleros frente a un ejército tradicional, incorporando una breve historia de amor. El título lo tomó Hemingway de la “Meditación VXII”, un poema de 1624 de John Donne cuando dice: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
El sentido metafísico del poema refuerza el concepto humanitario que le quiso conceder Hemingway a su historia, en el marco del desquicio que supone una guerra, al focalizar la preocupación por la vida, transmitiendo la valoración colectiva de la condición humana.
El 14 de julio de 1943 se estrenaba la película homónima del libro de Hemingway en Nueva York dirigida por Sam Wood e interpretada por Cary Grant, Ingrid Bergman, Katina Paxinoux, Akim Tamiroff y el mexicano Arturo de Córdova. Por la proximidad con la guerra civil, en el reparto casi no hay actores españoles. En cambio se recurrió a actores griegos y rusos. La música de Victor Young y la fotografía de Ray Rennahan sumaron realismo a un guion en el que participó el propio Hemingway.
Hubo una campaña para que no se realice el film. Regía en Estados Unidos el código Hays con su carga de censura y oscurantismo. Franco gestionó para que no se concrete la iniciativa. Se justificaba la oposición a la película por inmiscuirse en la política de otro país y en las relaciones amorosas entre los protagonistas principales. La realidad era que molestaba la visión que de la guerra civil había novelado Hemingway. Por otro lado, una serie de desavenencias entre los productores y aquellos primeros convocados al proyecto lo demoraron. Así, el reconocido director Cecil B. DeMille abandonó el proyecto al poco tiempo de comenzar la filmación y se tuvo que recurrir a otro director. Finalmente luego que Howard Hawks también mostró interés sin que se concreten las tratativas, Sam Wood terminó siendo el director asignado.
Solo treinta y cinco años después de su estreno, el 13 de julio de 1978, muerto Franco, recién pudo exhibirse en España “Por quién doblan las campanas”. El antifascismo de la novela y la película y la mirada solidaria y humana de Hemingway han solidificado la importancia y trascendencia de la historia. Siempre es necesario, y hoy, tal vez, con mayor firmeza rescatar el sentido del poema que da título a la novela, y valorar que la pérdida de la vida de un hombre involucra a cada uno, que cada muerte es la muerte de todos.