Miedo a la soledad
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Hace unos meses me encontré providencialmente con un amigo de la adolescencia y juventud con quien no nos veíamos desde hace más de veinte años. Las distancias geográficas primero y las opciones de vida �fundamentalmente� influyeron para ir apartando los encuentros. Por razones laborales lo trasladaron fuera del país. También a mí me tocó partir a Gualeguaychú, después a San Juan. Las pocas veces en el año en las que volvía a visitar a su familia y amistades yo no pude coincidir. Y también fuimos tomando caminos que cada vez se diferenciaban más.
Pero esa tarde que nos volvimos a ver fuimos a tomar un café a un bar. Inesperadamente a los pocos minutos estábamos compartiendo situaciones hondas de cada uno que apenas habíamos hablado con personas cercanas.
A él no le había ido bien en los afectos; eso ya lo sabía. Un par de fracasos en formar familia, experimentar el dolor de la traición, la amargura de la decepción le fueron haciendo cerrar el corazón.
De hecho, en la ciudad donde vive no ha generado vínculos profundos.
Le va muy bien en los negocios. Pero, con una mano en el corazón, se está animando a pensar en pegar la vuelta.
Uno de los temores que más le dan vueltas, acaso el más importante, es el miedo a la soledad en el momento de la muerte. Me lo expresaba gráficamente, como quien lo viene madurando hace rato.
Le aterra enfrentar una enfermedad sin una mano amiga que al final lo sostenga en el amor.
Se me vinieron al corazón algunas enseñanzas de Jesús en este tiempo Pascual.
Ustedes son mis amigos. No teman ni se acobarden. No los dejaré huérfanos. Les enviaré el Espíritu Santo.
Y las enseñanzas de San Pablo, la esperanza no quedará defraudada. Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a la muerte por mí. No son �Sfrases⬝; son certezas que nos animan y alientan.
Cuando estamos en el mar agitado en medio de la noche, es necesario confiar en la luz del faro, ese faro que permanece siempre allí, sólido, para guiarnos a buen puerto y librarnos del naufragio.
Así sucede en la vida. Cuando atravesamos situaciones de confusión, desencanto, hay que buscar la certeza del amor que no abandona. La confianza en la vida nueva.
En los momentos en que somos habitados por el sentimiento de orfandad hace falta fortalecer los lazos de pertenencia a la familia, los amigos, a Jesús Resucitado.
En las lecturas de las misas de estas semanas empezamos a mirar la celebración de Pentecostés, en que hacemos memoria de la efusión del Espíritu Santo.
�0l mora en nuestra vida desde el momento del Bautismo y no se aparta de nosotros. Dejemos que nos renueve en la esperanza.
Hasta el sábado 20, tendremos en Puerto Rico la Asamblea del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) del cual fui designado Secretario General en noviembre de 2020.
Se elegirán las nuevas autoridades de la Presidencia y se fijarán las orientaciones pastorales que guiarán a la Iglesia en el Continente durante los próximos cuatro años.
Participarán el Presidente y Secretario de cada una de las Conferencias Episcopales de los veintidós países de América Latina y el Caribe. Acompañanos con tu oración.