¿Qué ves cuando me ves?
"Mire profesora que ésta es una zona muy peligrosa" le dice Tomás, con un tono y una actitud claramente intimidatoria y amenazante, a Claudia que había comenzado sus prácticas de profesorado en una Escuela secundaria nocturna de un barrio de emergencia. Claudia le agradece por avisarle y le pregunta si la podría acompañar hasta la parada de colectivo.
Tomás se sorprende porque su intención fue asustarla para mantener esa imagen de "picante" y peligroso que tenía en la escuela, y en el Barrio. A partir de ese momento, observa Claudia, el joven que se había ganado el prestigio de sus compañeros a fuerza de maltratar docentes, comienza a acompañarla, se muestra interesado en clase, pone voluntad para hacer tareas y colabora con los docentes para que puedan desarrollar los temas (1). Logró modificar, interiormente, su imagen de peligroso por la de una persona útil, valiosa y protectora. La mirada del Otro nos constituye. Una mirada de admiración nos enorgullece, una de recriminación nos culpabiliza, cuando nos miran con temor, una mirada torva, nos hace sentir peligrosos y si nos observan con desprecio, nos veremos desechables e inferiores. Ese gesto en el que la mirada del Otro nos constituye es estructural, es la mirada de la madre la matriz de la imagen del sí mismo. ¿Cómo nos miran, como miramos, como nos vemos?, en esa dialéctica intersubjetiva, en ese "cruce de miradas, se desenvuelve las relaciones humanas, y se construye en cada sujeto, la representación que cada uno tiene de sí mismo.
En el cuento "Virtudes Choique" de Carlos Durán, la maestra notifica a cada uno de los padres que su hijo es "el mejor alumno". El Boticario del pueblo invita a los niños y sus familias a festejar, con un asado, la noticia de que su hijo es el mejor de la escuela. Allí se dan cuenta que todos habían recibido la misma notificación y recriminan a la maestra Virtudes que les hubiera mentido. Ella dice que ha dicho la verdad, verdad que pocos ven y por eso no le creen. Y comienza a explicar que, cuando dice que Melchor es el mejor es porque no sabrá las tablas de multiplicar pero es el mejor arquero de la escuela... que cuando refiere que Apolinario es el mejor lo dice porque, si bien es un poco desprolijo, es el más dispuesto a ayudar en lo que sea y así, cada uno de los 56 alumnos, y agregó: "Soy la maestra y debo construir el mundo con estos chicos, sus hijos. Entonces, ¿con qué levantaré la patria? ¿Con lo mejor o con lo peor? "Poco a poco cada cual se fue buscando su hijo. Y lo miró con ojos nuevos. Porque siempre habían visto principalmente los defectos y ahora empezaban a sospechar que cada defecto tiene una virtud que le hace de contrapeso, y que es cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor (2). Se trata de una mirada que rescata las virtudes y las potencialidades. Es tal vez lo que Ulloa llama "miramiento", que es mirar con amoroso interés a quien se reconoce como sujeto humano, distinto y semejante a uno mismo (3) y que es el fundamento de la ternura y la salud mental. Este cuento conmovedor me hace acordar siempre, e inevitablemente, a mi maestra de primer grado: Hilda Bahler. Ella nos recibía todos los días, en la puerta de la escuela, con un beso lleno de ternura, nos miraba a los ojos y con interés nos preguntaba uno por uno cómo estábamos. Nos hacía sentir que le importábamos, que significábamos algo para ella. Se vestía de India y bailaba graciosamente por todo el aula para enseñarnos la letra I. nos hacía sentir importantes, únicos, sentíamos que quería que aprendiéramos. Recibíamos su mirada amorosa Es lo que hizo, la semana pasada, Melina Guigli, la profesora de Ezequiel Curaba, el chico que falleció electrocutado cuando intentaba robar cables en Rosario. Pudo ver otra cosa en él, un más allá de las miradas prejuiciosas, pudo ver un joven bueno, sensible y respetuoso, urgido al robo por el hambre, y no un "delincuente" como quisieron desde las redes antisociales, infestadas de odio. Se puede mirar juzgando o comprendiendo. Se puede mirar condenando, o entendiendo un contexto. Comprendiendo que una conducta no define al sujeto y sus potencialidades, sino miramos lo que le sucede, su mundo, sus motivos, sus padecimientos. Una niña de 12 años fue detenida por la policía por robar 12 fibras y unos lápices en La Pampa. ¿Qué desierto de sentimientos arrasó a quien pudo ver en ese acto a una delincuente que había que atrapar? Un jubilado octogenario compra fiambre y pan para un sándwich y oculta una manteca. Sale del supermercado esposado por la policía, como si fuera un hampón. ¿Quién puede tener el corazón tan helado para no poder ver allí un hombre desesperado y no compadecerse?, hemos llegado a un punto sin retorno si tenemos que explicar estas monstruosas injusticias. Que no son nuevas lo atestigua uno de los episodios más conmovedores de la historia de la literatura Universal. En la novela "Los Miserables" del genial Víctor Hugo. Jean Valijean, el protagonista principal, fue condenado a las Galeras por robar un pan. Una gran injusticia se abate sobre él, cuyo castigo desproporcionado se magnifica porque la sociedad que lo condena es la que originó la miseria que impulsa al delito. Pierde su trabajo de podador y sus hermanitos lloran hambre." La justicia" es implacable con el castigo del miserable. Cuando logra la libertad, vaga por los pueblos cargando el estigma la mirada del desprecio social sobre sus espaldas. Casi vencido y desesperanzado es alojado, sin miramientos, por el Obispo Myriel, a quien no le importa su condición de recluso y le da alimento y cobijo. En la noche Valijean roba las vajillas y candelabros del Buen Obispo y lo golpea cuando este se levanta por los ruidos. Capturado por los Gendarmes, Valijean comparece ante el Obispo. Myriel. El Obispo pide a la policía que se retire, pues él fue, miente, quien obsequió esos enseres al pobre hombre. Antes de separarse de Valijean lo toma del brazo, lo mira fijamente y le susurra al oído "No olvide nunca que me has prometido emplear este dinero en hacerse un hombre honrado". Su mirada no es condenatoria, sino una que encarga y confía en la transformación de los hombres. Es una mirada esperanzada, que cree en las potencialidades humanas, en todas aquellas posibilidades de ser "otro", que tiene Valijean. Es como si la visión el Obispo participara de la extraordinaria idea de Sartre, cuando decía que "en todo padecimiento humano se encuentra oculta alguna empresa". Se trata de propiciar miradas que invierta en esa empresa posible. Así sucedió, esta vez en la experiencia redal, con César González, un chico condenado a la cárcel desde su adolescencia. César fue creciendo en la indigencia y la marginalidad. Fue lo único que conoció, las drogas y el delito para subsistir. En la cárcel un mago fue a dar un taller y comenzó a llevarle libros. Su conexión apasionada por los libros transformó su realidad y su vida. El mago pudo ver en él un poeta, como empresa oculta en su padecimiento. Cesar González (o Camilo Blajaquis, su seudónimo) comenzó a leer con fruición, leyó, entre otros autores que cambiaron su concepción del mundo, "Vigilar y Castigar" (Foucault) en una celda de castigo, y a escribir frenéticamente, hasta que pudo publicar "La venganza del cordero atado", su libro de poesías, en prisión. Cuando tímidamente fue a mostrarle a la Psicóloga del Penal sus primeros esbozos literarios, ésta lo desalentó. Le aconsejó que abandone esas pavadas y se forme en un oficio para conseguir trabajo cuando salga de la penitenciaría. Miradas que cierran perspectivas. Sin embargo, César ya había descubierto que podía ser otro, que podía elegirse, que como decía Sartre, somos aquello que hacemos con lo que hicieron de nosotros. Así pudo transitar de pibe chorro a poeta, transformar su vida, a partir de una mirada amorosa, por eso hay que reflexionar, en estos tiempos tan crueles, que el castigo y la simple represión, cárcel o bala, baja de la imputabilidad a niños, y todas esas calamidades que circulan livianamente en los medios, no son en absoluto una solución para la delicada problemática del delito. Esa mirada esperanzada es la que he tratado de sostener en los 31 años de profesión de Psicólogo que estoy cumpliendo, siempre que me ha tocado trabajar en instituciones sombrías como las cárceles y los manicomios, súper poblada de personas que sufren, tan afectas a los prejuicios. En la cárcel donde se hacinan y arruinan sus vidas miles de personas pude ver muchísimos condenados doblemente por ser pobres, social y penalmente, congelados en su papel de delincuentes, sin posibilidades de desarrollar sus potencialidades, sin miradas que alienten el desarrollo de sus empresas ocultas. Así sucede también con los mal llamados "Enfermos mentales", congelados en un diagnóstico que los estigmatiza, mirados desde su "locura", descalificados, asumidos, no podían verse de ningún otro modo. Así sucedía cuando en el taller de revista "Revuelo en el altillo "que coordinaba, un espacio creativo para curarse, ingresaba un nuevo compañero que se presentaba como un esquizofrénico, un fónico o un bipolar, me conmovía escuchar que, invariablemente que un compañero del grupo le preguntara "pero ¿y vos, quien sos, que te pasó, cuál es tu historia"?, habilitando miradas humanizantes que desafiaban el diagnóstico como sentencia y alentaban la esperanza de experimentar las empresas potenciales que latían detrás de tanto sufrimiento.
Bibliografía:
1 - Ana Campelo,
“Bullying y criminalización de la infancia”.
2 - Carlos Joaquín Durán,
“Virtudes (virtudes choique)”.
3 - Fernando Ulloa,
“Novela clínica psicoanalítica”.
Sergio Brodsky