El general José de San Martín es actualmente el Padre de la Patria. Y hacemos hincapié del adverbio actualmente, porque no siempre fue así. Su reivindicación histórica se debió de gracias al ascenso de los militares al poder, a partir del golpe de 1930, continuado por el presidente Perón, en particular el año 1950 cuando se cumplieron 100 años de su fallecimiento. Manuel Belgrano ocupaba las simpatías de los gobernantes de antaño y de los habitantes. Había una diferencia sustancial que inclinó la balanza hacia San Martín, ya que este fue un militar profesional y Belgrano había sido un abogado patriota, con inconmensurables conocimientos sobre economía, un hombre que fue llamado a ponerle el hombro a la patria incipiente, siendo poco reconocido en su época. Murió en la pobreza y en la soledad más absoluta.
La historia del Cruce de los Andes y el triunfo patriota en Chacabuco, es la suma de muchas historias. Las que conocemos, las anónimas, y las que poco a poco se transforman en un verdadero sentimiento nacional. Como esta que comenzó así: un argentino el Teniente Coronel José de San Martín cruzó el Atlántico y creó el Regimiento de Granaderos a Caballo el 12 de marzo de 1812, con el objetivo principal de libertar la América continental, que estaba colonizada y gobernada por los españoles. Se sucedieron combates y batallas donde el dominio imperial se fue desplomando como las fichas de un dominó, y fue la Batalla de Ayacucho, la que cortó definitivamente las cadenas coloniales.
Se vivían tiempos confusos, Napoleón acechaba al poder español, mientras tanto, las viejas colonias amenazaban a la metrópolis con ideas independentistas. Pero el poder militar realista residía en ventajas apreciables, contaban con un numeroso ejército profesional, muchos de ellos probados en combate, con abundante material de fuego y eventualmente el enemigo a enfrentar eran milicias poco instruidas y con un poder de fuego inferior.
San Martín comenzó su labor organizando el Regimiento de Granaderos a Caballo, teniendo su bautismo de fuego, el 3 de febrero de 1813 en la localidad de San Lorenzo batiendo al enemigo español en los alrededores de un Convento. Empezó a gestarse la gloria de un genio militar, que se había formado en España, aprendiendo de táctica y estrategia militar en aquellos lares. Había participado en la lucha contra el enemigo francés, defendiendo a la Corona con bastante éxito y valor en combate. Bailen fue prueba de ello.
En aquellos años de aprendizaje, observó que existen tareas que son claves para poder desarrollar con eficacia acciones beligerantes. Que para prevalecer y triunfar en la guerra, no solo se deben a cuestiones tácticas y de estrategia. Podemos afirmar que la inteligencia y la logística son esenciales para poder iniciar acciones en el terreno militar. Sin ellas, no hay combate, y si eventualmente lo hubiere, las posibilidades de poder salir victorioso serían exiguas.
Las características iniciales de las Provincias Unidas eran de una extrema precariedad, tanto institucional como política. Por ende, la capacidad militar (muy importante en aquella época) era casi nula. Existían y convivían milicias poco instruidas, sin una organización real, con poco poder de fuego, como tampoco había academias que formaran a militares profesionales para que pusieran orden y disciplina. Había mucho voluntarismo, amor patriótico, pasión, pero insuficiente organización. Esto exigía un rol más activo por parte del incipiente Estado criollo, colocando al frente de las filas del Ejército a un militar profesional competente.
El elegido para esa labor fue San Martín, quien fue designado al frente del Ejército del Norte para reemplazar al general Manuel Belgrano, luego de Vilcapugio y Ayohuma, que representaron dos derrotas que limitaron el avance hacia el Alto Perú, limando la moral de quienes las padecieron. Los riesgos eran muchos, existían muchas incertezas, pero las oportunidades eran también amplias. San Martín pensó que había una forma para vencer a los godos, al observar que los intentos del pasado de avanzar por el norte no dieron los frutos que se esperaban. Se necesitaba cambiar la óptica para tener chances reales de hacer caer toda la estructura española. El plan debía contar con las siguientes características: Formar un ejército fuerte, instruirlo militarmente, que cuente con una logística autosuficiente y un sistema de inteligencia que provea de información de las actividades del enemigo, para engañarlo, y velar las verdaderas operaciones en Chile y en las Provincias Unidas. Luego, cruzar la Cordillera, derrotar la resistencia española. Reorganizarlo e invadir por mar diferentes puertos del Perú, hasta alcanzar los últimos bastiones enemigos.
Mendoza fue el lugar ideal para ejecutar el plan independentista, por ello, San Martín renunció al Ejercito del Norte, pidiéndole al Director Supremo Gervasio Posadas que lo nombrara Gobernador-Intendente de Cuyo debido a una dolencia física. Posadas firmó el 10 de agosto de 1814 el decreto accediendo a la petición del Padre de la Patria. El sueldo mensual sería de $3000. Semejante empresa bélica debía ser sostenida desde la administración política-financiera, ya que se necesitarían fondos y recursos suficientes. La sociedad cuyana debería apoyar el proceso político militar, acostumbrarse a los arduos sacrificios, por lo que se debería gobernar y legislar en pos de la futura y definitiva libertad.
La función de combate de inteligencia está dirigida a obtener un adecuado conocimiento de las capacidades y debilidades del enemigo y del ambiente geográfico de interés. En función de ello, San Martín ideó un sistema de información, plantando espías que encendieran la chispa revolucionaria en el temple de los nativos chilenos. Procuró tener en claro los diferentes caminos, cuestas, que debería recorrer con su Ejército para que la sorpresa no fuera otro enemigo a vencer. Sabía que el clima, la imponencia de la Cordillera eran cuestiones que lo preocupaban más que los propios realistas.
Jomini fue un oficial de Estado Mayor de Napoleón Bonaparte, fue quien estableció a la logística como una de las seis áreas del arte militar. La definía específicamente como “el arte de mover los ejércitos. Como tal comprende el orden y el detalle de las marchas y los campamentos, y el alojamiento y abastecimientos de las tropas; en síntesis, es la ejecución de los emprendimientos estratégicos y tácticos”. Sin logística, ningún elemento militar puede sostener acciones de guerra con posibilidades de éxito. Sin ella, el fracaso está asegurado.
San Martín reclutó tropas, recaudó fondos, organizó el primer Ejército instruido y digno para poder defender a la incipiente República. Generalmente al Santo de la Espada se lo exalta por su capacidad de conductor militar en el campo de la Batalla, cuestión que es indiscutida y que es ratificada por los hechos históricos acontecidos. Pero existen otras virtudes, que son omitidas o menospreciadas para ser olvidadas por completo. La virtud de observador, de organizador de una estructura sólida militar que pueda ser sostenida en un lapso de tiempo y con ciertas posibilidades de triunfo. San Martín fue un hombre que desde la nada pudo formar un ejército que pudiese pelear palmo a palmo contra los godos y vencerlos.
(*) Mayor del Ejército Argentino. Segundo Jefe del Regimiento de Caballería de Tanques 6 “Blandengues”, con asiento en la ciudad de Concordia.