Tedeum del 25 de Mayo del 2023
Damos gracias a Dios al conmemorar la primera expresión de libertad, aquel 25 de Mayo de 1810. En el Cabildo de Buenos Aires se deliberaba mientras en la histórica Plaza se escuchaba el grito de �Sel Pueblo quiere saber de qué se trata⬝.
Los hombres de entonces, a pesar de sus limitaciones y de las vicisitudes de esas épocas, supieron transmitir una buena dosis de sabiduría política. En las resoluciones de la Primera Junta se proclamaron los derechos civiles fundamentales relativos a la vida humana, a la seguridad individual, a la igualdad, a la propiedad, a la libertad de imprenta (así se decía entonces de la libertad de expresión).
Pasaron 43 años para que el país pudiera madurar políticamente, organizarse constitucionalmente y asomarse con autoridad al concierto de las naciones.
Comenzó un tiempo de crecimiento que, con sus límites, colocó al país entre los lugares de la tierra donde valía la pena vivir, trabajar, fundar familias y albergar esperanzas.
La historia nos ha enseñado que cuando los argentinos hemos respetado nuestra Constitución, las leyes y las instituciones republicanas, el país creció y se desarrolló de un modo sostenible en el tiempo. A su vez, cuando debilitamos la ley o el estado constitucional de derecho, el país aminoró o detuvo su progreso, se deterioró la convivencia social y hasta se llegaron a violar derechos humanos fundamentales como la vida, la libertad, la justicia, la paz social, y la libre expresión de las ideas. Estas situaciones fueron de la mano de las reiteradas crisis económicas que afectaron al bienestar y a los esfuerzos de la familia argentina.
En esta celebración de gratitud a nuestro Padre Dios, y queriendo aportar lo mejor de nuestras vidas al bien de nuestra Argentina, de nuestra gente, de nuestros hermanos, me permito traer a la reflexión el relato de la Sagrada Escritura que hemos escuchado (7 Reyes 3,5-12). Al asumir Salomón el reinado de Israel, Dios le concedió hacer una petición: �SPídeme lo que quieras⬝, le dijo.
¿Qué pidió el hijo del rey David para gobernar a su pueblo? El joven Salomón no pidió éxitos, ni riquezas, ni una larga vida, ni siquiera deshacerse de sus posibles enemigos. Sólo pidió un corazón dócil, comprensivo, capaz de juzgar y gobernar a su pueblo y de discernir entre el bien y el mal. Tuvo el coraje de buscar lo que más necesitaba para gobernar con equidad y justicia. Por eso Dios le concedió un corazón sabio y prudente, y muchas cosas más. En esta hora de la Patria, tengamos presente al rey Salomón. Al asumir el poder, Dios le concedió la sabiduría que pedía. El Día de la Patria argentina puede ser un momento propicio para desear y pedir a Dios la sabiduría de un corazón abierto a la verdad, capaz de contribuir al auténtico bien de la Nación, de sus provincias federales, de sus municipios y de sus vanadas instituciones. Y así, �Safianzar la justicia... promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino⬝ (Preámbulo de la Constitución Argentina).
¿Qué pediríamos a Dios �podemos preguntarnos nosotros� ante las responsabilidades que nos toca asumir con nuestro país y con los argentinos? Si es un pedido sincero, no dudemos en contar con la ayuda de Dios para poder realizarlo.
La petición de Salomón de un corazón capaz de juzgar y gobernar según el bien de la persona y de su pueblo, sigue siendo una cuestión decisiva para los dirigentes de una sociedad, particularmente en el orden político.
La responsabilidad sobre el bien común es también de todos los ciudadanos, cualquiera sea nuestro lugar en la sociedad.
Por eso invito a que todos, desde la condición y desde la fe de cada uno, oremos en este día para ser capaces de recibir los dones de Dios que crean un corazón �Ssabio⬝, es decir, justo, capaz de amor, perdón, unión, verdad, paz, esperanza, luz y alegría.
En esta fiesta patria del 25 de mayo oremos por la convivenciapacífica de los argentinos. Los invito a hacer nuestra la Oración por la�"Padre San Francisco, uniéndonos interiormente a esta plegaria:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: donde haya odio, que yo ponga el amor, donde haya ofensa, que yo ponga el perdón; donde haya discordia, que yo ponga la unión; donde haya error, que yo ponga verdad; donde haya duda, que yo ponga fe; donde haya desesperación, que yo ponga esperanza; donde haya tinieblas, que yo ponga luz; donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Señor, haz que yo no busque tanto: ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar.
Porque: dando es como se recibe, olvidándose de sí es como uno se encuentra, perdonando es como se recibe el perdón, y muriendo es como se resucita a la Vida. Que el Dios de la paz bendiga a todos los argentinos que trabajan, se esfuerzan, luchan, sufren y se alegran sirviendo recta y honestamente a su pueblo. Que Dios bendiga a todos ustedes y a nuestra Patria Argentina.
Que Nuestra Señora de Luján nos cuide con su ternura de Madre y nos acompañe en la oración.
Luis Armando Collazuol
Obispo de la diócesis de Concordia