El papel de la jabonería de Vieytes
Había una creciente incertidumbre transformado ya en malestar, entre los habitantes de las posesiones de España en América, por la crisis de la monarquía en la metrópolis por la coronación del francés José Bonaparte, hermano de Napoleón como nuevo rey. Sumado a esto, el monopolio comercial ejercido desde siempre, en perjuicio de las colonias.
Las reuniones secretas se hicieron frecuentes para analizar las noticias que cada uno podía aportar sobre la situación en España, traída por algún navío arribado de Europa y debatir las medidas que se podían adoptar.
En Buenos Aires, estas se realizaban en la famosa Jabonería de Vieytes. Famosa no por la calidad del material que producían, y que este se trataba de jabón en barras, velas de sebo y grasa vacuna, sino por su participación en los sucesos trascendentes de mayo de 1810. La jabonería se transformó en lugar de reunión de los patriotas, a partir de 1808 (luego de las Invasiones Inglesas) que contribuyeron a los sucesos revolucionarios posteriores.
La jabonería era de propiedad de Nicolás Rodríguez Peña e Hipólito Vieytes, y en esas reuniones, se gestó el movimiento que culminaría con la Independencia. La fábrica en sí, solo funcionó durante dos años y estaba ubicada en la calle México 1050. Esta casa fue demolida para ensanchar la Avenida 9 de Julio en 1963, según la información que hallé.
Por orden del Virrey Liniers, la jabonería fue allanada y un inventario realizado consignó 32 sillas y vajilla que demostraba que allí se realizaban reuniones conspirativas. Rodríguez Peña fue detenido por un corto tiempo, aunque siguió con las reuniones luego, en su casa particular.
Hay historiadores que sostienen que la Revolución de Mayo fue el resultado de una conjuración sumamente limitada en su origen, que no expresaba las aspiraciones generales del virreinato. Los historiadores clásicos elaboraron un pensamiento manifestado por la mayoría de los habitantes de Buenos Aires o por lo menos de los criollos de la ciudad y no pocos españoles, unidos entre sí por un pensamiento común, movilizado por dirigentes y gestores de la conspiración y difusión.
La realidad de los hechos lo reduce a un pronunciamiento militar. Porque la revolución se concreta recién cuando Saavedra se define en su favor, como lo expresa Marfany “No se debió por lo que importaba la persona de Saavedra, como por lo que importaba el regimiento en el cual ejercía una influencia superior a la de los demás Jefes y oficiales” como lo sostiene el mismo Manuel Belgrano, no habría habido nada de lo que hubo sin Saavedra y los Jefes y oficiales a los que mandaba.
Es cierto que, fueron civiles los que plantearon a los militares que había llegado la hora de actuar, y que así lo hicieron, fue porque los sucesos del 1º de enero de 1809 demostraron que quien dominara las armas, podía dirigir la política, lo cual explica qué al informarse de la situación en España, y la prisión del rey don Fernando VII por las tropas de Napoleón, los civiles fueron a buscar el apoyo militar, como primera medida.
Los Jefes y oficiales de los cuerpos que formaban la defensa del virreinato en ese tiempo, no eran de carrera. Habían salido de los cuadros de milicias urbanas formadas con motivo de las Invasiones Inglesas y en su mayor parte eran criollos, igual que la tropa. Ya todos tenían más o menos formada la convicción de que el país estaría mejor gobernado por ellos mismos que por extraños. Y en ese empeño, el temor de caer bajo el poder de Napoleón y los franceses hizo el resto.
La primera reunión se realizó en la casa de Nicolás Rodríguez Peña, con la presencia del dueño de casa y de la de su socio, Hipólito Vieytes, Francisco Paso, Agustín Donado y otros que, poco antes habían formado parte del movimiento carlotista y los cuales acordaron llamar a Manuel Belgrano y a Juan José Castelli para considerar la situación. Alguien propuso en esa misma noche a Juan José Viamonte, sargento mayor del primer batallón de Patricios, visitara a Cisneros para señalarle que habiendo desaparecido la Suprema Junta Central que lo había nombrado Virrey, correspondía la dimisión, dado que su título carecía de validez. Viamonte se negó a proceder sin la anuencia de Saavedra, quien se encontraba en San Isidro. Llamado que fue Saavedra, acudió a la casa de Viamonte donde se había congregado numerosos Jefes y oficiales para considerar las noticias llegadas de España a Montevideo en la fragata “Juan Paris”. Todos temían que llegara la noticia de que ahora dependían de la casa real de Bonaparte y nadie dudaba que los funcionarios que integraban la administración del Virrey y la Audiencia, acatarían el cambio.
Interiorizado Saavedra de las novedades, habría exclamado “Ahora digo que no solo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora” Algunos años más tarde, agregaría que los fueron hechos producidos en Europa “ es que debemos atribuir en origen de nuestra revolución, y no a algunos presumidos de sabios y doctores que en las reuniones de los cafés y en las carpetas, hablaban de ella, mas no se decidieron hasta que nos vieron (hablo de mis compañeros y de mí mismo) con las armas en la mano resueltos a verificarla” Saavedra entró en la ciudad en la noche del 18 al 19 de mayo. En la madrugada del 19 lo hizo Belgrano, y poco después Castelli. Se sabe que el 19 Saavedra pasó de casa de Viamonte a la de Rodríguez Peña donde, según refirió Martín Rodríguez, se reunió con Belgrano, Juan Florencio Terrada, Juan José Viamonte, Antonio Beruti, Feliciano Chiclana, Juan José Paso, el hermano de este Francisco Paso, Hipólito Vieytes, Agustín Donado y el dueño de casa. Cabe suponer que en la oportunidad se planteó la cuestión de que, si depuesto el Virrey, no era el caso de llamar a la Infanta Carlota Joaquina a ocupar la Regencia, pues sus derechos eventuales habían sido reconocidos por la Suprema Junta Central. Pero Belgrano dice: ”Se vencieron al fin todas las dificultades que más presentaba el estado de mis paisanos que otra cosa (lo que revela que hubo discusión sobre la sucesión de Cisneros) aunque no siguió la cosa el rumbo que me había propuesto, apareció una Junta de la que yo era vocal, sin saber ni por donde” párrafo este que muestra a Belgrano en la posición que siempre sostuvo, contrario a la formación de un a Junta de Gobierno y además documentando que en esa reunión no se resolvió formarla. Saavedra dejó escrito qué, en esa reunión, solo se resolvió quien iba a interpelar al síndico Dr. Julián Leiva y al alcalde de primer voto Juan Manuel Lezica, para que con conocimiento del Virrey se llamara a Cabildo Abierto “al que concurriese el pueblo a deliberar y resolver sobre su suerte” y agrega Saavedra que para entrevistar a Lezica se lo eligió a él junto con Belgrano y a Castelli hacerlo con Leiva”
Como medida de precaución se dispuso acuartelar y municionar a la tropa.
No pasó desapercibida a Cisneros la gravedad de la hora y por su parte, resolvió acuartelar al Fijo de Infantería, el Cuerpo de Dragones de Caballería y al Real Cuerpo de Artillería al cual alistó con las piezas de su tren de prevención. Estas fuerzas veteranas se encontraban muy disminuidas, porque Vicente Nieto se había llevado consigo a Chuquisaca la mayor parte del Fijo y de los Dragones, así como un batallón de Patricios.
En sus memorias sostiene Saavedra que él había prometido bajo palabra de honor, que cuando llegasen noticias de la toma de Sevilla por los franceses, contaran con él, pues sería el momento oportuno.
Luego de entrevistar a Leiva y Lezica, dice Saavedra que había que intimar a Cisneros la cesación del mando, que para asegurarse pidieran ser acompañados por el comandante del Cuerpo de Granaderos de Infantería Florencio Terrada, cuyo batallón estaba acuartelado en el Fuerte y el cual se puso al frente de sus tropas, mientras entraron al despacho del Virrey.
Agregó Martín Rodríguez que encontraron a Cisneros jugando a los naipes con el brigadier de la Quintana, el fiscal Caspe y su edecán Goicolea. Castelli habría interpelado directamente a Cisneros diciéndole:
“Excelentísimo Señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, e intimar a VE la cesación en el mando del virreinato”
Rodríguez agrega que se levantaron todos; Cisneros enfurecido contra Castelli., diciendo que atrevimiento era aquel, y que entonces él habría exclamado: “Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación; vea VE lo que hace”
Ante la situación, Caspe habría llevado a Cisneros a una pieza contigua, de donde a poco salieron, y el Virrey habría dicho que si el pueblo no lo quería y la tropa lo abandonaba, “Hagan ustedes lo que quieran”
Antes de que salieran los comisionados, Cisneros les habría preguntado que pensaban de su persona y de su familia, a lo que Castelli le habría expresado que no olvidara que estaba en manos de americanos, lo que debía tranquilizarlo.
“Salimos de allí ─dice Rodríguez ─ y nos dirigimos a la casa de la reunión” a la que informaron. “Señores, la cosa es hecha, Cisneros ha cedido de palabra, y dice que hagamos lo que queramos” y agregó que los reunidos empezaron a abrazarse y dar vivas, tirar sombreros por el aire, mientras Beruti, Rodríguez Peña y Donado salieron a comprar alimentos y bebidas para poner una gran mesa en la casa de Rodríguez Peña.
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