Estudiantes: entre la memoria y los sueños
Hoy se celebra el día de los estudiantes y el inicio de la primavera, con alegría, con fiesta, con creatividad, sobre todo en nuestra ciudad, en la que la tradición ubica los festejos entre los fierros, las flores, los apuros y los amores de galpones, carrozas y desfiles, sueños y fines de ciclos, más aun en los estudiantes secundarios en los que comienza a vislumbrarse la necesidad de definir horizontes de vida, en un momento pleno de incertidumbres y anhelos.
Ojalá que puedan cumplirlos, ojalá que puedan realizarlos, y con ellos las aspiraciones colectivas, las de un país que ansía un futuro mejor, con justicia social e igualdad de oportunidades. La vocación de estudiar debe ser útil para lograr esa transformación, sobre todo en este momento de angustia colectiva, la apuesta debe ser más decidida, con la esperanza fundada en que un mundo mejor, más habitable y en el que todos puedan crecer y desarrollarse. Para eso hay que recoger las banderas de los estudiantes ejemplares, aquellos que resistieron regímenes de opresión y lucharon por cambiar la realidad, solidariamente, poniendo con generosidad las necesidades de los “otros”, las víctimas de las desigualdades, por encima de los propios intereses. Esa es , tal vez, la síntesis de una de las experiencias más tristes y conmovedoras que sufrimos los argentinos como producto del Genocidio perpetrado el 24 de marzo de 1976, expresada en una serie de secuestros, torturas y desapariciones de estudiantes secundarios, pequeños adolescentes, conocido como “la noche de los lápices”. En un día como hoy, mantener viva la memoria de los sucesos del 16 de septiembre de 1976 cuando Grupos de tareas de la Dictadura raptaron de sus casas a 10 jóvenes y se los llevaron a centros clandestinos de detención, no es solo una necesidad, también un deber. En medio del doloroso recuerdo del horror debe quedar, de esos chicos maravillosos, sus sueños y su capacidad de amor y solidaridad, que es lo que realmente vino a aniquilar la Dictadura Cívico Militar, aquel lazo de ternura con el “otro” que resistía su proyecto vil de miseria planificada, egoísta e inhumana. La Memoria es, hoy más que nunca, un ejercicio necesario, en un particular momento de descomposición política y social, de ajuste salvaje y desigualdad brutal, de una corrupción inusitada por la que abiertamente algunos diputados y senadores se venden al mejor postor, prostituyendo la democracia, el gobierno apalea jubilados y gasea niños, la memoria y el futuro, confisca los proyectos desfinanciando universidades, en este momento trágico de la Patria, traer los ideales humanos de esos estudiantes maravillosos y ponerlos en el centro de nuestro drama, como una luz ética para recomponernos del abismo social y moral al que nos empujaron, es urgente y prioritario. El “delito” de los chicos de “la noche de los lápices·, fue pedir el “boleto estudiantil” para sus compañeros, un delito de solidaridad, de justicia, de amor, por el que fueron masacrados por un Poder siniestro que aun señorea. Ese fue el dilema histórico que hoy se repite, el de construcción de subjetividades juveniles educada en los principios éticos kantianos (no hacer al otro lo que no quieras que te hagan) y cristianos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, es decir, en la ética del semejante, considerando tal a cualquier humano, más allá de cualquier diferencia, o la promoción de sujetos egoístas, crueles e indiferentes a las injusticias y sufrimientos de los otros seres humanos. Esa tensión se resuelve como resultado de la lucha en el campo de los conflictos políticos y sociales, de los mecanismos socio-culturales que predominen en el momento histórico, hacia la producción de crueldad o ternura, según los términos de Ulloa. Y en esa lucha es crucial el estudio, la inteligencia, la capacidad de empatía, porque esa tensión se resuelve según la lucidez y la sensibilidad preponderante en la vida social, y –en ese sentido- estudiar seriamente, críticamente, estimula la lucidez, la amplitud de criterio y el afecto, cualidades imprescindibles en la elaboración de los rasgos más encumbrados de los humanos, más complejos, creativos y éticamente elevados, aquellos que surgen de la sublimación de los instintos más atávicos sobre los que se remontan, creando los valores fundantes de una sociedad igualitaria y justa.
En este día tan especial, donde el ímpetu juvenil se mezcla con el entusiasmo y la alegría, el esfuerzo de superación del que estudia y aprende para ser mejor se entreteje con el renacer de la vida y la esperanza que se renueva en la naturaleza, deseamos, con todas nuestras fuerzas, a todos los estudiantes, un muy feliz y celebrado día.
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión