La violencia, eje central de "La circunstancia", de Jorge Consiglio
Entre páginas y pantallas
Si no fuera por la sordidez suburbana y la incomodidad de una vida sin sentido de El bien; la referencia a la oscuridad de los involucrados en los crímenes de la dictadura en Hospital Posadas y la codicia desmesurada en el ámbito familiar, donde la saña es más brutal y dolorosa en Pequeñas intenciones, podríamos, al leer La Circunstancia, afirmar con total seguridad que nos encontramos con la mejor novela de Jorge Consiglio.
En todas las novelas mencionadas anida la violencia. El eje central de La Circunstancia es la violencia. Es una novela que ocurre en el campo. “El campo es barbarie”, afirma la protagonista y narradora, Señora Kendell. Barbarie en el sentido a que alude Sarmiento en su Facundo, y es referenciado por el propio autor en el epígrafe.
La “inseguridad de la vida que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer (afirma Sarmiento), en el carácter argentino cierta resignación estoica para la muerte violenta (…) y puede quizá explicar en parte la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas”.
La violencia cruza el entramado de la novela. Es natural que, literalmente, se la entienda en el marco de las costumbres y entelequias camperas. Aquí, el autor la ubica en un campo cercano a Gahan, una pequeña localidad del partido de Salto, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, integrado, en parte por inmigrantes irlandeses. Empero, Consiglio con singular constancia elabora su temática con una clara metáfora a la violencia política en que se sumió toda la historia argentina.
Particular violencia ejercida desde el inicio mismo de la patria. Lo que la hace distinta de la violencia difuminada en otras latitudes por clanes tribales o fanáticos iletrados, radica que esa violencia haya sido desplegada en esos años iniciáticos por intelectuales formados en las ideas desplegadas en derredor de la Revolución Francesa con clara conducta jacobina. De forma tal que la violencia es el hilo conductor en la historia, desde los primeros días de la nación, con la muerte de Moreno y el asesinato de Dorrego hasta nuestros días.
Consiglio escribe “con rabia” como ha dicho su admirado Piglia. Lo hace visceralmente, sin atenuantes ni mediatintas. Su prosa es depurada, muy trabajada, cáustica y precisa. La fraseología es perfecta. La austeridad en cada enunciado es ajustada a referir lo imprescindible. El punto refuerza la importancia del silencio. El autor ejerce un hiperrealismo estructural. No hay lugar para incertidumbres, las precisiones son categóricas. No cabe duda del sentido del autor, de su hipérbole de llevar la violencia, metafóricamente, desde el campo a la historia argentina misma. En eso, hay una línea conducente con Sobre héroes y tumbas o incluso a Abbadon, el exterminador, ambos de Sábato, o también con Respiración artificial de Piglia. O quizás algunos de los cuentos de Borges. Y porque no, también al Facundo de Sarmiento. De la dicotomía entre civilización y barbarie, Consiglio opta por evidenciar la barbarie.
Esa barbarie es ruda. “El campo, literalmente, es un pandemonio”, dice y en el relato hay mucha violencia contenida y también explícita. No hay conmiseración alguna. La niña Kendell es sometida a observar a un peón vaciarle los ojos a un chancho por puro gusto, al que “luego lo degolló de un tajo” o cuando tiene cuatro años le salvan la vida matando a una gansa que la había atacado, empapando totalmente su integridad con la sangre del animal sacrificado y afirma “el mal era un reflejo, una memoria colectiva”. Y la violencia, siempre la violencia generando un influjo que no admite duda “ser objeto de un odio así, tan puro, tan legítimo, me despertó a otra vida, una mejor, más duradera”.
Esa influencia violenta y el espíritu de clase, aristocrática (en su sentido más tradicional del término: clase privilegiada), y con claro sentido de quién es la autoridad, es asumido con delectación por parte de la protagonista y lo dice, al definirse; “soy la que soy, porque me dieron buena comida y educación, pero sobre todo por haber tenido siempre a mano, desde que era chica, a alguien a quien mandar”.
El (des)manejo con los subordinados, la cruel burla a las mujeres que estaban a cargo de la cocina. De ello también participa y reconoce la protagonista, adoptando la salvajada campera. Cristela, la más joven de las dos, obligada a la humillación constante, “una vez metió la cabeza en el bebedero de los animales. Otra, la hicimos orinar a la vista de todos”. En el campo, dice la protagonista “la ternura era sospechosa, muestra de debilidad o signo de estupidez”.
La sumisión obligada por el destrato y la supremacía. El padre, Alfonso Kendell, experto en caballos de polo, jactancioso de la alcurnia de sus antepasados y ejerciendo su poder derivado de la inquina propietaria, reprobaba la actividad de sus peones, “a los gritos, como se debe (…) un patrón está obligado a eso”. El autoritarismo está presente en todo el relato. De forma tal que la protagonista afirma “la violencia era la acción más pura de nuestra especie”. Además, remarcando el sentido de clase con el convencimiento que los “estancieros eran el sistema circulatorio del país”.
El poder indiscriminado se ejerce de todas maneras. La policía lugareña aplica la violencia sin atenuantes al poner preso a Beltrán (uno de los personajes secundarios de la historia) sin que se compruebe ningún tipo de delito, solo porque hace cinco años tomó la decisión de no hablar y mantener una vida de anacoreta.
El cuadro de situación que bien describe el autor se complementa con las miserias que se magnifican en los recoletos y conservadores ámbitos de los pequeños pueblos. Consiglio consigue identificación precisa de detalles. Las compañeras de colegio de la joven Kendell, Lorena y Orla Mooney se mimetizan discriminándola. Y ella, haciendo uso de la fuerza de la venganza, no duda en humillarlas.
Luego la trama se va diversificando. Alfonso, escapa de un matrimonio que lo oprimía en un conservadurismo moral y encuentra su libertad sexual en Europa dejando, en principio, sin recursos a su mujer, Elizabeth y a su hija. Elizabeth renace sentimentalmente con un amante que lleva a vivir a su departamento de calle Paraná en plena Recoleta, cercano a la plaza Vicente López, en el que también viven su hija y su madre.
La protagonista que había mostrado interés por el dibujo y la pintura, contrariada por no encontrar su camino artístico, a instancias de su padre y quizás, por respuesta desafiante a su amiga Orla, se vincula con el mercado del arte y se convierte en una eficaz y exitosa intermediaria.
Por otra parte, acumula amantes que descarta con la misma rapidez que los adopta, fría y desapacible con la imprescindible dosis de violencia que la indiferencia por el otro, expresa. Hasta que encuentra a Bob, un timador profesional, maestro de la estafa, con él acuerda aprovecharse de su amiga Orla, ya importante arquitecta, con beneficios en común. Él para vivir de su amiga y ella para burlarse de aquella, siempre con el desinterés que le hace decir “nunca me preocupó ser mejor persona”.
Ese desenfreno la condiciona y la termina exponiendo a una decisión irreversible generada menos por celos que por interpretar la traición del par, del igual, del colega, en sentirse excluida. Y, violencia mediante, cierra el círculo en un final tan inclemente como el resto de la historia.
La semántica de los textos de Consiglio es ágil, de síntesis y apreciable con sencillez y contundencias, lo que los hace absolutamente cinematográficos. Además, es una constante en ellos, crea un interés permanente, al mantener un delicado suspenso, con frases anticipatorias que no hacen más que incitar al lector a continuar absorto en la lectura.
Consiglio, nacido en 1962, forma parte de una generación que vivió en carne propia la violencia de la política. Fue adolescente en la más cruel de las dictaduras y joven en la guerra de Malvinas. De igual modo, es la generación de escritores formados intelectualmente en Literatura y Letras. Particularmente, suma sus conocimientos del arte de curar en sub-tramas que colaboran a la dinámica del relato como la evolución del capataz que descubre en el timo, órgano que en su caso se encuentra hiper desarrollado, la posibilidad de un despegue económico o en la definición respecto a los facultativos. “los médicos son despreciables. Ellos, sus clínicas, sus recetarios y sus salas de guardia. Hay excepciones, pero la mayoría son espantosos”.
Consiglio evidencia su sólida formación cultural con sus referencias a pinturas o películas o, vanidad de vanidades, aromas de perfumes, con sobriedad y eficacia. Lo hace con detalle y abundancia de referencia. Así, a la masculinidad muy acorde al sentido de autoritarismo, dominación y violencia la vincula con los caballos del alemán Franz Marc; el realismo descarnado y brutal del trabajo oprimido con “Les raboteurs de parquet” del impresionista Caillebotte; la desproporción aberrante, a su juicio, en “El despertar de la criada” de Sivori, cuadro emblema de la generación del realismo a fines del siglo XIX en Argentina y que se encuentra expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes, con su connotación de subordinación y sometimiento o “El sol de la mañana” de Edward Hopper, austero y despojado despertar en un departamento solo contenido por los rayos de sol, lo acerca a la soledad de la protagonista. Bucea además en el escritor y crítico británico John Berger y su apreciación del arte.
En todas esas referencias se percibe la violencia descarnada o contenida. Como también en las menciones al ciclo de cine de terror que comparte Alfonso Kendell con sus nuevos amigos en Europa, o la predilección por el cine bizarro y de clase “B” de Mario Bava y Lucio Fulci y sus películas del giallo italiano con su condimento de terror, suspenso, zombis y asesinatos brutales.
Es que como se ha dicho respecto a los grandes creadores, sus preocupaciones se expresan por la temática que le interesan y que en general se mantienen en toda su trayectoria. En el caso de Consiglio, es la violencia. Violencia que, en La Circunstancia como corresponde a toda novela cuya morfología es tradicional, forma parte del inicio, del nudo y del desenlace. Y en general, es propia de todas sus novelas.
Algunos críticos han afirmado que la literatura de Consiglio tiene contactos con la de Roberto Artl y Juan Carlos Onetti. Beatriz Sarlo afirmó que es uno de los escritores más creativos y originales de su generación. Admira a escritores norteamericanos como Faulkner y Carver, lo que se percibe notoriamente en su prosa.
Volviendo al comienzo, aun considerando valorativamente a El bien y su Premio Ópera Prima Nuevos Narradores, a Hospital Posadas, a Pequeñas intenciones, II Premio Nacional de Literatura en la categoría Novela y Primer Premio Municipal de Novela; al resto de sus novelas, sus cuentos y sus poemas, se puede afirmar que La Circunstancia es, sin temor a exagerar, la mejor novela de Jorge Consiglio y tal vez, una de las mejores de las publicadas por autores argentinos en lo que va de este primer cuarto de siglo XXI.
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