Una anciana, ex corresponsal de guerra, amante del gin, imposibilitada de caminar por un problema en una pierna, postrada en una silla de ruedas, malhumorada y desafiantemente elegante, es trasladada por su hijo hasta una casa de campo en Nueva Zelanda, para que sea cuidada por su nieto, que a su vez tiene conductas suicidas, por un par de semanas.
Esta reseña es el comienzo de una de las más recientes películas protagonizada por Charlotte Rampling, “La matriarca” (2021) de Matthew J. Saville, autor también del guion.
Charlotte Rampling, nació el 5 de febrero de 1946 en Sturmer, Essex, en lo que se conoce como el cinturón verde de Londres, en las afueras de esta metrópolis. Su familia tenía una situación acomodada. Su padre, medallista olímpico, ganador de una medalla de oro en relevos 4 x 100 metros en los Juegos Olímpicos de 1936 y coronel del ejército británico fue funcionario de la OTAN y su madre era la pintora Isabel Anne Gurteen. Vivió un tiempo en Gibraltar y Francia.
Desde muy joven, década del ´60, los “swinging sixties” en un Londres desinhibido, tuvo una conducta desafiante involucrada con la liberación femenina. Su padre la envío a una escuela para secretarias cuando tenía 17 años para “salvarla del exhibicionismo”, cosa que fue imposible, porque poco tiempo después, ya había participado, sentada desnuda sobre un inodoro, de una sesión fotográfica para el libro “Birds of Britain”. Fiel a la moda, evidenciada en minifaldas muy de boga en esos años, sobre todo en Inglaterra, originalmente ha manifestado: “siempre encontré a los desnudos divertidos y no escandalosos”.
Juntamente con una presencia cada vez más cotidiana como modelo (fue elegida por Yves Saint Laurent, Peter Lindbergh y Helmut Newton, y con los años ha sido ícono de Dior, Yamamoto, Stella Mc Cartney, Givenchy y Armani), comenzó en 1964 su carrera cinematográfica, que hoy ya cuenta con más de ciento treinta participaciones. Curiosamente su papel inicial fue de una chica en un bar en una de las películas protagonizadas por The Beatles ¡Qué noche la de aquél día! de Richard Lester.
Su primer gran papel fue en “La caída de los dioses” (1969) de Luchino Visconti. La película cuenta el ascenso del nazismo en una familia aristocrática de industriales alemanes, en la República de Weimar, en la Alemania entre guerras. Manuel Villegas López en su libro “Los grandes nombres del cine, II”, opina que la película es una “obra de inmenso aliento, sobre los comienzos del nazismo, muestra por completo esa simiosis de atracción y repulsión que el realizador siente, irrefrenable, por la clase social a la que pertenece: le atrae para negarla.” En mi film –ha dicho- el nazismo se instala en el momento máximo de la perversión sexual.”. Pero sobre todo, añade “he querido dar un gran golpe en una dirección ideológicamente comprometida, en un momento en que el cinema se limita a historias encantadoras …” .
El papel que la consagró como una actriz de conductas frías, hieráticas, contradictorias, fue “Portero de noche” (1974) de Liliana Cavani. Lucía, una sobreviviente de un campo de concentración nazi que años después en un hotel de Viena en la posguerra, se encuentra con su torturador, un oficial de las SS que, en la guerra, se hacía pasar por médico y reestablecen la relación sadomasoquista que habían tenido mientras ella estaba en cautiverio.
Contó Charlotte Rampling respecto a esta película “por recomendación de Dick Bogarde (el que tiene a su cargo el papel del carcelero en esta película y protagonista también de “Muerte en Venecia” (1972), notable film de Visconti) acepté a sabiendas de que mi personaje era difícil, que iba a ser conflictivo, que yo corría un riesgo … Pero el film fue extraordinario”. Agrega “En los 60 y 70 rompimos un montón de tabúes porque era una generación de gente joven después de la guerra y todas las cosas necesitaban ser cambiadas, se pensaba que se podía y había que mover las cosas”.
A partir de esa actuación alternó participaciones en películas de grandes directores con otras sin mayor pretensión que el entretenimiento, sin quedar atrapada en papeles vinculadas con la problemática sexual, siendo, sin embargo, una de las mujeres que más veces se desnudó en la pantalla.
Así, fue la hermana que se enamora de su hermano en el Renacimiento Italiano en “Adios, hermano cruel” (1971) de Giuseppe Patroni Griffi. En “Zardoz” (1973) de John Boorman fue la esposa de Zeta, el elegido del dios Zardoz para exterminar a los brutales en un mundo post apocalíptico.
Fue Velma, la bailarina perdida y buscada por Robert Mitchum en “Adios, muñeca” (1975) de Dick Richards. Sobre este film, dijo: “Esta fue esta película recreada en ese estilo del cine negro con el gran héroe creado por Raymond Chandler, Philip Marlowe. Casi como las grandes películas de los años 50 y 60, que eran realmente fabulosas, con atmósferas en blanco y negro del cine de gánsteres y toda esa galería de personajes arquetípicos.” Enamorará a Philippe Noiret, quien hace papel de novelista francés que recorre las carreteras del sur de Irlanda, como Sharon en la película de Yves Boisset “Un taxi color malva” (1977).
Rampling también es la dueña de los recuerdos que martirizan al director de cine que, en homenaje a 8 ½ de Fellini, Woody Allen realiza en “Recuerdos” (1980). A propósito de Allen, sobre él (que la denominó “la mujer ideal”), ha afirmado “No tiene nada de loco, es el ser más normal del mundo que conozco. Podrá resultar contradictorio a algunos pero en el fondo es muy conservador, exigente en el trabajo, nada en él es producto del azar”.
En 1986 bajo la dirección del japonés Nagisa Oshima (el director de “El impero de los sentidos”) fue una mujer sospechada de infidelidad. Seguida por un investigador contratado por su marido, se descubre que el tercero en discordia era un chimpancé, en “Max, mon amour”
Además, ha participado en varias películas de Francois Ozon. En “Bajo la arena” (2000) busca a su esposo desaparecido, que había salido a nadar, no regresó y su cuerpo nunca es encontrado; en “La piscina” (2003) es la escritora Sarah Morton que buscando descansar acepta el ofrecimiento de su editor de usar su casa en la Provence francesa, sin saber que se iba a encontrar con la hija de éste y esa relación le complicará la estancia.
En el 2005, fue una de las maduras mujeres europeas que llegan a Haiti en viaje de turismo sexual, en “Bienvenidas al paraíso” de Laurent Cantet. Años después, es Gaby, la madre brutal de una mujer joven y suicida, en la fantasía apocalíptica del siempre controvertido pero genial, Lars von Trier, “Melancolía” (2010) y en “45 años” (2015) de Andrew Haigh (director de “Todos somos extraños”) es la fiel esposa de un hombre con el que cumple 45 años de matrimonio y descubre en el día de ese aniversario un hecho del pasado de su esposo que desconocía y la perturba gravemente.
Con esta última película obtuvo el Oso de Plata en Berlín, el premio a mejor actriz en Seminci (Semana Internacional de Cine de Valladolid, España) y fue nominada al Oscar, recibiendo también el premio honorífico de la Academia del Cine Europeo.
Ha publicado sus memorias en “Who I am” en colaboración con el escritor y editor Christophe Bataille, relatando una vida marcada por desgracias. Tal vez la más significativa la acerca a Argentina. Su hermana Sarah, tres años mayor, en 1967 cuando tenía veintitrés, se casó con un millonario hacendado argentino, vino a vivir a Buenos Aires, tuvo un hijo y un día, un mes después que naciera el niño, presa, tal vez de depresión, se pegó un tiro, suicidándose.
Ese hecho la marcó, “todo era una fiesta, el mundo era nuevo y era nuestro. Y con su muerte eso para mí se terminó”, y en igual manera, a su familia. De forma tal que el padre le ocultó a la madre, mientras estuvo viva, la verdadera razón del fallecimiento de Sarah. Charlotte nunca vino a la Argentina, “Sencillamente, no quiero ir –cuenta-. Tampoco me pregunto por qué. Bueno, una en el fondo lo sabe, pero el hecho es que no me siento preparada, no sé cómo decirlo …”
Dueña de una belleza magnética, sus ojos mantienen su sugestión y la distinción de sus formas han completado su enorme ductilidad e idoneidad para los papeles que interpretó.
Julio Cortázar con su cuento “Queremos tanto a Glenda” al referir al club de cinéfilos admiradores de Glenda Garson homenajeó a la gran actriz y miembro de la Cámara de los Comunes británica como diputada laborista durante veinte tres años, Glenda Jackson. De igual manera, los que admiramos a Charlotte Rampling, podríamos, embelezados, decir simplemente “Queremos tanto a Charlotte”.
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