Argentina: ¿en busca de un nuevo modelo económico?
La polarización política en la Argentina actual se manifiesta, en gran medida, en la confrontación entre dos ideologías principales: el peronismo y el liberalismo (representado por los libertarios y sus aliados), y la podemos representar en dos frases que caracterizan a estos dos espacios políticos: al peronismo: “Donde existe una necesidad nace un derecho”, y la del gobierno actual “Las necesidades son infinitas y los recursos son finitos”.
Las políticas sociales peronistas tienen como leitmotiv dicha frase, que exclamó hace más de 70 años una joven Eva Duarte, frente a una plaza llena de trabajadores con callos en las manos, peones rurales, enfermeras, maestras, amas de casa, etc.
Dicha frase, apuntaba a que las necesidades básicas de las personas, como alimentación, vivienda, salud y educación, no son simples deseos, sino que son derechos fundamentales que deben ser garantizados por el Estado.
La misma se ha convertido en un emblema del peronismo y de las ideas de justicia social e inclusión.
Una frase que invita a la reflexión, al debate y a la acción para garantizar que todos los individuos tengan la oportunidad de vivir una vida digna.
Y al mismo tiempo ha sido objeto de debates sobre el alcance de la responsabilidad del Estado en la satisfacción de las necesidades.
Algunos la interpretan como una defensa de un Estado benefactor que provee directamente, mientras que otros la ven como un llamado a crear condiciones para que las personas puedan satisfacer sus propias necesidades.
Esta frase fue pronunciada en un contexto determinado. Y el contexto de la primera mitad del siglo pasado era el de una Argentina rica, con una oligarquía que “tiraba manteca al techo” y un pueblo descamisado, ignorante, casi sin ningún derecho, muchas veces hasta denostado por aquellos que, sin haber sido los gestores de la patria (cosa que ocurrió en el siglo XIX), habían heredado latifundios y fortunas acuñadas por sus ancestros.
En ese contexto, frente a los desclasados pronunció Eva su famosa frase. Sin embargo, con el paso del tiempo, su significado original se ha ido desvirtuando y es necesario analizarla con mayor profundidad.
Si bien es cierto, que las necesidades humanas son fundamentales para el bienestar individual y social, no toda necesidad puede considerarse automáticamente como un derecho. Creo que no, dado que para que tenga sentido hablar de un derecho, tiene que existir la posibilidad real de que se concrete.
O sea, para que exista un derecho, primero alguien tiene que “crear” el recurso que satisfaga la necesidad.
Desde el gobierno del actual presidente Milei argumentan que la frase lleva a una excesiva intervención estatal y a la limitación de libertades individuales.
Ahora bien, ¿qué es el modelo económico liberal que pregona Milei? Es una filosofía económica que enfatiza la libertad individual, la propiedad privada y la competencia en el mercado. Se basa en la idea de que los individuos, actuando en su propio interés, pueden generar el mejor resultado económico para todos.
Los principios básicos del modelo económico liberal, son:
1) Libertad individual: Los individuos deben tener la libertad de tomar sus propias decisiones económicas, sin interferencia del gobierno; 2) Propiedad privada: Los individuos deben tener el derecho de poseer y controlar sus propias propiedades, y 3) Competencia en el mercado: Los mercados deben estar libres de restricciones gubernamentales, como aranceles y subsidios, para que las empresas puedan competir entre sí de manera justa.
En nuestro país el presidente Milei propone un modelo anarcocapitalista. La anarquía capitalista es una filosofía política, que aboga por la abolición total del Estado y su reemplazo por un sistema de mercado libre, en el que las empresas privadas y las agencias voluntarias proveen todos los bienes y servicios.
En la actualidad, no existe ningún país en el mundo que se pueda considerar plenamente anarcocapitalista. Sin embargo, cabe destacar que existen algunos países que presentan ciertas características que los acercan más a los ideales anarcocapitalistas que otros: Estados Unidos (posee una economía de libre mercado relativamente abierta, con una mínima intervención estatal en algunos sectores), Singapur (destaca por su baja carga fiscal, su sistema legal pro-empresarial y su enfoque en la eficiencia del mercado), Islandia (se caracteriza por una sociedad relativamente igualitaria, con un gobierno limitado y una fuerte cultura de libertad individual), Hong Kong (goza de una economía de libre mercado muy dinámica, con una baja tasa de impuestos y un marco regulatorio flexible).
Pero en estos casos, el Estado sigue desempeñando un papel importante en la provisión de bienes y servicios públicos, la regulación de la economía y la aplicación de la ley. Además, ninguno de estos países ha abolido completamente el sistema tributario o ha eliminado todas las formas de coerción estatal.
En definitiva, no existe en el mundo ningún país que sea plenamente anarcocapitalista, por lo tanto, es difícil evaluar su desempeño económico de manera precisa.
Los críticos de este modelo señalan que la aplicación del mismo podría exacerbar la desigualdad, la falta de regulación y la inestabilidad social.
Dicho esto, ¿Entonces, cuál sería el modelo económico más racional para la Argentina: más allá del dualismo referenciado?
Es cierto que la Argentina tiene una larga historia de modelos económicos que han tenido resultados mixtos. Tanto el modelo agroexportador como el de sustitución de importaciones han tenido sus éxitos y fracasos. En la era de la Cuarta Revolución Industrial, es evidente que seguir aferrándose a modelos del pasado no es la solución.
En mi opinión, caer en el dualismo del “todo o nada” tampoco es la respuesta. Es posible encontrar un modelo económico más racional y pragmático, que no se base en dogmas o ideologías extremas, sino que tome lo mejor de diferentes enfoques y lo adapte a las realidades específicas de Argentina.
Un modelo que respete la propiedad privada y reconozca el papel crucial del sector privado en la generación de riqueza es fundamental. Sin embargo, también es necesario que el Estado intervenga y regule la economía para evitar el abuso de poder por parte de las grandes corporaciones, y garantizar la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.
Un modelo que incluya políticas sociales eficientes para contener a los sectores más vulnerables de la población también es esencial. Estas políticas deben estar diseñadas para brindar apoyo temporal a las personas que lo necesitan, pero también para empoderarlas y ayudarlas a integrarse al sistema de manera productiva.
Si bien, encontrar el equilibrio adecuado entre estos elementos no es una tarea fácil, requerirá un diálogo abierto y honesto entre todos los sectores de la sociedad argentina, con una voluntad genuina de encontrar soluciones que beneficien a todos.
Por lo tanto, creo que no existe una solución única para los desafíos económicos de Argentina.
Lo que funciona en un país puede no funcionar en otro.
Es fundamental que los argentinos encuentren su propio camino, uno que se adapte a sus propias circunstancias y valores.
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