Cristina es la indicada
La elección para la Presidencia del PJ Nacional, por primera vez en años, genera debates, polémicas y expectativas. La decisión de Cristina de asumir el proceso de reorganización partidaria llega en un momento crucial, cuando los logros, derechos y principios del peronismo no deben ser ignorados ni relegados.
Su presencia y protagonismo en el escenario político despierta opiniones divididas en un escenario donde la falta de liderazgos claros es evidente.
Históricamente, los cargos partidarios se han alineado con el poder del gobernante de turno, lo que explica el olvido de la función esencial del partido: adoctrinar y formar nuevos cuadros políticos. Esta desatención ha resultado no solo en la falta de renovación generacional, sino en la carencia de conocimiento necesario para defender las posiciones ideológicas.
En tiempos de victorias, estos problemas pasan desapercibidos, pero en la derrota, la falta de estructura se siente más agudamente.
Los cambios dentro del partido han reducido la participación y fortalecido el poder de quienes gobiernan.
La eliminación de minorías, la desaparición de la representatividad departamental en la Cámara de Diputados de la Provincia y la tendencia a evitar internas han sido errores que el peronismo ha pagado caro en las últimas décadas. Se ha intentado demostrar que quienes ocupan roles de gobierno no son los más indicados para liderar una estructura política.
En este marco, Cristina se presenta hoy como la persona más adecuada para dirigir al PJ Nacional. Su experiencia, conocimiento y liderazgo se combinan con una cualidad esencial que otros posibles contendientes, como Quintela, no tienen: independencia.
El peronismo necesita una voz firme, decidida, que exprese con claridad lo que el oficialismo se niega a admitir. Hoy, 25 millones de personas viven en la pobreza (6 millones más que en el segundo semestre de 2023), de las cuales 8,5 millones son indigentes, según la EPH.
La pobreza alcanzó el 52,9 % en el primer semestre de 2024, un aumento de 12,8 puntos porcentuales respecto al mismo período de 2023 (40,1 %). La indigencia casi se duplicó en un año, pasando del 9,3 % al 18,1 %.
La pobreza y la indigencia han diezmado a la clase media, una conquista histórica del peronismo, cuyos trabajadores hoy ven vulnerados sus derechos laborales, adaptados a una nueva visión de un capitalismo despiadado.
No se toma dimensión del peligro que enfrenta la educación y la salud pública gratuita y universal, ni un achicamiento del Estado que, lejos de buscar eficiencia, solo se enfoca en reducir costos.
En este contexto, la defensa de la historia y los ideales peronistas debe estar en manos de alguien que no dependa del poder central, que mantiene su presión sobre los gobiernos provinciales y locales para garantizar alineamientos políticos.
Un claro ejemplo de esta situación es la imagen de gobernadores como Gustavo Sáenz (Salta), Raúl Jalil (Catamarca), Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Hugo Passalacqua (Misiones), junto a algunos dirigentes e intendentes provinciales sin poder real, utilizados como trofeos de una foto para luego ser descartados sin mayor relevancia.
Cristina expresó recientemente: “Estoy convencida de que debemos dar voz y protagonismo a los castigados por este proceso de caos y destrucción liderado por Milei, desde la política partidaria”. Señaló al Gobierno Nacional como “una demolición social planificada, ejecutada con crueldad” por “teóricos y prácticos de la odiología”.
Hoy, dentro del peronismo, no hay nadie más capacitado para enfrentar este momento histórico. Es un desafío que va más allá del debate sobre el kirchnerismo; se trata de redefinir el eje de discusión y acción del movimiento.
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