Estados Unidos tiene mucho que perder en una guerra comercial contra China
Que un reconocido maestro en la técnica y el arte de la negociación con indiscutibles logros y conocimientos en el mundo empresarial, persista nuevamente en una guerra comercial contra China, además de frente a otros países con los cuales mantiene estrecha relación comercial, tales como Canadá y México, lleva a asombro y preocupación.
Sin justificar ni entender cabalmente su enfrentamiento con sus aliados fronterizos, el desafío al gigante asiático adquiere peculiar extrañeza como analizaremos en esta nota.
A partir del 04 del corriente entraban en vigor los aranceles trumpistas del 20% a productos chinos. Quienes defienden al presidente estadounidense cuando se lo acusa de no respetar los principios republicanos ligados al libre comercio y la no intervención (o mínima) del gobierno en la economía, suelen argumentar que el mandatario utiliza estos mecanismos no porque descrea de los beneficios del comercio internacional sino como arma de negociación.
Así, Trump castiga a los chinos por no hacer lo suficiente, acorde a la nueva excusa adoptada, para evitar el tráfico de fentanilo a los Estados Unidos. De paso, Canadá y México, con similares acusaciones, también recibieron golpes arancelarios de su gran vecino y socio comercial.
Lo que se omite es el pequeño gran detalle de que, si los gobiernos de China, Canadá y México no cumplen con las exigencias para detener el tráfico de esta droga, la pagarán no solo los ciudadanos de los 3 países nombrados, sino también consumidores y empresas estadounidenses que necesitan de bienes y servicios provistos por empresas de los países alcanzados por la ráfaga arancelaria.
Pues bien, concedamos a los republicanos pro Trump que el señor presidente es un gran negociador y que a fuerza de aranceles presionará para un mayor control en el tráfico de esa droga que afecta a su país.
Lo concedemos, pero… hay algo que no se explica, en concreto: las palabras del republicano expresadas en su red social TruthSocial, cito “Si las empresas se mudan a Estados Unidos ¡no hay aranceles!”. Y aquí surge el desconcierto ¿los aranceles son por el tráfico de fentanilo o porque el presidente, ya no tan secretamente descree de la división internacional de la producción y desea que las grandes empresas vayan “a casa”? Por momentos pareciera inspirado en el anti liberal “Vivir con lo Nuestro” del argentino Aldo Ferrer.
Ciertamente, no sabemos en qué se basa o inspira, pero seguro de que no en las explicaciones de David Ricardo sobre los beneficios de comercio en base a las ventajas comparativas y la especialización que esa política se deriva. Así como Tampoco ha hecho caso a autores de la Escuela Austríaca, que tanto cita su admirado presidente Javier Milei.
Tales como Ludwig von Mises o Friedrich von Hayek. También desprecia con su accionar las recetas de nobel Milton Friedman, férreo defensor del libre comercio internacional, mucho menos podría sospecharse que se haya tropezado con escritos de Juan Bautista Alberdi, padre de la Constitución argentina, quien veía en el comercio un mecanismo de pacificación universal. Los autores nombrados son frecuentemente citados por el presidente argentino, quien según Trump “está haciendo Argentina grande otra vez”. Quizá lo esté haciendo, ojalá así sea para beneficio de los argentinos de bien, pero claramente siguiendo un camino muy distinto al de su colega del norte.
Más allá de que se hable de una sintonía ideológica de Javier Milei con su par estadounidense, en lo que a comercio respecta, la posición aperturista del presidente argentino contrasta con la visión trumpista de que las empresas “se muden” a los Estados Unidos.
Se mencionó anteriormente que el desafío arancelario a China es particularmente extraño. ¿Por qué? Por dos razones:
Primera razón: China está gobernada por una dictadura, la cual no tendría mayores costos políticos en devaluar la moneda para compensar, al menos en parte, el encarecimiento que los aranceles del gobierno estadounidense le ha ocasionado. Tampoco estaría muy preocupada la nomenclatura por posibles problemas sociales, si hay revueltas por empobrecimiento de la población se reprime brutalmente y listo, así funcionan las tiranías. Nicolás Maduro podría explicarlo.
Segunda razón: China es el principal tenedor de títulos de deuda estadounidense, es decir: es su principal acreedor. Sin embargo, desde años recientes viene reduciendo fuertemente sus tenencias, tal como comentó en uno de sus didácticos videos el español Juan Ramón Rallo.
Este destacado economista ha explicado que el decreciente interés de China por títulos emitidos por el gobierno estadounidense lleva a que, para lograr colocar en el mercado esa colosal deuda, las tasas de interés ofrecidas deban subir, por lo que la política monetaria laxa tan deseada por Donald Trump se vería dificultada. Recordemos que la FED es independiente, no tiene el historial de sumisión a la política propio del Banco Central Argentino.
La alternativa a subir los tipos de interés para captar financistas, es que la misma FED emita dólares para comprar títulos del gobierno norteamericano. Algo que complicaría el objetivo no logrado de contener la inflación en un 2% anual.
En conclusión: la administración Trump tiene mucho para perder enfrentándose a una potencia económica comandada por un régimen autoritario, que de paso es su mayor acreedor.
Alejándose además de su prédica a favor del libre comercio y la división internacional de la producción, así como de los beneficios que todo ello conlleva.
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