Hablando de devaluación
No piensen, que voy a hablar de la devaluación económica, sino de otra fundamental, que no la mide el INDEC, ni nadie, hablo de la devaluación que no cede, y que se está usando, para que los números de las finanzas cierren, y para el pago de deudas infernales, etc. Es la devaluación de la Vida. O en otros términos se trata del deprecio y desprecio de la vida. Me cuesta mucho estar escribiendo sobre esto, me duele el alma mientras lo hago.
Como ustedes, como todos los argentinos recibí en estos días, una triste y cruel noticia; nuestro pueblo, el más necesitado, nuestros compatriotas más pobres, no recibirán más “Medicamentos gratis”.
A lo que un diputado agregó; “nadie se muere porque le falte un remedio, o sino que le pida a algún familiar que lo ayude a comprarlo”. Me desbordó la indignación, y les juro que yo no uso nunca “malas palabras”, pero si lo hubiese tenido a ese “oscuro y tétrico” personaje a mi lado, lo hubiese insultado.
Me ahogaba el dolor de saber que cientos, miles y miles de mis hermanos serán abandonados a la “buena de Dios”. Ya no tendrían alivio a su sufrimiento, ya no podrán curar sus enfermedades.
Ya lo habían hecho antes, negando alimentos a niños y a abuelos, que iban a comedores a recibir su comida, que ellos no podían comprar, ahora le agregan la negación de medicamentos.
A mí siempre me gusta escribir sobre la esperanza, sobre el amor, pero esta vez no puedo, porque mi conciencia humana y cristiana no me lo perdonaría nunca.
Esto hace los que no saben que la Patria es el lugar donde nos sentimos en casa, en nuestro hogar. Donde nos sentimos seguros, porque no estamos solo, y nos ayudamos, especialmente a los que más necesitan.
Es un hogar donde el amor solidario se vive, para seguir marchando juntos, sin abandonar al costado del camino a nadie. Sino que los ayudamos a levantarse para llegar juntos a la meta de una patria más justa, más digna, más humana. Donde todos nos reconozcamos hermanos, sin hacer diferencias, de clase, de religión. De raza o de ideología. Todos somos hermanos, todos somos argentinos.
Unamos nuestra oración, nuestra voz, nuestro reclamo, para que la vida no siga devaluándose, sino que se reconozca sagrada .Que todos, especialmente los que gobiernan sientan la obligación de respetarla, de amarla y protegerla.
No se trata solo de vivir, como lo permitan algunos, sino de que cuidemos y honremos la Vida de todos los argentinos.
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