¿Quien dijo que todo está perdido? yo vengo a ofrecer mi corazón
Lo cantaba Mercedes Sosa, con su voz incomparable. En momentos difíciles, como los que estamos viviendo en nuestra patria, hay hombres y mujeres solidarias, que lo “cantan” con su vida. Una vida generosas que los lleva a entregar ayuda al que ya está siendo descartado , dejado a un costado del camino, por quienes gobiernan sin sensibilidad social y por grandes empresarios que han olvidado el mandato “ AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO POR SOBRE TODAS LAS COSAS”.
No son pocos los que ofrecen su corazón en un plato de comida, ofrecido en algún comedor, o entregado en la vereda, cuyas baldosas son convertidas en cama o humildes hogares abrigados con maderas , donde se cuela el frío, cada invierno. Ellos los samaritanos por amor, les regalan junto a una comida calentita, un momento de charla, de un apretón de manos más cálido aún. Y para mi alegría y esperanza de un mundo mejor, más humano descubro que la mayoría son jóvenes. Yo vengo a ofrecer mi corazón, podría cantar un hombre solidario, “buenazo”, que me llevo a recordar a quienes ya mencione, por su generosidad. El es Héctor Ramón Beltrán, más conocido como “el Toto Beltrán”, de Yeruá. Almacenero de oficio, en el conocido almacén de “ramos generales,” Casa Bonzi”. Pero ocasionalmente y por necesidad, y por amor , también fue partero, enfermero (aplicaba inyecciones), había realizado un curso de primero auxilios. Un hombre que no dudaba en ir en ayuda de quien lo necesitaba. Es que en el campo no había en ese tiempo sala de primeros auxilios, ni médico y Concordia “quedaba lejos”. Había que hacer algo en el momento, cuando ayudó por primera vez en el parto, de una señora que comenzó a tener síntomas de que su hijito quería nacer ya. Estaba con otras personas y recordando lo que había aprendido en el curso de primeros auxilios, mandó a hervir agua, preparar una cama con sábanas limpias y con sus manos guiadas por Dios, ayuda a nacer al apresurado bebé. Luego lo trajo al hospital, donde los médicos lo felicitaron por el buen trabajo. Claro que a partir de ahí , toda urgencia de parto lo llamaban “Toto “ vení ayudanos. Y el donde era necesario, y para lo que sea estaba presente, apoyado siempre por su esposa Juana Bonzi.
Creí necesario escribir esta historia, para que sepan aquellos que han perdido la fe en la gente, sepan que hubo, hay y seguirán existiendo personas solidarias, generosa; verdaderos samaritanos que humilde y silenciosamente pasa por la vida haciendo el bien.
Dios bendiga a tantos hombres y mujeres que hacen realidad lo que cantaba Mercedes Sosa :
¿QUIEN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?
YO VENGO A OFRECER MI CORAZÓN
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