El dilema de confiar o no en el sistema ante la inseguridad
Hemos visto un aumento de la violencia en nuestra ciudad y en todo el país, muchos afirman que esto es sólo el comienzo y que se va a incrementar.
Al debatir estos temas aparecen concurrentemente tres factores: el primero es la falta de respuesta del sistema judicial a los reclamos de la sociedad, debemos decidir si queremos continuar con una justicia garantista, que pareciera que siempre estuviera del lado de los acusados, o una justicia que defienda los derechos de las víctimas.
Algo se logró avanzar en la gestión anterior cuando se le aseguró un defensor de oficio a las víctimas. Pero hoy, las víctimas, han sido nuevamente perjudicadas por el hecho de habérsele otorgado prisión domiciliaria a muchos de sus agresores.
Esta es una justicia que carece de credibilidad para el ciudadano común, que ve con estupor que, por ejemplo, quien tiene propiedades por una superficie igual a 13 veces la Capital Federal solo en la provincia de Santa Cruz, producto de la corrupción, puede pagar una fianza de $632 millones, puede obtener la prisión domiciliaria, etc. En cambio, si fuiste atacado y agrediste en legítima defensa, podes quedar preso.
El desprestigio llega hasta el límite de que se plantee una reforma judicial, que ya se adelanta será un saco a medida de la impunidad de los juicios por corrupción, una especie de amnistía como ya la denominan algunos analistas. ¿Será ésta la reforma que termine de destruir el sistema judicial?
El segundo factor considerado en el análisis de estos temas es el de los organismos de seguridad, hoy muchos de ellos se encuentran abocados a tareas de control del cumplimiento de las normas dispuestas por la cuarentena, descuidando tareas habituales y propias de la seguridad.
Esto hace a la mayor desprotección de la ciudadanía, que no es una sensación. Muchos de los delitos no son notificados por las víctimas ya que en una proporción creciente se descree de la efectividad de hacer las denuncias correspondientes, y en caso de que se realicen, si estas tendrán un acompañamiento por parte del sistema judicial.
El tercer factor que aparece es la falta de oportunidades, y quiero detenerme en la falacia de este argumento, dado que no es la falta de oportunidades un factor que debe considerarse como tal. La falla en el sistema económico en generar programas para salir de la crisis o la falla en el estado en brindar herramientas que permitan una escala ascendente de las condiciones sociales, como lo fue la educación, no son causales de delincuencia.
Aunque muchos dirigentes así lo han manifestado, esto no es así y hay que recalcarlo una y otra vez, que estemos atravesando una crisis económica no es un justificativo para delinquir.
El discurso desde el resentimiento, de justificar al que delinque por sus necesidades, es una forma sumamente nociva de engañar y querer justificar el accionar delictivo con el hecho de que está mal porque alguien, lícitamente y con trabajo, está bien.
No es bueno para algunos que estos sectores se den cuenta de que están así por ineficiencias en el desempeño del estado, que por décadas vienen decayendo tanto en educación como seguridad o justicia. No es bueno decirle a esa persona que hubo corrupción, lo que impidió una mejor educación, justicia o seguridad.
En este falso discurso quieren hacer creer que todos son iguales, que todos son corruptos, que ser corruptos es normal.
No nos dejemos engañar, no hay futuro en este engaño, a los jóvenes principalmente hay que dejarles un mensaje de esperanza, de que es posible crecer en base al esfuerzo, que queremos un país que brinde oportunidades de desarrollo y crecimiento personal, y que el límite lo pongamos cada uno de nosotros, tenemos que lograr un país donde todos podamos soñar en grande, que es posible igualar para arriba, que es posible que todos estén mejor y que no todo es lo mismo, debemos salir del dilema que nos marca el tango �SCambalache⬝ y decir no todo es igual y que no es lo mismo ser ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador.