La ultraderecha gana las elecciones por primera vez en Italia
La coalición conservadora, liderada por Giorgia Meloni, triunfa en unas elecciones marcadas por una abstención histórica.
Un terremoto político con aroma a consolidación de la ultraderecha en Europa ha sacudido Italia este domingo. Unos 50 millones de ciudadanos estaban convocados a las urnas para poner nombre y color al Gobierno número 68 de los últimos 76 años en unas elecciones provocadas por la caída prematura del Ejecutivo de Mario Draghi en julio.
La coalición de las derechas, formada por los partidos ultra de Hermanos de Italia y la Liga y por la Forza Italia de Silvio Berlusconi, ha obtenido una victoria neta (en torno al 43 % de los votos en la Cámara de Diputados, según el sondeo de la RAI) que les permitirá alcanzar, si el escrutinio lo confirma, la mayoría absoluta.
En clave interna, la enorme ventaja obtenida por Giorgia Meloni, líder del posfascista Hermanos de Italia, que ha multiplicado por seis los resultados obtenidos en 2018 (pasaría del 4 % al 26 %), la coloca como favorita para recibir el encargo del jefe del Estado, Sergio Mattarella, para formar Gobierno: la primera mujer en lograrlo en la historia de la República.
Los italianos han votado decididamente a la coalición de derecha. Un artefacto que no gobernaba desde el último Ejecutivo de Silvio Berlusconi, caído en 2011 con una Italia al borde de la quiebra y una precoz Meloni como ministra de Juventud. El resultado, todavía más rotundo a favor de Hermanos de Italia en las primeras proyecciones del Senado, no sorprende a nadie en una campaña marcada por el desinterés y la apatía ciudadana.
Las cifras, de hecho, coinciden con las que manejaban las tres formaciones en el mes de julio, cuando hicieron caer de forma interesada al Ejecutivo de Mario Draghi (exquisitamente neutral durante la campaña). La noticia, sin embargo, ha sido un desplome histórico de la participación (casi 64%, alrededor de nueve puntos menos que en 2018), que marca una senda descendente del interés de la ciudadanía por la política desde 1979.
Los italianos se han volcado con el partido de Hermanos de Italia, el único que no había formado parte de ninguno de los tres gobiernos de la última legislatura. La formación, nacida de los rescoldos del posfascista Movimiento Social Italiano (MSI), no ha sufrido el desgaste gubernamental y ha expoliado sin compasión el vivero de votos ultra de la Liga de Matteo Salvini (según las primeras proyecciones del Senado, no superaría el 8,5% de votos).
El resultado muestra también las costuras de la estrategia del bloque progresista, cuya derrota no es atribuible solamente a los votos obtenidos. La ley electoral, un sistema mixto que combina el método proporcional y el mayoritario, premiaba a las coaliciones configuradas a priori. Pero el bloque de izquierdas, con el Partido Democrático (21 % de los votos) de Enrico Letta a la cabeza, fue incapaz de llegar a un acuerdo con las distintas fuerzas que podían componerlo. Visto el resultado del Movimiento 5 Estrellas (17,5 %) de Giuseppe Conte, que ha sabido gestionar la campaña electoral y explotar el descontento del sur de Italia, ambas fuerzas hubieran podido conformar un bloque competitivo. Especialmente, si se observa el crecimiento también del denominado Tercer Polo (8,5 %), una coalición de pequeños partidos de centro liberales que lideran el ex primer ministro Matteo Renzi y uno de sus exministros, Carlo Calenda.
Giorgia Meloni y su partido han obtenido un resultado impresionante favorecido por la monstruosa abstención en el sur. Hermanos de Italia logró en 2018 solo un 4 % de los votos: una cifra residual, en la misma línea que se había movido la formación desde su fundación en 2012 y que los colocaba como comparsa de la coalición de derechas.
El domingo, según los sondeos, multiplicó esa cifra por seis, una gesta insólita en la democracia italiana, acostumbrada a los meteoritos electorales, pero a nada parecido a esto. El apoyo a Meloni bebe del malestar, del descontento con los bandazos de la Liga.
También del desencanto con la política ����la baja participación lo demuestra claramente�"�", de la necesidad de apoyarse en algo nuevo y de una normalización de la ultraderecha en Italia, cuya ciudadanía no juzga como extremas posturas políticas que ponen abiertamente en entredicho algunos de los avances sociales del siglo XXI.
La menor afluencia a las urnas invita a pensar que hay una gran parte de la ciudadanía que no ha votado esa opción, pero tampoco se muestra preocupada por su advenimiento.