El Papa: “Vivir la fe, la esperanza y la caridad para merecer la vida eterna”
Después de centrarse en las virtudes cardinales, Francisco enfocó su catequesis en las teologales, como prendas de la presencia y acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Las virtudes teologales son infundidas por Dios y, con el Espíritu Santo, nos preparan para merecer la vida eterna: el Papa Francisco destacó este punto en su audiencia general de este miércoles 24 en la plaza de San Pedro, mientras pasaba de disertar sobre las virtudes cardinales a reflexionar sobre las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad.
En los últimos meses, el pontífice viene ofreciendo un ciclo de catequesis sobre las virtudes y los vicios. Después de concluir sus reflexiones sobre los pecados, pasó a las virtudes, específicamente las cardinales, sobre la paciencia, la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza.
El Catecismo de la Iglesia Católica, recordó el Papa, describe las virtudes teologales como "el fundamento de la actividad moral cristiana", a la que "animan y le dan su carácter especial", e "informan y dan vida a todas las virtudes morales". ".
"Son infundidas por Dios en las almas de los fieles", continuó, "para hacerlos capaces de actuar como hijos suyos y de merecer la vida eterna", ya que son "la prenda" de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en el facultades del ser humano. Al tiempo que elogió las virtudes cardinales como capaces de generar hombres y mujeres "heroicos" para hacer el bien, el Santo Padre advirtió que, a veces, practicarlas en solitario supone el riesgo de ser loables personalmente, pero aislados. Mientras que, sugirió, "el gran don" de las virtudes teologales es más bien esta "existencia vivida en el Espíritu Santo".
Nunca solo
El Santo Padre subrayó la dimensión esencialmente comunitaria del cristianismo, inherente a esas virtudes, señalando: "Un cristiano nunca está solo". Los cristianos, dijo, hacen el bien, "no por un esfuerzo titánico de compromiso personal", sino "porque, como humildes discípulos", "caminan detrás del Maestro, que es Jesús". Por ello, sugirió Francisco, las virtudes teologales "son el gran antídoto contra la autosuficiencia". "¡Cuántas veces -lamentó- ciertos hombres y mujeres, moralmente irreprochables, corren el riesgo de volverse vanidosos y arrogantes a los ojos de quienes los conocen!"
Las intenciones cuentan
El Evangelio, subrayó, nos advierte contra este "peligro" de ser invadidos por el "poderoso veneno" del orgullo, del que "una sola gota", advirtió el Papa, es suficiente "para estropear toda una vida marcada por la bondad." Incluso, señaló, si "una persona realizó una montaña de buenas obras" y "cosechó elogios y elogios", si "hizo todo esto sólo para exaltarse a sí mismo", dijo el Papa, ya no puede llamarse a sí mismo una persona virtuosa. "Para corregir todas estas situaciones, que a veces se vuelven dolorosas", señaló el Papa, "las virtudes teologales son de gran ayuda", especialmente cuando tenemos momentos en los que "caemos" y no logramos nuestras buenas intenciones morales. Sin embargo, "si abrimos nuestro corazón al Espíritu Santo", animó el pontífice, "Él reaviva en nosotros las virtudes teologales". "Si perdimos la confianza, Dios nos abre nuevamente a la fe; si estamos desanimados, Dios despierta en nosotros la esperanza" y, "si nuestro corazón está endurecido", aseguró, "Dios lo suaviza con su amor".
(AICA)
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