El sueño, un factor modificable para prevenir el alzhéimer
Dormir menos de 6 horas o más de 9 incrementa el riesgo de deterioro cognitivo
Dormir poco o demasiado parece no ser lo mejor para nuestra salud. Según un estudio de la Universidad de Washington en St. Louis, y publicado en la revista Brain, tanto las personas que duermen poco como las que lo hacen en demasía, experimentan un mayor deterioro cognitivo que las duermen una cantidad moderada, un promedio de 7 u 8 horas.
La investigación hizo un seguimiento de las funciones cognitivas en un numeroso grupo de adultos durante varios años y los investigadores descubrieron datos significativos que ayudan a desenredar la complicada relación entre el sueño, el Alzheimer y la función cognitiva.
Estos hallazgos podrían ayudar a encontrar modos beneficiosos de mantener la mente activa de las personas a medida que envejecen.
«El principal desafío ha sido determinar cómo se relaciona proceso del sueño y las diferentes etapas de la enfermedad de Alzheimer», afirma la primera autora Brendan Lucey, de la Universidad de Washington Sleep.
«Nuestro estudio sugiere que existe un punto medio, o 'adecuado', para el tiempo total de sueño en el que el rendimiento cognitivo se mantiene estable a lo largo del tiempo. Los periodos de sueño cortos y largos se asociaron con un peor rendimiento cognitivo, quizás debido a un sueño insuficiente o una mala calidad del sueño» añade Lucey.
«Una pregunta importante todavía sin respuesta es si podemos intervenir para mejorar el sueño y aumentar el tiempo del mismo en caso necesario ¿tendría eso un efecto positivo en su rendimiento cognitivo? Necesitamos más datos para responder a esta pregunta» afirma la autora principal.
El alzhéimer es la principal causa de deterioro cognitivo en los adultos mayores y contribuye a aproximadamente el 70 % de los casos de demencia. La falta de sueño es un síntoma común de la enfermedad y puede acelerar la progresión de la enfermedad.
Los estudios han demostrado que es más probable que las personas que duermen periodos cortos y/o demasiado largos tengan un desempeño deficiente en las pruebas cognitivas, pero estos estudios del sueño generalmente no incluían evaluaciones concretas de la enfermedad de Alzheimer.
Para analizar los efectos diferenciados del sueño y la enfermedad de Alzheimer en la cognición, Lucey y sus colegas recurrieron a voluntarios que participaron en estudios sobre la enfermedad de Alzheimer.
Los voluntarios se sometieron a evaluaciones clínicas y cognitivas anuales y facilitaron muestras de sangre para analizar la variante genética APOE4 de la enfermedad de Alzheimer de alto riesgo.
En este caso concreto, los participantes también proporcionaron muestras de líquido cefalorraquídeo para medir los niveles de proteínas relacionadas con el de alzhéimer, y cada uno durmió con un pequeño monitor de electroencefalograma (EEG) sujeto a la frente durante cuatro a seis noches para medir la actividad cerebral durante el sueño.
En total, los investigadores obtuvieron datos sobre el sueño y el alzhéimer de 100 participantes cuya función cognitiva había sido monitorizada durante un promedio de cuatro años y medio.
La mayoría, 88, no tenían deterioro cognitivo, 11 deterioro muy leve y uno leve. La edad promedio era de 75 años en el momento del estudio del sueño.
«Fue particularmente interesante ver que no solo aquellos que dormían poco, sino también aquellos que dormían mucho, tenían más deterioro cognitivo», dijo el coautor principal David Holtzman. Esto, añade, «sugiere que la calidad del sueño puede ser clave, en contraposición al sueño en sí».
Las necesidades de sueño de cada persona son únicas y aquellas que se despiertan sintiéndose descansadas, con horarios de sueño cortos o largos no deben sentirse obligadas a cambiar sus hábitos, dijo Lucey. Pero los que no duermen bien deben ser conscientes de que los problemas de sueño a menudo pueden tratarse.