La salud mental y las necesidades humanas
Como con tantos campos de la vida humana y social, el D.N.U y la ley ómnibus constituye una agresión a la salud mental a través de la propuesta de modificación de la ley nacional 26.657, cuando establece la reinstalación del manicomio, una mayor arbitrariedad y judicialización de las internaciones involuntarias y una relajación de las garantías del cumplimiento de la ley a través de un modo de conformación del Órgano de revisión que borra la responsabilidad del Estado y el contralor por asociaciones civiles, de trabajadores de la salud mental, de usuarios y sus familiares.
Pero antes de tratar la cuestión me gustaría describir lo que entiendo por salud mental, en tanto excede ampliamente la asistencia por diversas disciplinas de las mal llamadas enfermedades mentales, sino que consiste en un concepto positivo que se define como búsqueda del bienestar. Es así como la define la O.M.S. "Estado de bienestar bio-psico social y no solo ausencia de enfermedad".
Ese bienestar es colectivo, dinámico y conflictivo, pero tiene como horizonte la satisfacción de las necesidades humanas, tanto que podemos definir el estado de ese bienestar evaluando el modo en que cada comunidad organiza la satisfacción de las necesidades humanas (Lía Ricón "Problemas del campo de la salud mental"). Según el modelo de desarrollo a escala humana, Max Neef, define esas necesidades como universales, y de mayor a menor necesariedad las clasifica en necesidades de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad, y la modalidad que la comunidad establezca para su satisfacción, definirá la calidad de su salud mental.
Si ponemos por ejemplo el trabajo, como actividad humana en la que pueden llegar a satisfacerse múltiples necesidades, como las de subsistencia, protección, afecto, participación, creación, ocio, identidad, libertad, vemos que puede encontrar un destino de frustración a través de un sistema de alienación y explotación, trabajo en" negro" etc. (Satisfactor "destructor" según la clasificación de Max Neef, en tanto aniquila las necesidades) o de gratificación en la creación de fuentes de trabajo digno y creativo (satisfactor "sinérgico", en tanto satisface varias necesidades conjuntamente), y promover padecimientos psíquicos en el primer caso o salud mental en el segundo.
Viene a cuento el ejemplo del trabajo porque estamos asistiendo a una profundización de su deterioro a través de los despidos que las actuales políticas de ultraderecha están realizando, de un modo insensible y cruel.
Baste analizar los despidos realizados por teléfono a trabajadores en nuestra ciudad, de los que han dado cuenta medios locales, para evaluar la crueldad como la expresión de una forma de indiferencia por el dolor del "otro" implicado en esa conducta.
Mujeres en algunos casos con más de diez años de antigüedad, escuchando una voz impersonal y distante transmitiéndole una información que las hunde en una tragedia, en una angustia inconcebible, la de enfrentar la vida, la exigencia de alimentación de sus hijos, de todas las necesidades humanas, de su dignidad personal, sin sustento material para realizarlo. ¿Quién va a contener y ayudar a esas personas a transitar ese abismo al que son empujadas, quienes las acompañarán a intentar conseguir un nuevo empleo?, ¿De qué modo ese Estado que genera ese drama se hará cargo de sus secuelas? Esos efectos derivados de la desocupación en la salud mental de la población son analizados rigurosamente en un ensayo de Miguel Orellano "Trabajo, desocupación y suicidio, efectos psicosociales del desempleo (" Lumen editorial), en el que estudia en profundidad la relación entre la situación de desempleo y la conducta suicida, síntoma mayor del malestar en la cultura, que las personas no deseen seguir viviendo, habitando este mundo que los desprecia, ¿Quién asumirá la responsabilidad de revertir estas circunstancias que los propicia?.
Este cuadro de situación vigente, nos es suficientemente conocido a quienes transitamos el estallido social del 2001con situaciones de pobreza y desocupación descomunal que produjeron las políticas neoliberales de los 90 y que hicieron eclosión en diciembre de 2001.
Una crisis profunda de la salud mental colectiva engendró perturbaciones psíquicas y emocionales graves. lo mismo está sucediendo en éste breve período del nuevo gobierno, en los que sus políticas generan situaciones traumáticas con el incremento de los precios de los alimentos y de todos los bienes y servicios básicos para la vida humana, con una perspectiva espantosa de un verdadero terrorismo económico social, un siniestro ataque y destrucción de las mínimos satisfacciones de las necesidades, que conllevan lo que podríamos llamar, un exterminio subjetivo.
Todas las necesidades vitales se ven amenazadas, desde las básicas de subsistencia, alimentación, abrigo, vivienda, hasta las de afecto, integración socio familiar, las de trabajo y las culturales, en este caso con la agresión al arte, a los libros, a las bibliotecas, al teatro, el cine, que constituyen necesidades humanas fundamentales.
Estas políticas desquiciadas están produciendo el incremento de las manifestaciones más agudas del malestar social, en las formas de ataques de pánico, situaciones de angustia desbordante, manifestaciones psicosomáticas, depresiones e intentos de suicidio, a los que corresponde también al Estado dar respuesta a partir del cumplimiento de programas de prevención y asistencia en salud mental y prevención del suicidio que siguen brillando por su ausencia.
Es claro que este desamparo se deriva de gobernantes que han postulado en campaña que el Estado debe estar ausente ( el Estado de bienestar claro, porque sí está presente el Estado policial, represor, y aquel que favorece a los grandes grupos del Poder económico), de la asistencia a adictos y suicidas, diciendo, con una insensibilidad e ignorancia tremenda que “quien quiera suicidarse o drogarse que lo haga, pero no a cuenta del Estado”, en base a un concepto de libertad que no tiene en cuenta las desigualdades, es decir, que solo quien pueda pagarse una atención de este tipo, podrá lograr esa asistencia.
Esta idea parte de comprender la salud como una mercancía, que puede comprarse o venderse y no como un derecho humano de todos los ciudadanos, tal como lo establece la ley nacional de salud mental, postulando de entrada el derecho a la asistencia a la salud mental que tenemos todos.
La reinstalación del manicomio es un retroceso civilizatorio que tiene la misma lógica de su origen: segregar, marginar y excluir a los improductivos para el sistema capitalista, para quien consiste en depositar sus desechos en esos horripilantes lugares.
Nadie se curó en el manicomio porque de entrada nunca tuvo esa función, por el contrario han sido máquinas de fabricar locura, violencia e indignidad. Debemos recuperar el predominio de la ternura en la política y la vida social, aquella forma del amor que engendra la empatía y la preocupación por el otro, debemos reconstruirlo en el lugar de la crueldad, como fundamento ético de la política. Porque como lo decía Fernando Ulloa con una claridad meridiana, “hablar de ternura en estos tiempos de ferocidades, no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político.
Es poner el acento de resistir la barbarizacion de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos…”.
Se trata de resistir desde la ternura e impugnar el sadismo, la crueldad y la indiferencia que contienen las políticas de deshumanización, de cosificación y de destrucción de los seres humanos que estamos padeciendo con la gestión de los actuales gobernantes. De reinstalar la idea de que la salud mental es, como lo decía Freud, la capacidad de amar y trabajar, pero para eso son necesarios los dispositivos socio-culturales y políticos básicos que propicien sus posibilidades.
Debemos resistir desde la crítica, la manifestación de repudio y también, desde la ternura como fundamento ético, de la solidaridad como remedio fundamental en el campo de la salud mental.
Sergio Brodsky