La vacuna de Janssen para el VIH solo confiere una protección del 25%
En lo que se ha convertido en un resultado demasiado común en la búsqueda de décadas de una vacuna eficaz contra el VIH, otro candidato fracasa en un gran ensayo clínico.
No, el VIH, el virus que causa el sida, no es tan simple como el SARS-CoV-2, el coronavirus que causa la Covid-19. Al menos a la hora de fabricar una vacuna.
Los últimos resultados publicados del estudio Imbokodo, en el que se estaba testeando la vacuna fabricada por Johnson & Johnson para el VIH, vuelven a ofrecer un nuevo fracaso en términos de protección. Y no es el primero.
El estudio muestra que la vacuna no confería una protección convincente contra la infección por VIH. Imbokodo comenzó en 2017 e involucró a 2.600 mujeres en Sudáfrica y a otros cuatro países vecinos.
Glenda Gray, quien dirige el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica y supervisó el protocolo del ensayo, llegó a comparar la eficacia de la vacuna con un placebo.
Los resultados, anunciados por la propia compañía, han visto que la eficacia de la vacuna es de apenas un 25%; en total, se produjeron 63 infecciones en el grupo de placebo frente a 51 en las participantes que recibieron la vacuna.
Se trata de una eficacia demasiado baja para que la vacuna sea útil. Basta recordar que las vacunas frente al Covid-19 tienen un rango de eficacia siempre superior al 70-75%, alcanzando en algunos casos el 90%.
Sin embargo, Gray no quiere hablar de fracaso, ya que, comenta que el ensayo Imbokodo ha generado datos más prometedores que otros dos decepcionantes ensayos de eficacia de la vacuna contra el VIH. «Cada ensayo fallido nos aporta información», asegura.
Por ejemplo, a diferencia de los demás ensayos, Imbokodo reveló destellos de eficacia, que podrían sugerir respuestas inmunitarias protectoras y permitir a los investigadores «diseñar una vacuna mejor para el futuro».
El director científico de J&J, Paul Stoffels, señaló que pesar del fracaso, la compañía continuará con un segundo ensayo de eficacia de una vacuna similar en una población diferente.
Se trata del estudio Mosaico, que se está llevando a cabo en América y Europa y que comenzó en 2019. Mosaico analiza el compuesto en 3.800 personas transgénero y hombres que tienen sexo con hombres.
Stoffels señala que Mosaico está evaluando la capacidad de una versión mejorada de la vacuna para proteger contra la transmisión por vía rectal, en lugar de vaginal.
Una vacuna contra el VIH, dice Stoffels, «es un gran reto y estos resultados son decepcionantes, pero tampoco nos damos por vencidos».
Tanto Imbokodo como Mosaico combinan un total de cuatro dosis de dos tomas diferentes. El primero utiliza la misma columna vertebral que el producto COVID-19 de Jannsen: el adenovirus 26, un vector inofensivo que, en este caso, transporta cuatro genes del VIH a las células humanas.
Los diferentes genes del VIH se diseñaron para producir proteínas del VIH que provocan una respuesta inmunitaria lo suficientemente amplia como para proteger contra una amplia gama de cepas de virus. La segunda inyección consiste en una versión modificada genéticamente de la proteína de superficie del VIH, aunque la proteína exacta difiere entre los dos estudios.
Otros grupos han adoptado un enfoque diferente, confiando en producir anticuerpos neutralizantes de alta calidad que pueden evitar que el virus infecte incluso a las células.
Lawrence Corey, investigador de vacunas en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson (EE.UU), explica en «Science» que la estrategia se basaba en gran medida en desencadenar la producción de células T que podrían identificar y eliminar las células infectadas por el VIH.
Otros grupos han adoptado un enfoque diferente, confiando en producir anticuerpos neutralizantes de alta calidad que pueden evitar que el virus infecte incluso a las células.
Corey cree que si la estrategia de las células T no logra ganar fuerza en un futuro cercano, «significa que toda la línea de trabajo debe cambiar hacia los anticuerpos neutralizantes».