“Nunca existió como ahora la voluntad de que la gente se muera”
Quien dijo esas palabras es Florencia Braga Menéndez, con las que también el diario Página 12 (nota del 17 de abril de 2024) informó en su título la desesperación que están sufriendo los pacientes, sin cobertura de salud o subsidio, al dejar de recibir la medicación para el tratamiento del cáncer y otras patologías severas o enfermedades raras.
Florencia es la directora de proyectos de la Alianza Argentina de Pacientes (Alapa), una de las seis organizaciones civiles que representan a personas enfermas que presentaron un recurso de amparo exigiendo que el Estado reanude la entrega de remedios para el cáncer y otras patologías graves, ya que, desde que asumió Milei, la Dirección de asistencia directa por situaciones especiales (Dadse), está paralizada. En ese sentido casi no provee medicamentos ni resuelve expedientes y reclamos, dice la nota del diario nacional.
“No tiene autoridades ni organigrama administrativo”, dice el amparo. En la sede habían puesto un cartel que decía: “La Dadse permanecerá momentáneamente cerrada por readecuación en los sistemas y procedimientos”. El diario continua informando que la Ministra de Capital humano Sandra Pettovello , había anunciado una auditoría sobre el procedimiento para la adquisición de medicamentos: lo invalidó e hizo una denuncia pero no reemplazó un sistema por otro”. Es la Ministra que organiza también la burocracia del hambre. Desde que leí por primera vez que el gobierno nacional no brindaba la asistencia de medicamentos a los enfermos graves que no pueden adquirirlo (convengamos que son inaccesibles para el común de la gente), pensé que podía haber un error, o que no estaba comprendiendo con exactitud la noticia. Aun me sucede de quedar entre la perplejidad y el escándalo, cuando trato de concebir y digerir la información. Aun cuando el Terrorismo económico, político y social del Gobierno nacional, paga en cuotas a los jubilados que reprimen ferozmente cuando reclaman, multiplicó el hambre y la miseria en cuatro meses hasta hacerla intolerable, el mismo que no envía alimentos a los comedores y desfinancia la universidad (es fundamental el martes 23 marchar en Concordia, a las 19 horas, todos para defender la Universidad pública), aun cuando de ese gobierno indigno se pueda esperar cualquier calamidad, mi entendimiento no puede aceptar ni concebir una crueldad semejante. Asimismo hay que hacer responsable a la complicidad de aquellos que deben controlar y obligar al ejecutivo a cumplir sus obligaciones en el terreno de los derechos constitucionales a la salud, la educación, la vivienda, el trabajo etc. como la oposición política y el Poder Judicial cómplice de esta barbarie y este abandono inhumano. Cuando Florencia Braga Menéndez dice que la palabra que corresponde para nombrar esta situación es Mistanasia: “ que es la muerte por abandono indigno de personas” y por la cual presentaron el amparo, entiendo que, efectivamente, se trata del abandono a su infortunio de personas que padecen, además de enfermedades graves, una enorme sensibilidad al estrés y una afectación decisiva de su evolución , por su enfermedad, que depende del manejo de sus emociones, totalmente agravadas por este cuadro de barbarie. Es decir, entiendo, repito, que el gobierno, con su negligencia y faltas de respuestas, está dejando morir a los enfermos sin brindarles la medicación que precisan. Y si alguna duda cabe, la nota mencionada describe desgarradores testimonios en primera persona, que corroboran que se trata de Mistanasia, como el de María Teresa Troiano, que “falleció la semana pasada. El gobierno le había cortado en diciembre los medicamentos para el cáncer. Costaban cerca de 17000 dólares mensuales, que no podía pagar. Comenzó a debilitarse y empeorar. La enfermedad se expandió. Su esposo, Eduardo Castaño, reclamó hasta el cansancio. En Capital Humano le decían que no había” firma”. Este mares Eduardo esparció las cenizas de Marité en el mar”.
Debo confesar que no salgo del estupor por esta noticia, por esta burocratización del sufrimiento humano, por esta desidia, por esta banalización del Mal. Otra vez creo que tenemos que reflexionar profundamente por lo que nos está sucediendo, no ya a nivel político sino a esta altura, humanitario, ético. Tenemos que reaccionar, multiplicar en un grito cada vez más fuerte, la indignación y la acción para detener estas políticas de muerte y destrucción. Uso el concepto de banalidad del Mal porque remite al ambiente de deterioro moral que condujo al Nazismo. Aquel que llegó a naturalizar y justificar el exterminio del “enemigo”, previamente construido y naturalizado, como una experiencia trivial, fútil, irrelevante. De ese modo pudieron justificar, por ejemplo, entre otras experiencias espeluznantes, la operación T4, un programa de exterminio de los enfermos mentales y las personas con discapacidad, encubierto bajo el término eutanasia. En ese caso concebían que la vida de esas personas no fuera digna de ser vividas y por eso consideraban su eliminación, incluso, como un acto piadoso. El ser humano puede degenerar al extremo si dejamos de escandalizarnos, si dejamos de poner el grito en el cielo y en la tierra, sino nos indignamos y actuamos y exigimos y ponemos límites a la violencia y la destrucción. El Estado represor, al que no renuncia el patético anarco-capitalista (sí lo hace con el Estado de bienestar), puede destruir a los ciudadanos activamente o puede abandonarlos a través de la indiferencia cruel y la negligencia ante situaciones de vida o muerte. El resto de humanidad que nos quede, como sociedad, va a definir las consecuencias de la catástrofe.
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