Un elefante ocupa mucho espacio
Elsa Bonermann abrió el diario “La nación” y vio con espanto que su libro “Un elefante ocupa mucho espacio”, estaba incluido en las listas negras, firmadas por el Genocida Jorge Videla. Poco le importó que meses antes hubiese sido honrada con el Cuadro de Honor del Premio Internacional Christian Andersen, si en este país brutal, era objeto de la persecución y la censura, llevada a cabo por una Dictadura feroz y asesina, enemiga de los libros y de los hombres. Fue presa del Terror y la tristeza, ella y su familia, tanto que su padre pronto hizo un A.C.V y falleció.
El cuento central que lleva el nombre del libro era “Un elefante ocupa mucho espacio”. Se trata de Víctor, el elefante que animándose a pensar por sí mismo, se dio cuenta que los animales del Circo eran presas de la humillación y la explotación de los dueños, que los obligaban a trabajar bajó el látigo para llenarse los bolsillos, decidiendo rebelarse con sus compañeros, y hacer una Huelga general de animales. Los encerrados y oprimidos tomaron consciencia de que podían cambiar un Orden injusto, arbitrario y penoso y lograr la libertad. Esa idea tan simple les parecía a los censores de la Dictadura, peligrosa y subversiva. Es que un libro puede hacer pensar y los Militares los quemaban, incluso, con tal de anular esa facultad, porque no querían la inteligencia, sino la obediencia, como se los ordenaban los dueños del Circo. Y es que el cuento, que en el caso de Bonermann, tiene un final feliz, simboliza la historia repetida de la explotación de los trabajadores, del hombre por el hombre, desde la Modernidad Capitalista, y por eso fue prohibido. Y es porque el hito iniciático que marca el conflicto entre la dialéctica del sometimiento y la liberación de los hombres, es la huelga de trabajadores en Chicago, en mil ochocientos noventa y seis para reclamar por el cumplimiento efectivo de las ocho horas de trabajo, porque eran obligados a trabajar hasta dieciocho, la que desató la violencia y represión policial, al servicio de los empresarios, fusilando los obreros unos días después, atribuyéndoles una bomba en la plaza de Haymarket, que costó la vida a uniformados y obreros. Esa tragedia que condenó a los mártires de Chicago, comenzó el primero de mayo, y por ese motivo se conmemora el día internacional de los trabajadores/as cada primero de mayo. Ese conflicto, esa lucha de clases por abolir la explotación laboral de los trabajadores, signó a las sociedades humanas durante todo el siglo XX y aún está vigente. Nuestra historia Argentina está tramada por esa lucha de los trabajadores por la liberación del yugo opresor, que ya, con el comienzo del siglo quedaba en evidencia, en el informe de Bialet Masé, que reflejaba las condiciones de esclavitud en las que los trabajadores desempeñaban su labor. Está expresada, también, rápido, en la represión sangrienta que desataba el Coronel Ramón Falcón en la primera década del siglo contra los obreros, mayoritariamente inmigrantes anarquistas y socialistas, por cuestionar y querer transformar el orden oligárquico y el carácter semicolonial al que la elite gobernante sometía al país. El asesino de obreros, Ramón Falcón, que fue ajusticiado por Simón Radowitzky, el joven ruso que hizo explotar en el carruaje del verdugo, la ira del pueblo. Fue realmente hasta la década del cuarenta, muy encarnizado y sangriento el sojuzgamiento de los trabajadores, destacándose los asesinatos de los obreros del Vasena en mil novecientos diecinueve, conocidos como la semana trágica, y los fusilamientos de mil quinientos peones del sur, matanza que fuera registrada en la historia como “La Patagonia rebelde”, en mil novecientos veintiuno, por reclamos mínimos de las condiciones de vida y de trabajo de aquellos obreros abusados por empresarios y terratenientes. La década del treinta culmina con la marca de la infamia, el fraude y la miseria producto de las desigualdades que sometían al hambre y al suicidio de los pobres, jornaleros y desocupados, con políticas de exterminio que recuerdan las vigentes. El año cuarenta y cinco marca un giro extraordinario porque comienza una experiencia revolucionaria de reivindicación de los derechos sociales y laborales de los humildes asalariados, aquellos obreros que vinieron del campo a la ciudad, los “cabecitas” que dieron nacimiento al Peronismo, movimiento que emprendió la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, por primera vez en nuestra historia. Esa experiencia de libertad y justicia de los trabajadores fue objeto del odio y del rencor de la Oligarquía y es, aun hoy, estigmatizado y demonizado por las clases medias y altas, para distorsionar la Memoria de un tiempo en el que los trabajadores se liberaron del látigo y fueron conscientes de su dignidad y felicidad. A partir de allí sufrieron la represión y persecución de los gobiernos Militares, alternados con gobiernos civiles muy condicionados por una farsa electoral, con el Peronismo proscripto, hasta el extremo la Dictadura del setenta y seis, que los hizo objeto de secuestros, torturas y desapariciones. A la vuelta de la Democracia, la década del noventa, con la Reforma del Estado y las privatizaciones de un gobierno que traicionó las banderas de la justicia social, los trabajadores sufrieron, nuevamente cifras récords de desocupación y pobreza que culminaron con el estallido del dos mil uno, con la estafa del corralito y el hambre del pueblo, con la condena a la miseria de abuelos, trabajadores, mujeres y niños. Cuando rememoramos nuestra historia, pareciera que no aprendemos y volvemos a repetir nuestras desdichas. Otra vez un primero de mayo nos encuentra en una tragedia y nos seguimos saludando con un “feliz día”, a pesar de la enorme depresión a la que nos empujan las políticas de aniquilamiento del pueblo. En la víspera del día de los trabajadores, aquel que conmemora el martirio de la lucha por la liberación, los diputados votaron la media sanción de una ley que elimina los derechos laborales conquistados con tanto esfuerzo y y sangre y nos arroja, nuevamente, aún más, con el salvaje ajuste al que son condenados los trabajadores, a la miseria. De este modo, este primero de mayo, transcurrió particularmente con una enorme angustia ,dolor y tristeza para los que producen la riqueza de la Patria, sobre todo para aquellos que como el elefante Víctor, del cuento de Elsa Bonermann, tienen alguna consciencia de aquello de lo que está en juego, porque a la alienación de muchos, la traición de otros, se suma, en esta desgracia, la degradación moral de los legisladores, la complicidad de la Justicia y la decisión despótica de un gobierno colonialista al que solo interesa beneficiar al Imperio y sus aliados, indiferentes a la suerte del pueblo.. Solo nos queda, como esperanza, que Víctor, ese admirable elefante, y nuestro compromiso, y nuestra consciencia, vuelvan, rompiendo las cadenas de la alienación y la estupidez, a ocupar, mucho, pero mucho espacio.
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